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Chapter 95 - 95

Subimos a nuestro cuarto y pusimos las maletas en medio de la habitación.

—Es un cuarto muy grande— caminó alrededor de la habitación.

—Lo necesitaremos. El bebé dormirá con nosotros. En esta esquina quiero que pongan la cuna, estará cerca y podremos vigilarlo bien.

—Como siempre pensando en todo. Te ves tan tierno cuando hablas de nuestro bebé. No pensé escucharte hablar así.

—Hay que organizar nuestras cosas y poco a poco comprar lo que falta para la casa. Puedes ponerla como gustes. Supongo que a las mujeres les gusta eso de decorar a su gusto, y ya que no sé un divino de eso, es mejor que te encargues tú.

—Tú me ayudarás, John— sonrió.

—Si tú lo pides. Ya que no te dejé dormir, es mejor que te des un buen baño y te acuestes a dormir un poco.

—No, es muy temprano. ¿Qué vamos hacer? — me miró esperando mi respuesta.

—No lo sé, ¿Quieres salir a explorar Londres?

—Tenemos que ir a la tienda y comprar todo lo que nos hará falta para cocinar. De hoy en adelante, me encargaré de cocinar para los dos.

—No, para eso contrato una empleada y que se encargue de eso.

—No, lo haré yo.

—Pero tú no puedes estar esforzándote demasiado.

—¿Crees que cocinar es esforzarme demasiado? El sexo sí es esforzarme bastante y no por eso vas a pedirme que lo dejemos de hacer, ¿O si?

—Una cosa no tiene que ver con la otra.

—¿Lo ves? Imaginé que dirías eso. ¿Por qué no nos bañamos juntos y vamos?

Organizamos nuestras cosas y nos fuimos a bañar, para luego poder ir a hacer las compras. Eso de salir a las tiendas creí que sería un dolor en el trasero, pero no fue así. Compramos todo lo que ella necesitaba. Estuvimos largo rato dando vuelta por la tienda.

Este lugar no es tan diferente de dónde venimos. Los edificios, las tiendas, todo es casi más de lo mismo. Cuando veníamos de vuelta, ella se quedó mirando por la ventana casi por todo el camino. Se veía de buen humor y sonriente. Me gusta verla así. Según llegamos, saqué todo lo que habíamos comprado y lo llevamos a la cocina. Organizamos todo como ella quiso y se puso a cocinar.

—¿Te puedo ayudar en algo? Me estoy sintiendo inútil solo viéndote desde lejos.

Daisy rió.

—Acércate — me acerqué como me pidió y llevó su pulgar a mis labios.

—¿Esto qué es? — lamí mis labios y era algo muy dulce para mi gusto.

—¿No me digas que nunca has probado el chocolate, John?

—No, es demasiado dulce para mi. Te dije que no me gustan las cosas dulces.

—Que lastima— pasó su dedo en el cuello y con una sonrisa, se giró a seguir cocinando.

¿Me está tentando y ahora se voltea? ¿Y ella qué se cree? Me acerqué y removí su pelo a la espalda, para luego acercarme y lamerlo. Si es de su piel puedo tolerarlo.

—Creo que ahora sí me gusta— susurré en su oído y bajé a besar su cuello.

—¿Recuerdas ese día que te preparé la tarta?

—Sí, que el idiota de Alfred nos interrumpió.

—Tu cara valía un millón. Se notó el malhumor en el que estabas. Él no tardó en darse cuenta, pues incluso tu pantalón parecía que tenía relleno — rio.

La giré hacia mí y la encaré.

—Ahora que lo recuerdas, ¿Qué tal si recreamos esa escena, chula? — metí el dedo en el envase del chocolate y pinté sus lindos labios—. Ahora no está Alfred para interrumpirnos— lamí lentamente el chocolate de sus labios y ella cerró los ojos.

Todo de ella es dulce y es lo único que puedo tolerar sin cansarme. Es algo que de alguna manera me tienta mucho a probar. Es una tentación difícil de controlar. Miré sus labios que se encontraban entreabiertos, como si estuvieran esperando un beso y no pude resistirme, es como si pudieran controlarme. La besé y el sabor del chocolate, mezclado con la dulzura de sus labios, se convirtieron sin duda en mi sabor favorito. Ella puede romper cualquier barrera o regla que tenga, con tanta facilidad que ni siquiera puedo sentirme culpable ahora. Es como si ya no pudiera decidir por mí mismo, es como si solamente ella pudiera controlarme. Entrelacé mis manos en su pelo para profundizar nuestro beso. Estuvimos así por unos instantes y luego me detuve.

—John, casi no me dejas respirar— su respiración se escuchaba agitada, y reí.

—Si no me hicieras desearte tanto, no haría esto— la sujeté por la cintura y la besé de vuelta, puso ambas manos en mi pecho y respondió mi beso.

Luego de unos instantes, me detuve y cruzamos mirada. Nuestra respiración estaba agitada y el calor se hacía se presente cada segundo que transcurría.

—Será mejor que termine de cocinar, ambos debemos comer.

—Te comería a ti ahora y sobre la mesa.

—John, tenemos que calmarnos. Tenemos toda la tarde y noche para eso, cariño.

—Supongo que tienes razón, será mejor que me detenga — acomodé mi pantalón y ella sonrió.