Chereads / Bailando con la muerte / Chapter 4 - Capitulo 3: Hay errores de los cuales no se puede escapar.

Chapter 4 - Capitulo 3: Hay errores de los cuales no se puede escapar.

"Lucia, querida hija, te haré una pregunta y espero que me respondas con la mayor sinceridad posible. ¿Por qué le hiciste tal propuesta al Duque?"

En la gran sala de estudio, cinco pares de ojos observaban a un par ambarino. Este último, parecía inmune al pesado ambiente que le rodeaba. Su postura era erguida sin ningún signo de debilidad y su rostro, calmado y lleno de seriedad parecía imperturbable.

Sin embargo…

'¡Maldito Duque egocéntrico de mierda!'

Su corazón era un campo de ira, la cual sería difícil de ventilar. No obstante, la presente reunión no era el lugar adecuado para hacer tales actos.

Sus padres, su hermano menor, el mayordomo de la familia y Nadia, su sirvienta, estaban aguardaban por su respuesta mientras sus miradas, las cuales variaban entre preocupación y seriedad, se negaban a apartarse de su persona.

Su "Prometido" hace tiempo se había marchado, no sin antes dejar unas palabras de despedida… o mejor dicho, advertencia.

'He decidido dejar la planificación de la boda en manos de la casa Enaid, puesto que mi presencia no es de requerimiento para el mismo… También, espero que mi futura esposa pueda ser capaz de prescindir en cuanto formular bromas como la anterior se refiere. De ser así, espero que el Conde tenga la capacidad de presentar su cara ante el rey'

La reunión con el Duque termino en tensión para ambas partes, y ante tal situación, Nadia solo pudo acudir ante el Conde.

Este había recibido al Duque antes de su reunión con Lucia, y después de intercambiar unas breves oraciones se retiró a su estudio para dedicarse a revisar algunos documentos pendientes con la ayuda de su mayordomo. Estaba algo nervioso por la reunión de su hija con su futuro yerno, pero sabía que su presencia era innecesaria. Su hija definitivamente lo echaría de la habitación en cuanto lo viera alegando indirectamente que arruinaría su tiempo con el Duque.

Aun así no podía evitar estar preocupado. Ok, Nadia estaría presente durante toda la reunión. Pero, eso no podía calmar sus nervios. Su hija estaría a solas con un hombre que no era parte de la familia y además, planeando su boda.

¡Era imposible estar tranquilo!

Así que, el contrariado Conde, refugio su alarmada mente en el trabajo. Su esposa lo acompañó minutos después, sabía que su marido estaría con los nervios de punta por la reunión de la pareja. Así que, cargando una bandeja aperitivos y té, irrumpió en su estudio y lo convenció de tomarse un descanso del trabajo; esto en un intento de aliviar sus nervios.

¿Quién pensaría que en tan solo unos cuantos minutos la reunión de su hija con el Duque traería una situación aún más estresante no solo para él, sino para toda la familia?

Al enterarse de los hechos todo nerviosismo había abandonado el cuerpo del Conde Enaid, reemplazándolo por puro estrés.

Lucia miro a su padre fijamente antes de abrir sus labios para responder "Llegue a la conclusión de que mi comportamiento egoísta y desconsiderado había causado que el Duque aceptara de manera forzada un acuerdo matrimonial que solo provocaría su disgusto y odio, no solo hacia mí, sino hacia la familia. Principalmente a ti, padre"

"Por ello, ¿propusiste la anulación del compromiso y declaraste que aceptarías todas las repercusiones del mismo hasta el punto de rebajarte a pedir disculpas por tu osadía?" Esta vez, fue la Condesa quien realizo la pregunta. Sin embargo, a diferencia de la preocupación que se arraigaba al rostro de su marido, el suyo era pasivo hasta el punto de que una suave sonrisa adornaba sus labios.

De todos los presentes, ella era la más calmada. No obstante, Lucia podía percibir que una presencia sombría se asentaba en la habitación con cada palabra formulada. Por un momento sintió que si respondía algo malo iba a pasar.

"Es correcto" aunque tenía sus dudas, aun así respondió sin tapujos.

Todos en la habitación sintieron como la temperatura caía en picada tras su respuesta.

"Ma-Mamá tranquila, creo que la hermana mayor solo está nerviosa por su primer encuentro con el Duque y por ello, ha dicho cosas fuera de lugar" el primero en intervenir fue Joseph, el hijo menor de la pareja Condal, quien se encontraba ocupando uno de los sillones individuales de la habitación al igual que Lucía.

