Me cambié de ropa y salimos a caminar un poco.
—Te ves diferente vestido casual.
—No suelo vestirme así a menudo, me siento más cómodo con el gabán.
—¿No es caluroso para ti?
—No, ya estoy acostumbrado a usarlo. Daisy, ¿Te puedo hacer una pregunta personal?
—Claro, luego que no sea íntima.
—No me recuerdes eso tan incómodo. Estoy esforzándome, ¿Sabías?
—Lo sé.
—La pregunta es sobre tu familia. No quería mencionar a los muertos, pero quisiera saber la razón por la cual te trataban tan mal. Digo, no es obligatorio responderme, no es como que sea un metiche.
—Tienes el derecho de saberlo, al final de cuentas, gracias a ti estoy aquí— suspiró y me miró—. Mi padre biológico murió dos días antes de mi madre darme a luz. Ella estaba deprimida antes, pero cayó en una profunda depresión postparto también y fue algo de lo que no recibió atención ni ayuda. Fui criada hasta los 9 años por una vecina, ya que mi madre no quería saber de mí y me entregó a esa mujer. Fue una buena persona, pero no duró mucho. Su hijo enfermó gravemente y tuvo que ir a cuidarlo. Estaba en otro estado viviendo y su esposa no quería atenderlo, así que ella se vio en la obligación de ir. No tenía mucho dinero para llevarme con ella, y como madre preocupada por su hijo, tuvo que salir de mi. Ella me entregó de vuelta a mi madre y ella me aceptó. Me trataba muy mal, no me quería cerca de ella porque decía que me parecía mucho físicamente a mi verdadero padre y eso a ella le irritaba, así que me mantenía lejos de ella la mayor parte del tiempo. Había una señora que era quien me daba comida y estudiaba conmigo, pero mi madre al enterarse, me prohibió que la siguiera visitando. Al cumplir mis 15 años, se casó con ese hombre que conociste. Era un hombre arrogante, abusador, un desgraciado. Utilizaba su rango para creerse que era la ley y que podía controlar a todos. Mis hermanastras me hacían muchas travesuras, me trataban muy mal y me golpeaban a menudo, pero no podía contar con la protección de mi madre, pues a ella no le importaba lo que me pasara. Opté por dejar que hicieran lo que quisieran conmigo para poder terminar mis estudios y poder largarme de esa casa. Traté de irme varias veces, pero no era muy lejos que podía llegar, y los castigos cada vez eran más severos. Al igual que me quejaba en la escuela y no hacían nada. Mi padrastro daba la cara y todos se arrodillaban a sus pies, literal. Siempre me cuestioné, ¿Por qué nadie me quería? ¿Por qué solo a mí me trataban así? Hubo un tiempo en que creí que haciéndome la esclava de mis hermanastras, algo cambiaría, pero fui una ilusa; solamente me utilizaban y me humillaban delante de todos. Mi madre podría verme siendo golpeada por ellos y le daba lo mismo, hasta se unía. En realidad nada me importaba ya, pensaba que mi existencia en este mundo era insignificante para todos. Deseaba morirme tantas veces, pero no tenía el valor de hacerlo, porque siempre fui una cobarde— sonrió y bajó su cabeza. Al notarla tan triste, sentí la necesidad de abrazarla. La hice recordar cosas que no debía. Soy un imbécil, ya la estoy cagando.
—No eres insignificante, al menos no para mi. Si hubieras tenido el valor de hacerte daño alguna vez, no nos hubiéramos conocido. Veamos el lado positivo de las cosas, estás aquí ahora, siendo mi debilidad y soportándome, no creo que eso sea más malo que antes, ¿O si?
—No.
—Debo agradecerte entonces que no hayas cometido una tontería. Conmigo estarás mejor, yo no volveré a golepearte, ni hacer nada de esas cosas malas que te hacía. Trataré de esforzarme en ser el hombre que te gustaría que yo fuera.
—Eso se escuchó muy cursi de tu parte. El hombre que quiero que seas eres tú mismo, así como eres, me gustas— me sentí algo incómodo con su comentario y carraspeé.
—Caminemos un poco más, ¿Te parece, topito? — la despeiné y ella me miró.
—¿Estás avergonzado, John?
—No, es solo que tengo calor.
—¿Calor? Si está haciendo frío, estoy congelada.
—Esa es una desventaja al no haber venido con mi gabán. ¿Ahora te das cuenta?
—Si me abrazas un poco más, se me puede ir el frío.
—¿Te estás aprovechando de mi?
—Es el momento de decir: ¿Eso no es lo que hacen todas las parejas? — sonrió y reí.
—Por ahí va la cosa, ¿Eh? De acuerdo, ven acá— la acerqué a mi, y volví abrazarla. Efectivamente su cuerpo se sentía muy frío. La temperatura está fría, y aún así, hay gente metida en el agua y acostados en la arena. La gente es muy rara—. Si quieres regresar, podemos hacerlo.
—Caminemos un poco más y regresamos, John— no se siente mal que me abrace, su pelo huele tan bien.
—Me gusta tu perfume, John— esta mujer está muy directa hoy. ¿Está pensando matarme o qué?
—Caminemos un poco más — le pedí.
Ella accedió y seguimos caminando, habían demasiadas personas y me sentía muy incómodo. No estoy acostumbrado a estar cerca de tanta gente, ni en lugares así. Me estaba estresando, pero no quería demostrárselo. Hace tiempo no sale de la casa y no creo que sea justo volver tan rápido solo por mi, aparte de que se ve muy feliz mirando los alrededores. De la nada se detuvo y me miró.
—Ya nos podemos ir — sonrió, y caminó hacia donde debíamos regresar. Ese cambio fue muy repentino. Hace un momento estaba muy entusiasmada. ¿Así de rápido pueden cambiar las mujeres? Definitivamente no la entiendo.
Al llegar a la casa, me detuve en la entrada. Todos los zapatos se me habían llenado de arena, creo que hasta las bolas. ¿Cómo pueden disfrutar de esto? Por más que sacudía los zapatos, más arena salía. Ambos subimos a la habitación y ella se encerró en el baño, me senté en el borde de la cama y miré el teléfono. Tenía varias llamadas de Alfred, pero cuando me disponía a llamarlo de vuelta, Daisy salió del baño.
—¿Qué vas hacer ahora, John?
—No lo sé. ¿Qué quieres hacer? —ella se paró delante mío y se sentó sobre mí, colocando sus brazos alrededor de mi cuello. Solté el teléfono y llevé mis dos manos a su espalda para sujetarla—. Hasta que al fin te ves más alta que yo— reí, y ella sonrió.
—Ahora que el médico no está, tenemos la casa para nosotros, ¿Verdad? — bajó su mano y acarició mi torso.
—Estás jugando con fuego, cosita. No olvides que aún no estás recuperada del todo.
—Tu serás cuidadoso, lo sé.
—No puedo prometerte eso, y menos cuando estás en esta posición — bajé una mano a su trasero y ella sonrió—. ¿Estás segura que quieres que continúe?
—Aún si me niego, no creo que vayas a detenerte, ¿o si, John? —mordí suavemente su brazo y ella se estremeció.
—Me conoces muy bien, cosita. Espero te hagas cargo por haberme provocado ahora.