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Chapter 105 - 105

Meses después:

Nuestra relación ha mejorado grandemente desde que nos casamos. Las cosas han estado demasiado tranquilas, y no es algo a lo que me haya acostumbrado tan fácilmente. Ahora sí parecemos una pareja normal. Compartimos a menudo, cenamos, exploramos distintos lugares en Londres. Pensamos quedarnos en unas cabañas esta noche, desde que vio ese lugar en las noticias, me ha estado pidiendo que vayamos ahí.

Por otro lado, está acercándose la fecha más esperada. No hemos podido saber el sexo de nuestro bebé, en todas las citas que hemos ido no se ha dejado ver. La mayoría del tiempo está dando la espalda, es como si fuera a ser igualita a Daisy cuando se enoja. Le falta una última cita en dos semanas, esperando que esta vez se deje ver. La ansiedad a ambos nos ha estado consumiendo por dentro.

Hoy, me he sentido algo inquieto y he querido pensar que es la idea de que vamos a dormir fuera de la casa. Es la primera vez, en mucho tiempo que lo hacemos. Estábamos terminando de recoger nuestras cosas en la maleta. Al sitio que vamos queda algo lejos de la casa, y quise prepararme llevándome todo lo que pudiera. No podía dejar mis armas, acostumbro a salir con ellas hasta para la esquina.

—¿Realmente tienes que traer eso, John?— preguntó, al ver que las guardé en la mochila y dejé una afuera.

—Claro, el lugar a donde vamos queda muy lejos de aquí, además no sabemos a qué nos vamos a enfrentar allá. Esos lugares no son confiables. Si no hubieras insistido, no iba haber forma de que yo lo hiciera— acomodé el arma en mi pantalón.

—Siempre buscando la forma de complacer a tu esposa.

—Por supuesto. No puedo pretender que te quedes encuevada siempre.

—¿Te he dicho lo mucho que te amo, John?

—La última vez fue hace tres minutos.

—¿Y tú cuentas eso? Hubiera sonado más romántico que dijeras que no. Siempre dañas todo.

—No te enojes, cosita. No hablaba en serio. ¿Estás lista?

—Tengo que ir al baño. Hoy me he sentido con más ganas de ir que de costumbre.

—Tendré que comprarte pañales por el camino— reí.

—Eres muy malo, John— caminó al baño.

Bajé las maletas y las subí al baúl. La mochila la dejé en el asiento trasero. Luego me quedé esperando a Daisy, hasta que salió y se subió al auto. Encendí el GPS y emprendimos ese largo viaje.

—Londres es hermoso — dijo, mirando por la ventana.

—Estoy de acuerdo contigo, princesa. Tiene muchos lugares que visitar. Quiero que visitemos el gran museo de antigüedades más adelante.

—No pensé que eso te llamaría la atención.

—Quizá, la vejez me ha vuelto así— reí.

—Eres un tonto. Tú no estás viejo, digamos que estás en tu punto.

—Algo que está en su punto, puede significar que está bastante jodido.

—Eso no es cierto. Tú estás bien bueno así como estas. Eres perfecto.

Frené el auto de golpe y entrelacé mi mano en su pelo para besarla.

—Te dicho que en cada intento de avergonzarme que hagas, iba a robarte un beso, y tal parece que ahora lo haces intencional, cosita.

—Esos impulsos te hacen ver más sexy de lo que ya eres, y me gusta que los hagas.

—Si te gusta que sea así, lo seré más a menudo— sonreí, y seguí manejando.

Ella puso la radio y comenzó a cantar, se veía muy feliz y me gusta que permanezca así.

Estuve varias horas manejando, ya que el GPS nos envío a otra parte, y aún no habíamos llegado.

Tiempo después, ella se antojo de ir al baño.

—Este no es el lugar, linda. ¿Puedes aguantar un poco?

—Es imposible, John. Me duele mucho.

—Aquí no hay baño, esto es solo carretera y matorrales.

—Traje papel. Me doblaré en cualquier sitio, pero necesito orinar o se me saldrá.

—Nuestro bebé está apresurando a su mami.