Anteriormente estaba tomando sus clases de histología espiritual cuando la sirvienta personal de su madre llego a su habitación para informarle lo ocurrido en la reunión de su hermana. No dudo un minuto en apresurarse al estudio de su padre. Sabía que esta vez, su hermana había sobrepasado el límite de su raciocinio y solo él podría ser mediador un buen mediador en esta situación.

Al escuchar la persuasión de su joven hijo, la Condesa dirigió su rostro hacia este y sin borrar la suave sonrisa de su rostro respondió: "Joseph, querido, es mejor que mantengas el margen." Aquellos ojos verdosos y ligeramente curvados miraron al joven Joseph con ternura. Pero, la advertencia estaba claramente reflejada en ellos.

Cabello rubio y brillante, como el sol al amanecer, piel cremosa cual pareciera sonrojarse ante el más leve roce, labios rojizos como pétalos de amapola en plena floración y ojos verdosos cual pasto en primavera bañados por el rocío.

Amelia Lisareis Warlest, hija de Andrew Warlest Almirante general y maestro de la orden de caballeros Lumirak quienes son responsables de resguardar la seguridad del castillo, una mujer que a pesar de venir de una casa militar poseía una apariencia gentil y amable capaz de encandilar los corazones de los hombres de altos rangos de nobleza.

¿Cuántos no cortejaron su mano y fallaron en cada intento?

Pero, esto nunca se debió a la falta de persistencia. Sino, a la pérdida de la misma. Solo bastaba una oración de la joven dama para que cada pretendiente dispuesto perdiera su valor de cortejarla.

Pues a pesar de su apariencia suave y gentil, el carácter de la joven mujer era algo que no podía ser desafiado. Todos los caballeros llegaban a una sola conclusión después de conocerla: una flor hermosa es igual de peligrosa que el árbol que la engendro.

Tanto padre como hija eran como dos gotas de agua, no en apariencia, pues el único rasgo distintivo que ambos compartían era su color de ojos, más bien era su peculiar forma de afrontar aquello que encontraban molesto o problemático de resolver.

"No es bueno robar la palabra de tu hermana en respuesta a este asunto querido" prosiguió a aconsejar la sonriente Duquesa a su hijo, este último no dudo en cerrar la boca y fingió ser uno con el aire.

No solo Joseph intento fundirse con el aire, Nadia y Alphir intentaron mezclarse con las paredes y guardaron rotundo silencio.

El Conde Enaid quiso hacer lo mismo, pero le fue imposible. El estado de ánimo de su esposa en este momento es una alerta peligrosa para todos y más aún, para él. Por tanto, intento calmar al demo… su esposa. "Cariño, Joseph tiene razón es mejor llevar las cosas con calma y-"

"Liosha…" La sonrisa de la Condesa se atenuó cada vez más.

"Continua querida" después de ser llamado por su nombre de pila por su esposa, el Conde Enaid no se atrevió a replicar nuevamente.

Lucia observo un tanto consternada a la Condesa quien mantenía a raya a todos los presentes. Era como si cualquier comentario en contra de su palabra, desataría una avalancha de problemas al instante. Lucia no podía evitar que el mal presentimiento se profundizara aún más en su corazón.

Al ver que ya no habría más interrupciones, la cara sonriente de la Condesa volvió toda su atención a su hija. "Lucia, mi querida niña, ¿estas consiente de lo que acabas de afirmar?"

Lucia iba a responder pero al encontrarse con la mirada nerviosa de su "hermano", frunció el entre cejo y decidió callar.

Al ver la impotencia de su hija, los arcos que conformaban la sonrisa de la Condesa Amelia cayeron hasta volverse una línea en sus labios, aquellos ojos verdes llenos de amable ternura y calor se transformaron en espejos fríos cual piedra de jade. "Cuando declaraste abiertamente tu favor hacia el Duque cedí y deje que disfrutaras de dicho sentimiento, el primer amor de una joven dama es algo único y solo se experimenta una vez. Deje que la primavera inundara tu corazón. Ese fue mi primer error"

Lucia encontró su voz para replicar, pero basto que su 'madre' entrecerrara sus ojos para que las palabras se volvieran a su estómago.

"El segundo fue, permitirte que persiguieras abiertamente al Duque, a expensas de que todos en el imperio te tomaran como una chica sin etiqueta. Pero, como yo también pase por dicho acontecimiento con tu padre…" ante la mención de ello, Amelia poso su mano sobre la de su esposo y procedió a acariciarla con suavidad. Al sentir aquella mano juguetona sobre la suya el Conde Enaid desvió la mirada hacia otro lado mientras un leve sonrojo se esparcía por sobre sus mejillas hasta la punta de sus orejas. Obviamente estaba avergonzado. "Pero, no pensé que tal persecución terminaría en un intercambios de favores por un matrimonio. De haberlo sabido, te hubiese enseñado la forma correcta de perseguir a un hombre" la Condesa suspiro con remordimiento ante aquel desliz de su parte.

