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Chapter 93 - 93

Dos días después:

En la noche:

Había dejado todo en orden, recogimos nuestras cosas y nos dirigimos al aeropuerto. Al llegar, hice que dos de mis hombres se asegurarán de que el Jet estuviera en buen estado y que no hubiera ningún sospechoso por los alrededores, ni dentro del avión. Es mejor prevenir que lamentar.

Entramos al Jet y mandé a Daisy a la cama, mientras hablaba con el piloto.

—¿No hay más ningún avión en la pista, que vaya a salir después de nosotros?

—No, señor. Ya me encargué de eso.

—Muy bien.

Esperé hasta que estuviéramos a punto de despegar para ir a dónde Daisy, ella estaba sentada en el borde de la cama.

—Descansa un rato. Alrededor de las 9 AM, estaremos llegado a Londres — le avisé.

—¿No vas a descansar también? Has estado pendiente de todo y haciendo diligencias desde muy temprano. Debes estar agotado.

—Me siento bien. Ya mismo dormiré un rato. ¿Tienes hambre, sed, o sueño?

—No, ninguna de las anteriores.

—Avísame si necesitas algo en algún momento. Les dije a las azafatas que no nos molestaran, que las llamaría si las necesitaba.

—No pensarás cogértelas y por eso quieres que me acueste a dormir, ¿O si?

Las mujeres piensan unas cosas muy raras. No pude evitar reír ante su tonto pensamiento.

—Te has vuelto muy celosa conmigo últimamente— fui a la mesa a servirme un trago y me lo tomé.

—Esperaba que dijeras que planeabas hacerlo.

—No me interesan las patas de gallo, últimamente me gusta comerme esas que tienes, ¿Cómo podría cambiarlas?

—¿Estás admitiendo que le has estado mirando las piernas?

—Eres muy observadora para algunas cosas, o es que tienes ganas de discutir conmigo hoy.

Daisy sonrió.

—Ambas cosas.

—Te haré algo de compañía en la cama— solté la copa y cerré las cortinas.

—¿Qué estás planeando hacer ahora, John?

—¿No te lo dije? — desajusté mi corbata y me la quité.

—Te ves muy sexy cuando haces eso. Te ves como galán de novela. ¿Lo haces para provocarme? — sonrió.

—No sabía que te gustaban ese tipo de cosas.

Me quité el gabán y los zapatos, me quedé solo con la camisa y el pantalón. Daisy no había dejado de mirarme en ningún momento.

—¿Alguien está falta de cariño hoy?— pregunté mirando sus piernas.

—¿Me lo darás? — arqueó una ceja y sonrió maliciosa.

—Más que eso, solo pide por esa boquita.

—¿Por qué no te acuestas y te relajas un poco? Tendremos tiempo demás para eso.

—¿La niña me provoca y luego se echa para atrás?

Sonrió y se recostó.

—Voy a descansar un poco— me dio la espalda y me fui por el otro lado de la cama para acostarme y poder verla.

—Tan pronto estemos estable allá, sacaremos una cita para que vean si todo está bien con el bebé. Debes tomar medicamentos y eso. Necesitas cuidarte.

—Que padre tan preocupado. Me gusta esta faceta tuya. No creí que podrías tener este lado también—se subió sobre mí y sonrió.

—¿La cosita está buscando diversión? Creí que ibas a dormir.

—Siempre tienes el control sobre mí, hoy quiero ser yo.

—Con esa mirada que me estas dando, siento que quieres violarme.

—¿Te dejarías violar por mi?

—Depende de qué parte estemos hablando.

Daisy rió.

—Cambiemos los papeles hoy, John.

—Eso se escucha muy raro.

Me besó y sentí cuando fue quitando los botones de mi camisa. Al terminar, la abrió completamente y acarició mi torso con sus suaves y calientes manos.

—Alguien se levantó, ¿Tanto te gusta que te toque? — movió sus caderas, y al sentir el roce, un escalofrío recorrió por todo mi cuerpo.

—¿Qué demonio se te metió dentro, Daisy?

—Uno que quiere ver cómo te excitas solo con tocarte.

Bajó a besar mi cuello y ese escalofrío, me hizo aguantarle las manos.

—Ya basta, mocosa.

—Si tratas de evitar que lo haga, no volveré hacerlo contigo y hablo en serio.

Esta mujer me saca de quicio. La solté y ella continuó besando y lamiendo lentamente mi cuello, se sentía muy bien, pero raro a la vez. Es un lugar donde nunca a nadie le he permitido besar o lamer, solo a ella. Las caricias o ese tipo de calentamiento, no lo hacía con ninguna de las mujeres con las que me acostaba. Siempre iba directo al grano y terminaba. Cuando sentí su suave mordida, me hizo calentarme más de lo normal. Subió a mi oreja y la lamió antes de morderla, y un temblor me invadió. Daisy fue bajando sus labios, dando suaves besos hasta mi torso y mi cuerpo se sentía como si estuviera ardiendo. Al sentir el contacto de su lengua en mi pezón, volví agarrarle las manos.

—Espera, ¿Qué crees que haces, mujer?

—Cálmate, amor. Eso no te hace gay.

—No hablo de eso, tonta.

