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Chapter 113 - 113

—Relájate, no se va a morir. Quédate con él mientras me encargo de los otros dos.

—¿No lo vas a matar?

—No, nos lo llevaremos.

—¿Llevárnoslo?

—Sí, ¿Quieres que lo termine de matar? Yo que creí que serías tú quien me pedirías que no lo hiciera. Que mi mujer este llorando por otro hombre, me hace sentir incómodo. No importa lo que escuches, no salgas de aquí. Presiona su herida.

—Está bien.

John salió de la casa y no hizo más que salir, y los disparos comenzaron. Me arrodillé al lado de Kwan y traté de presionar su herida.

—Lo siento, Kwan.

—Acaba lo que hiciste.

—No puedo.

—Hace un momento estabas decidida — tosió, y se quejó.

—Realmente lo siento — mis lágrimas no se detenían.

—No tienes que llorar. Lo hiciste bien. Yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar, y más si alguien tiene un cuchillo en mi cuello— rio, y tosió.

—No te vayas a morir. Te vas a poner bien.

—¿Qué demonios le ves a él, panterita?

—No continúes con eso.

John regresó, y se paró al lado mío.

—Levántate— me ordenó.

Yo me levanté y John le agarró el brazo a Kwan para levantarlo de un jalón.

—¡Eres un cabrón!— se quejó.

—Cállate. Agradece que no te vuelo la cabeza por estar pendiente a mi mujer y por hacerla llorar delante de mí, idiota. Muévete. Tú vendrás con nosotros.

John le ayudó a llegar al auto, y lo sentó en el asiento trasero.

—Quédate con él, Daisy— cerró la puerta luego de subirme.

John manejó hasta el hospital y lo atendieron rápidamente. Le pagó al doctor para que lo vigilara, y no intentara escapar.

—¿Qué quieres con Kwan? — le pregunté.

—Él nos ayudará para matar a los Roberts. Él tiene conexiones con ellos, así que si somos más, mejor.

—¿Lo usarás, John?

—Por supuesto. No le quedará de otra que hacer lo que le diga. Tú también me ayudarás a convencerlo. Ya ves lo enamorado que lo tienes.

—¿Estás celoso?

—Que sea la última vez que llores por otro imbécil delante de mí, o no respondo. Fue muy humillante haber presenciado esa escena. Hasta me estoy arrepintiendo de haberlo dejado respirando.

—Tú, y tus celos.

—¿Te gustaría que yo hiciera eso con otra mujer? ¿O que una mujer se me confiese delante de ti?

—La arrastraría por el pelo.

—Ahora entiendes mi punto. Que bueno. No sabes cómo he intentado controlarme para no hacerle nada, merezco una buena recompensa luego.

—Eres un aprovechado.

—No deberías cogerle pena a ese imbécil. Él está bien y no se va a morir, yo soy quien va a morir, pero de la rabia. No creas que no voy a cobrarte eso luego.

—Está bien. Te recompensaré luego.

—Esa es mi esposa — sonrió.

Se ve tan lindo cuando se pone celoso. Supongo que de algo sirvió este susto.

—¿No vas a atenderte también?

—No, yo estoy bien. Ese tipo pega como una niña, o es que ya estoy acostumbrado a que me traten muy mal.

—Cualquiera diría que te gusta que te peguen.

—Si eres tú, no me estaría malo —. sonrió, y acarició mi mejilla —. Estoy orgulloso de ti, cosita. Lo hiciste bien. Defendiste a tu esposo, y cuando le dijiste que me querías sólo a mi, me hizo muy feliz. Para él fue algo así como, un bofetón sin manos— rio.

—No sé si deba estar feliz por eso que sucedió.

—Por cierto, ¿A quién se le ocurre pedir perdón, luego de matar a alguien que le estaba amenazando con un arma? Creo que sirves más de comediante, que de asesina.

—Deja de burlarte. No fue para nada gracioso. Yo no quería matarlo, el arma se me disparó.

John rio más fuerte.

—Eres tan linda, que siento ganas de hacerte el amor aquí mismo.  

—Cállate, John —tartamudeé.

—¿Por qué pones esa cara? Eres mi esposa y puedo hacerlo.

—Cambiemos el tema. ¿Qué planeas hacer ahora?

—Muchas cosas, pero la más importante es monitorear que la casa donde está la niña, sea segura del todo. Voy a contratar yo a mis empleados como antes hacía, ya que el idiota de Alfred no escoge bien. Últimamente contrata puros mancos. Lo mejor será que te quedes con la niña o que nos mantengamos lejos de ella por ahora.

—¿Por qué?

—Porque si cometemos un error, esa gente puede encontrar esa casa y le pueden hacer algo a la niña. Lo mejor es llamar su atención a otra parte y llevarlos a donde nosotros queremos que ellos vayan, ¿Comprendes? Kwan no es como esa gente. Esas personas son mucho más peligrosas e impredecibles, hay que andar con cuidado. Ellos no dudarían en matarnos, Kwan si dudó. Quiero que entiendas, que las cosas se pondrán color de hormiga cuando decidamos enfrentarlos, y necesitaré que Kwan este de nuestra parte; para eso necesitaré de tu ayuda y tu influencia. Sé que si le ruegas, va a ceder. Ese tipo está hasta las trancas contigo, ¿Y qué no haría un hombre con tal de ver a la mujer que le gusta feliz?

—Haré lo que dices, John.

—Esa es mi es mi chica— me despeinó, y sonrió.