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Chapter 62 - 62

John

Maldición, tengo que pensar en algo rápido. Si permito que nos desarmen, tendremos menos probabilidades de salir de aquí. Tengo que deshacerme de ellos antes que vengan los demás; el problema es que estoy con ella y no puedo actuar solo, o de lo contrario, pueden lastimarla. Daisy no sabe manejar un arma, debí enseñarle cuando pude, no pensé que estaríamos en una situación así.

—Suelten las armas— nos ordenaron.

—Hay que soltar a Alfred primero— le dije en un tono bajo a Daisy, y ella trató de bajarlo suavemente, pero yo lo solté de golpe.

—¿¡Puedes tener más cuidado!?— dijo molesta.

—Ya cállate— ella no va a entender mi señal, así que de alguna manera debo hacer que me entienda. Ella solo es buena con la boca, y eso podría ayudarnos a llamar su atención. Solo debo hacerla enojar—. Déjenla ir, y llévenme a mi, no les será fácil cargar con esta inútil — comenté, y ella me miró molesta.

—¿A quién llamas inútil, idiota?

—A ti, ¿A quién más?

—Callénse los dos y bajen las armas, no lo repetiré una tercera vez— nos apuntaron nuevamente. Un movimiento en falso y seremos polvo.

—Ya nos quedó claro, vamos a soltarla—Daisy la dejó caer e hice lo mismo.

—Oye, ¿No hay una forma de negociar? — preguntó Daisy, y la miré. 

—¿Tú crees que esto es un juego o qué? — la miraron los cuatro y ella me miró a mi—. No le hagan caso, ella se pone nerviosa y habla puras pendejadas— traté de sonar serio.

—¿No se supone que los enemigos sean ellos? ¿Por qué mierda me estás tirando a mi, John?

—¡Porque estamos en este lío por tu culpa, mujer!

—¿Por mi culpa? ¿Qué demonios hice yo? Solo he seguido tus malditas órdenes, y es por eso que estamos aquí. Si me hubieras dejado quedar contigo, nada de esto estaría pasando.

—Solo eres una piedra en mi zapato. ¿Para qué mierda voy a estar contigo?

—Maténlo ya, por favor, se los agradecería— soltó Daisy. ¡Es una perra maldita!

—Les dije que se callen, son muy ruidosos— nos ordenó uno de ellos.

—Caminen. Vamos de vuelta a su casa, el jefe debe estar por llegar. No pensé que serías muy fácil de atrapar, Alma negra, pero veo que todos nos descuidamos en un momento dado. No saben lo que les espera, en especial a ti, mujer— como si fuera a permitirlo así de fácil.

Nos hicieron caminar al frente y de vuelta por el Sub, no puedo permitir que nos lleven con los otros, o tendremos que darnos por muertos. Esto será una imprudencia, pero no me queda de otra. Miré de reojo, y ellos estaban a una distancia prudente; aún si le tiro una patada al de atrás, no podría prevenir que los demás nos disparen.

—Tienes un gran trasero, lo tomaré prestado— le dije a Daisy en un tono bajo.

—¿Qué?— preguntó confundida. Le agarré el brazo bruscamente a Daisy y la empujé con todas mis fuerzas contra dos de ellos. Las disculpas para luego.

Me lancé sobre uno de ellos y le di una patada mientras trataba de quitarle el rifle, pero lo agarró firmemente y en el forcejeó, el otro hombre trató de golpearme. El rifle estaba en dirección mío, y él presionó el gatillo, tuve que darle un rodillazo y jalar bruscamente el rifle para otra parte o sin duda me hubiera dado. Empujé al hombre con el que forcejeaba contra el otro que buscaba golpearme, y vi que uno de los que estaba en el suelo se estaba levantando. Daisy se le tiró encima y la miré sorprendido, esa mujer tiene fuerza. Me había despistado por haberla estado mirando y recibí el golpe directamente en mi nariz con el rifle. Me encontraba entre la espada y la pared, pero no era momento de preocuparme por algo tan simple como un puto golpe. Le di un puño en la cara y procuré darle un rodillazo, que me permitiera ganar tiempo para atacar al otro. Dejó caer el rifle al suelo y le di una patada para otra parte. Me fui a cogerla del suelo, y al agarrarla, escuché un disparo que me hizo detenerme y mirar en dirección a Daisy. Ella estaba presionando su pierna y sus manos no tardaron en llenarse de sangre. Su quejido de dolor me hizo sentir una especie de molestia, pero no precisamente con ella.

