—Tienes buen oído, Alma.
Había sacado mi otra arma y disparé a dónde había escuchado un pequeño ruido; sabía que no estábamos solos. Me levanté del suelo y me giré hacia Kwan, estaba desarmado, así que guardé ambas armas. No estoy en lugar de hacer tanto alboroto y tampoco estoy de ánimo.
—Tienes los huevos bien puesto como aparecer delante de mí y solo, Kwan.
—Y bien puestos. ¿Creíste que iba a permitir que le hicieras algo a mi panterita?
—Panterita, ¿Eh?— miré a Daisy y ella bajó la cabeza—. Debes estar muy confiado en que no te haré nada.
—En realidad no vengo en modo de morir y tampoco de pelear, solo venía a asegurarme de que no cometas una pendejada. ¿Por qué haces esto, Alma? ¿Realmente lo haces por sentirte traicionado, o es por celos? — sonrió.
—¿Celos? — reí—. ¿De qué voy a sentir celos?
—De qué mi panterita se vea conmigo, pues tenemos una buena relación de amistad. Ella no te ha traicionado, Alma, deberías bajarle a tus rabietas. Eres increíble, no dudaste en tratar de matarla. Ahora entiendo eso que dicen que estás podrido por dentro. ¿Qué se puede esperar de alguien que es capaz de matar a su propia familia? ¿No te da lástima matar a una hermosa mujer como ella?
—Por los mentirosos y doble cara no se siente lástima.
—John… — Daisy se levantó del suelo y la miré.
—¿A dónde vienes? — le pregunté, al ver que trató de acercarse.
—Yo nunca le he hablado de ti, John.
—Quien miente una vez, miente muchas veces más; no quiero a mi lado a una mentirosa y traidora como tú— miré a Kwan—. Ya que es tu panterita, ahí te la encargo, haz lo que quieras con ella.
—John, ¿Qué estás diciendo? — preguntó Daisy secando sus lágrimas.
—Que oferta tan interesante, por supuesto que me la llevo; al lado tuyo solamente estaría peligrando.
—¿Así de fácil me tiras a un lado, John? — preguntó Daisy.
—Fuera de mi vista, ahora arréglatelas como puedas. No creo que necesites mi ayuda, ya tienes quien te ayude ahora.
—Tú no puedes hacer eso. ¿Qué quieres que haga para que me perdones, John?
—¿Quieres saber lo que quiero?— me acerqué y llevé mi mano a su mentón—. Que te largues y no me irrites más con tu carita de víctima, esas lágrimas de cocodrilo no funcionan conmigo.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan cruel?
—¿Por qué tienes que ser tan mentirosa e irritante? Son preguntas que no tienen respuesta.
—Tú no puedes entregarme a cualquiera. ¿Tan poco te importo?
—¿A ti quién te dijo que me importabas? Te has estado haciendo ideas erróneas. Te lo dije desde un principio, y aún así, te crees que el simple hecho de mencionar esas tonterías, va a cambiar algo en este momento; lamento decirte que te equivocas.
—Entonces ¿Por qué me confundes?
—Yo no te confundí en ningún momento, tu misma te confundiste. Era una maldita y simple regla, pero nunca sigues nada. Cuando empezamos nuestro acuerdo quedamos en eso, y has roto todo lo que acordamos. Creí que quizás tu si eras diferente, pero me equivoqué, resultaste siendo peor. Ahí tienes a uno nuevo para abrirle las piernas.
—¡Desgraciado!— trató de darme una bofetada, pero la sujeté en el aire.
—Fuera de mi vista y no te quiero volver a ver nunca más en mi vida, Daisy. Desde en hoy en adelante, para mí estás muerta — le solté la mano y caminé hacia Kwan —. Y tú y yo tenemos asuntos pendientes, pero en otro momento lo haremos, ahora no me interesa matarte.
—¡John! — la escuché gritar, y aún así seguí caminando.
No quería verla más. Sentía alguna especie de presión en el pecho, la rabia que tenía me estaba consumiendo por dentro. Debí matarla, ¿Por qué demonios dudé? Solo debía jalar el gatillo y problema resuelto, ¿Por qué mi mano tuvo que temblar en ese pequeño instante?
Daisy
—Ya no le ruegues a ese desgraciado, creo que él fue muy claro, panterita.
—Él siempre es así. Estoy segura que lo hizo por enojo, no porque realmente sienta todo eso.
—¿Lo estás justificando, panterita? ¿Puedes decir eso, cuando al llegar vi que tenía el arma en tu boca, y que no iba a dudar en jalar el gatillo?
—Él no iba hacerlo. Si él quiere hacer algo, nada se lo iba a impedir, y que estuvieras aquí no iba a ser la excepción.
—Él no te quiere. ¿No puedes entender eso?
—Aunque no me quiera, yo quiero estar al lado de él. John fue quien me ayudó cuando más lo necesité, y aunque no corresponda mis sentimientos, yo no puedo dejar que esto se quede así entre los dos.
—Que mujer tan masoquista eres.