—¿Entonces?

—Eso es muy raro.

—Fíjate que dijiste raro, y en ningún momento dijiste que se sentía mal — quiso imitarme por lo que le dije la última vez y sonrió —. Solo déjame, yo quiero hacerlo.

Suspiré y la volví a soltar. Ella continuó y eso se sentía muy raro. No dejó de calentarme, pero aún así, es extraño. Me le quedé viendo y ella se veía que lo estaba disfrutando. Pasaba su lengua alrededor del pezón y luego lo llevó a su boca. Es como si mi cuerpo perdiera la fuerza. ¿Qué tipo de brujería es esta? Gemí involuntariamente y tapé mi cara, estaba rezando porque no me hubiera escuchado.

—Me he dado cuenta que eres muy sensible, aunque tratas de ocultarlo, John.

—¡Cállate!

Daisy rió burlona y continuó con el otro. Rechiné los dientes tratando de no volver a dejar escapar ese extraño gemido que hice. Esto sí para mí era vergonzoso. Bajó su boca, besando cada parte de mi abdomen hasta llegar a mi pantalón. Se detuvo y abrió el cierre del pantalón. ¿Acaso piensa hacer lo que estoy pensando? Me quedé en silencio viendo su expresión. Al verlo, lo tocó y mordió su labio.

—¿Nerviosa?

—Ni un poco. Eres muy dotado, John.

—No lo mires de esa forma, que se avergüenza.

Daisy rió.

—No lo creo.

—¿Estás segura de querer hacerlo?

—Sí, siempre he querido hacerlo.

—No vayas a maltratarlo.

Lamió la punta y me estremecí. Esta mujer terminará por volverme loco. Lo metió en su boca y esa sensación de calor y humedad, me hizo morder mi puño. Nunca había sentido esto y es increíble. Ella gemía aún haciéndolo y no podía evitar mirarla. Es hermosa, incluso con la boca llena. Siempre he querido profanarla completamente, es como un sueño hecho realidad. Su pelo no me dejaba verla del todo bien, así que lo recogí en mi mano y pude contemplarla mejor. Lo sacó de su boca y lamió por debajo de la cabeza, eso me hizo temblar hasta las piernas. Tenía que pensar en otra cosa, porque mientras siguiera viendo esas eróticas expresiones, no iba a durar un divino. Su mano frotó mis testículos, mientras continuaba lamiendo alrededor. Era imposible concentrarme en otra cosa. Sin darme cuenta, estaba quejándome, y era inevitable. Se sentía demasiado bien. Al volverlo a meter a su boca, me miró, y al cruzar mirada, la desvié. Eso se sintió incomodo, y más cuando estoy quejándome de esa forma. Ella lo hizo más rápido y seguía frotando mis testículos, todas esas sensaciones juntas me tenían al borde de la locura.

—Detente, Daisy— le pedí, esperando que se detuviera, pero me miró y continuó —. No quieres detenerte, ¿Eh? — no hizo ningún gesto en querer detenerse.

Dejé que continuara, y cuando sentí que estaba a punto, sujeté su cabeza para que no fuera a sacarla y exploté dentro de su boca. Una de las mejores sensaciones que llegué a experimentar en mi vida. La solté y lo sacó lentamente.

—Lo siento, cosita. Ese es tu pequeño castigo por no haberte detenido— sonreí.

Rozó su dedo en la punta y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Llevó el dedo a su boca y lo lamió.

—Por lo que veo te gustó.

—Eres más dulce por dentro de lo que pensé— sonrió, y no pude evitar reír.

—Estás loca.

—Amo todo de ti, John— esa mirada que me dedicó tan serena y tierna a la vez, me hizo sentir algo nervioso.

Carraspeé y desvié la mirada.

—¿Continuamos con tu castigo ahora, chula?

—¿Chula?

—Acabas de hacerme correr como un idiota y hacer esos sonidos raros, claro que debe haber un castigo para ti, señorita.

—Quiero que sea cuando estemos en la casa. Te tengo una sorpresa y además, no quiero tener sexo, quiero hacer el amor.

—¿El qué?

—El amor.

—¿Y eso no es lo mismo? Se mete en el mismo hueco, ¿Cuál es la diferencia?

—Retiro lo dicho sobre amar todo de ti. Eres un desastre— se acostó dándome la espalda.

—¿No me digas que ahora te vas a enojar por eso?

—Sí, eres un descerebrado.

—¿Qué dijiste?

—Lo que oíste.

—Ya, cosita. No estés molesta, eso le hace daño al bebé.

—Si fueras menos idiota, puede ser que no me moleste.

—¿Ahora que debo hacer para que se te pase?

—Ya nada.

—¿Qué sorpresa tienes para mí?

—Ahora nada. Muérete por saber.

—Tú no puedes dejarme así, mujer.

—Claro que puedo— me sacó la lengua y se giró de vuelta.

—Vuelves hacer ese gesto tan sexy y te voy a comer aquí.

—Buenas noches— fingió un tono molesto, pero escuché su suave risa.

—Te haré compañía— me giré hacia ella y me acerqué, luego puse mi mano en su cintura.

—Es a dormir, John.

—¿Y quién dijo que haría otra cosa?— reí.