Tuve que manejar yo, John estaba riendo por todo el camino. El hombre fuerte y orgulloso, no estaba por ninguna parte. No puedo negar que este John me gusta muchísimo. Lastima que mañana no creo que recuerde todo lo que dijo. Si fuera menos orgulloso, quizá, podría decir esto sin estar bajo los efectos del alcohol.
Al llegar, lo ayudé a subir al cuarto. Lo acosté en la cama y me jaló el brazo, haciéndome caer encima de él.
—Debes calmarte, John. Tu temperatura corporal está muy caliente.
—Eso no es lo único que está caliente en este momento. Tengo suerte que tengo ropa puesta, o el cuarto iba a incendiarse. No sabes cómo me tienes, dulzura —llevó su mano por detrás de mi cuello y me jaló hacía él—. Si pudieras sentir como me tienes, entenderías muchas cosas. Eres tan jodidamente perfecta, que no quiero despegarme de ti. Te estoy arrastrando otra vez con mi deseo egoísta, pero quédate así por un rato. Déjame verte así de cerquita— acarició mis labios con su pulgar—. Tienes unos labios muy suaves y dulces, nunca había probado unos así— mordió sus labios y se me quedó viendo.
Si continúa con esto, voy a morir de vergüenza.
— Tienes también unos ojos muy lindos, una mirada muy penetrante y sexy. Esa forma de mirarme en este momento, me está haciendo tener ganas de hacerte el amor ahora.
—Eso jamás lo dirías. Esperaba algo como; te daría bien duro, hasta que no puedas caminar. Algo así es digno de ti, no eso.
—¿Esperabas que dijera eso? Que mujer tan pervertida.
—¿Ahora la pervertida soy yo?— lo miré sorprendida.
—No tenía ganas de decir semejante cosa, pero pensándolo bien, la idea no está mal.
Cogí la almohada y se la tiré en la cara.
—Deberías irte a bañar para que se te pase un poco la borrachera.
Se quitó la almohada de la cara y me miró.
—¿Cómo te atreves a golpearme así? Eres una abusadora— me dio con la almohada de vuelta y la tiré a un lado.
—¡Eres un atrevido! Debería aprovecharme de ti, ahora que estás borracho. Te ves muy indefenso y me dan ganas de molestarte— le agarré ambas manos y sonreí—. Te ves lindo cuando estas de sumiso. Creo que debo embriagarte más a menudo.
—Siento que mi culo peligra, ¿Por qué será eso?— reí por su seriedad.
—¿Crees que ser sumiso se trata de eso? — reí.
—No lo decía por eso. Te la pasas agarrando mis nalgas, y ahora que estoy tan indefenso, según tú, no dudo que quieras agarrarlas otra vez.
—Eres mi futuro esposo, debes complacer a tu mujer.
—Esa parte es sagrada en un hombre, y no se toca.
—Tu coges las mías y no te digo nada.
—No es lo mismo. No es como que tenga mucho aquí atrás, además comparadas a las tuyas, tu trasero producen ganas de apretarlas y morderlas.
—Cambiemos el tema.
Se soltó de mi agarre y me empujó a un lado. Este hombre tiene mucha fuerza, incluso estando borracho.
—Eres una bestia.
—No conoces nada, preciosa. Debería comerte, así como el lobo se come a la Caperucita. Andas provocándome y me tienes muy caliente en este momento.
—Vamos a bañarte, John.
—¿Estás queriendo evitar que te coma?
—Estás perdiendo la cabeza. Si me coges en este momento que estás tan activo, puedes hacerme daño.
—Sería incapaz de hacerte daño ahora. Ya no soy ese monstruo, y menos contigo.
Maldición, esa expresión tan serena y tierna que hizo, me aceleró el corazón.
—Vamos a bañarte. Yo te ayudaré.
Recostó su cabeza en mi pecho, como si fuera un niño y acomodó su cuerpo a mi lado.
—Yo ya no quiero ser un monstruo. No quiero que tú ni mi bebé vean ese lado tan patético de mi otra vez. Quisiera ser una persona nueva, alguien que no tenga sus manos así de sucias como las mías. Estás manos que te tocan, han matado a mucha gente y no quisiera tocar a mi hijo con ellas. Los amo tanto, que si pudiera cortar estas sucias manos y eso eliminaría todo lo malo que he hecho, lo haría sin pensarlo dos veces.
—Ya te lo dije, John. No importa lo que hayas hecho en el pasado, eres alguien distinto ahora. Para nosotros eres John, un hombre dedicado a su familia, que dejó todo lo malo con tal de protegernos. Es algo que nos enorgullece— acaricié su pelo y él se quejó.
—Eso se siente bien. Tus manos son muy pequeñas y suaves.
—Lo más probable mañana no te acuerdes de esto, pero quiero que sepas que me has hecho muy feliz con todo lo que has dicho. Siempre deseé estar lado tuyo, y ahora que te tengo, yo soy muy feliz. Sé que no eres el hombre perfecto, y estás lejos de serlo, pero yo te amo así como eres. Para mí no hay, ni habrá otra persona que no seas tú, John. Tú y nuestro bebé, son lo que más amo en la vida. Si algún día muero, quiero que sepas que me iré amándolos.
—No seas estúpida, no hay forma de que permita que te suceda algo otra vez. Tú tienes prohibido dejarme y menos ahora que vas a darme un hijo. Ese día fui un descuidado, pero eso no volverá a ocurrir. Mataría a cualquiera que trate de hacerle algo a mi mujer o a mi hijo; ustedes son lo más sagrado que tengo, y absolutamente nadie tiene permitido tocarlos. Cortaría las manos a quien lo intente. Si algún día vienen por mi, que sé que lo harán, no voy a ponérsela fácil; mataré a cualquiera que quiera hacernos daño. Yo los protegeré, te lo juro. Solo confía en mí— me miró y sonrió.
—Lo sé, yo confío en ti.
—Eso se escucha muy lindo — sonrió, y recostó su cabeza nuevamente en mi pecho.
Esa forma en que se refiere a su bebé es muy tierna, jamás pensé escucharlo hablar así y me hace muy feliz. Sé que será un buen padre, así como es un buen hombre. Seguí acariciando su cabeza, hasta que vi que se durmió. Parecía un niño y no podía dejar de mirarlo. Quisiera que fuera todo el tiempo así. Tenerlo en mis brazos es una bendición para mi. Acaricié su mejilla y sonreí. Lo amo demasiado y tengo mucho miedo de perderlo.