—Un movimiento más y el otro disparo será para su cabeza, Alma— le apuntó a su cabeza, y ella me miró.

—Ok, ustedes ganan — me rendí. Daisy se me quedó viendo y bajó la cabeza, y subí mis manos a la cabeza, aún con el arma en la mano.

—No es posible que dejes que ganen ellos, idiota. Al final de cuentas, nos van a matar igual— gritó Daisy. Su tono molesto me hizo darme cuenta que algo estaba tramando. Al caer en cuenta, vi como con su puño le dio en los huevos al que le apuntaba, ella se rodó a un lado y le disparé a uno de los otros hombres que estaban vigilándonos, ya que al que ella golpeó, estaba agarrándose los huevos. Iba atacar al otro, pero alcancé a ver a Alfred detrás de él y con una piedra le dio un golpe en la cabeza. El otro ya estaba en el piso, no sé qué le ocurrió, pero no parecía estar vivo. Tuvo que haber sido Daisy quien lo mató cuando se abalanzó sobre él. Todo pasó tan rápido que no me di cuenta de que el hombre al que ella había golpeado en los huevos, le apuntó a Daisy. Ella aún estaba en el suelo, lo que noté en un milésimo segundo era que, de alguna manera ella tenía el arma que le había dado escondida debajo de su pierna, y sin pensarlo dos veces alzó arma y le disparó en el costado. Todo ocurrió tan rápido, que no tuve tiempo de reaccionar, ni siquiera a él le dio tiempo de dispararle. El tipo cayó al lado de ella y no paraba de temblar. No sé cómo se la ingenió para haber tenido esa arma debajo de su pierna, si la habíamos tenido que soltar.

—Acabo de matar a otra persona, John— bajó el arma, y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No es tiempo de pensar en eso, Daisy.

—Voy a buscar el auto, señor. Hay que salir de aquí — dijo Alfred agarrando uno de los rifles.

—Ve rápido— Alfred se fue y me acerqué a Daisy—. Hay que irnos, no tenemos tiempo. ¿Puedes caminar? —extendí mi mano y ella la agarró, se quejó al levantarla, estaba sangrando demasiado. Me quité el paño que cubría mi herida y se lo puse alrededor de la pierna, al hacer presión en la herida, se quejó más fuerte—. Eso va a detener el sangrado por ahora.

—Estás sangrando también, John.

—Lo mío no es peor que el tuyo. Vámonos— la ayudé a caminar para salir de ahí.

No escuché sonidos detrás de nosotros y tampoco había nadie afuera esperándonos. Caminamos mirando para todas partes, y esperando que Alfred pudiera encontrarnos para irnos. Le ha tomado mucho tiempo y ella está sangrando demasiado.

—Tienes piel de cocodrilo, mocosa.

—¿Eso qué significa?

—Te acaban de dar un balazo y has aguantado como una general, cada vez me sorprendes. Eres una caja de sorpresas.

—¿Eso es un cumplido?

—No, solo digo que puede ser que no seas tan inútil.

—Eres muy orgulloso, estúpido. Te cobraré el empujón que me diste, espero estés dispuesto a pagar por eso.

—¿Qué vas a pedir a cambio? ¿Una noche conmigo?

—Eres un narcisista.

—¿Dónde vas a encontrar a un hombre tan perfecto?

—Ya sé lo que voy a pedirte.

—Me interesa escucharlo.

—Que te cases conmigo— soltó una suave risa, acompañada de un quejido.

—Que pendejadas dices, estúpida. Primero muerto, nada más escucharlo me da alergia— tartamudeé. Me ha tomado con la guardia baja está mocosa, hasta me puso nervioso.

—¿Y por qué te pones nervioso? Mi trasero vale más que eso.

—Ni en tus sueños, ridícula.

—Sabía que dirías eso— sonrió.

Alfred llegó y estacionó el auto, la ayudé a subir y miré a los lejos por última vez al sub, pero no había nadie, no creo que se hayan ido. Esto me preocupa bastante.

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