Detuve el auto y lo apagué.

Ella se bajó a toda prisa y la seguí. Me mantuve vigilando que nadie más viniera. No quiero que la vayan a ver así.

Se agachó en el suelo detrás de un matorral y miré alrededor.

—Deberías ponerte así mismo encima de mi—  reí.

—Deja de hablar sobre eso mientras estoy atravesando este momento incomodo. Me está doliendo la barriga.

—¿Tienes hambre?

—No, es una sensación rara.

—¿Se está moviendo nuestro bebé?

—Sí, ha estado inquieto hoy. Parece que está cogiendo clases de artes marciales allá dentro— rio —. Algo me dice que saldrá a su papá.

Mientras reíamos, escuché el sonido de un auto detenerse y me asomé por el lado del matorral.

Daisy se levantó y me agarró el brazo.

—¿Qué sucede, John?

Vi tres hombres bajarse del auto y rodearon el mío, al percatarme que estaban armados, me vi en la obligación de sacar Daisy de ahí. Le agarré el brazo y la hice correr conmigo.

No puede ser posible que esa gente allá dado conmigo. Esto no puede estar pasando.

—Me estás lastimando, John— se quejó, y la miré.

—Hay que escondernos.

—¿Por qué?

—Parece que dieron con nosotros.

—¿Qué?

—Tengo mi arma, pero tengo que llevarte a un lugar seguro mientras tanto. Obedece, y no hagas una terquedad de las tuyas, por favor.

—Dios mío.

—Este es el peor momento que nos pudieron haber encontrado. No me di cuenta que nos estaban siguiendo.

Mis sentidos se han dormido por estar lejos de todo.

—Sigamos corriendo, John— me apretó fuertemente la mano y saqué mi arma por si acaso.

Mientras corríamos, miraba hacia atrás, pero no veía a nadie. ¿Cómo demonios dieron con nosotros? Yo perdí comunicación con todos, y a nadie le dije sobre esto.

Nos adentramos dentro del bosque y estuvimos todo el tiempo en línea recta. Sé que es una mala idea, pero no puedo arriesgarme a que nos perdamos.

Daisy se quejó y casi cae de rodillas, sujeté su brazo fuertemente evitando que eso sucediera.

—Algo anda mal, John— se sujetó la barriga, y se quejó.

—Todo anda mal. Tienes que levantarte. Tenemos que seguir corriendo.

—No puedo. Algo no está bien.

Por su entrepierna bajó un líquido, y ella se metió el traje entre las piernas. Recordé lo que le sucedió a Juliana en el centro comercial ese día y me espanté.

—Dime que eso es orina, Daisy.

—No lo sé, me duele mucho la barriga.

—No, este no era el momento, cosita — tapé mi cara, tratando de pensar en qué demonios hacer ahora.

No puedo arriesgarme a volver al auto o les pueden hacer daño. Casi la pierdo una vez, pero dos veces no. Ahora no está sola, tiene a mi bebé en su vientre. Esta vez sí me sentía asustado, o más bien desesperado. Si algo les pasa yo no podría perdonármelo.

¿Por qué no le hice caso a mi intuición está mañana? Este viaje no me agradaba del todo, y aún así, vine. Este es el peor momento en que pueda suceder esto. Estamos lejos de todo y no hay ningún hospital cerca.

Miré alrededor y al no ver a nadie, hice sentar a Daisy en el suelo, recostando su cabeza del árbol.

—Escúchame, bonita. Esto será difícil para ti, pero hay que hacerlo por nuestro bebé.

Ella estaba fatigada y sujetaba su barriga fuertemente, y para evitar quejarse, mordía su labio inferior.

—Yo no soy doctor, pero trataré de asistirte ahora.

—¿Qué quieres decir con eso, John? — preguntó asustada.

—No podrás continuar, y tus dolores creo que se deben a que nuestro bebé quiere venir al mundo ahora. Creo que tendremos que recibir a nuestro bebé aquí.

Abrió sus ojos de par en par y mis manos no dejaban de temblar. No era el momento de pensar, era el momento de actuar.