El Conde, al escuchar aquellas palabras, volvió la mirada consternada hacia su esposa. Sus labios se abrían y cerraban pero ninguna palabra salía de allí, y el rojo de sus mejillas parecía incrementarse con cada segundo que pasaba.

"¡Lily!" cuando por fin pudo encontrar su voz, lo único que pudo hacer fue exclamar con nerviosismo el apodo de su esposa.

"¿Querido?" respondió la Condesa de forma inocente, volviendo una mirada cariñosa hacia su colorado esposo. Al notar la vergüenza y tartamudeo de este, la cual no pasaba del "tu,tu,tu" decidió no seguir molestándolo aunque lo encontró, como siempre, extremadamente adorable.

Con este breve interludio, el ambiente sombríamente frío subió varios grados de calor. Y con ello tres personas, que habían sido olvidadas en la habitación, pudieron exhalar un suspiro de alivio.

Sin embargo, el alivio no duro lo suficiente.

"Tu madre puede ignorar todos esos errores insignificantes, hasta el hecho de que seas tan imprudente de querer romper el compromiso que tanto te esforzaste en obtener" la Condesa Amelia volvió a hablar mientras miraba a su esposo quien nuevamente había apartado la mirada y se escondió como un niño de los ojos de su esposa. Solo que, al escuchar aquellas palabras un leve escalofrió surco su columna vertebral.

'Tengo un mal presentimiento'

"Pero, ¿cómo puede mi hija poner su honor y orgullo bajo los zapatos de un mísero Duque de mierda? No, más importante ¿Por qué planteaste una compensación tan absurda, como lo es aceptara el castigo de la reclusión e inquisición social? ¿A caso ya no valoras el apellido de esta casa? " El tono de voz de la Condesa fue pesado desde la primera hasta la última palabra. Lentamente volvió su rostro sonriente hacia Lucia y esta última por fin entendió el por qué su 'madre' podía mantener a todos los presentes, incluido el Conde, con la lengua dentro de sus bocas.

Los ojos de Lucia se abrieron en un deje de asombro al escuchar aquellas maldiciones salir de la boca de una mujer cuyo título nobiliario es tan destacado entre la jerarquía monárquica. Sin embargo, había otra cosa más de la cual asombrarse.

'La presión que irradia su delgado cuerpo es semejante al de un capitán de infantería'

"Mamá, aunque estemos en la mansión, no deberías maldecir al Duque…" susurro Joseph por lo bajo como consejo a su madre.

"¡Es un maldito soberbio de mierda!, ¿Que hay que ocultar?" respondió su madre dedicándole una mirada con la suma tranquilidad que la caracterizaba. Esto provoco que su hijo, sin saber cómo enfrentarse a esos ojos llenos de sinceridad desbordante, tosiera con incomodidad. El Conde Enaid era el más tranquilo, hace mucho tiempo se había acostumbrado a la venenosa lengua de su esposa.

Su mayordomo a un lado mantuvo la calma ante la presente situación, parecía un estanque de agua imperturbable, Nadia por su parte, solo pudo suspirar en silencio mientras se preguntaba por qué la esposa del almirante general había dejado que su hermosa hija adquiriera tanto malos hábitos de su padre, hasta el punto de no retorno.

Lucia, quien parecía haber sido olvidada brevemente, aprovecho esta oportunidad para expresar en un argumento válido sus acciones.

"Madre, Padre y querido hermano Joseph" llamo Lucia. Los mencionados volvieron su atención hacia la joven dama. Su rostro denotaba 'convicción' y 'seriedad', sin embargo sus ojos reflejaban la 'culpa' de haber puesto este problema sobre su familia. "Sé que no está bien para mí, como hija de la casa Enaid, el sugerir tales compensaciones. Pero, no encuentro otra forma de compensar mis errores y actos de ofensa hacia la casa Ducal de Marwoleath. He causado muchos problemas con mi egoísmo impertinente, no solo al Duque, sino también a esta casa. Si mi exclusión del ámbito social, así como mi disculpa pública ante la casa del Duque puede suavizar la mala voluntad creada, estoy dispuesta a ello." Lucia miro a su madre y trato de sonreír a modo de disculpa antes de decir. "Espero que madre sea capaz de disculpar este acto de "asumir la derrota" por parte de esta hija"

En el poco tiempo que había convivido con 'su' familia, para saber que la Condesa era el 'jefe' de esta casa.

La Condesa Amelia observo la 'triste' disculpa de su hija. Ambas mantuvieron la mirada en la otra hasta que la Condesa abrió sus labios para decir en alago "Estoy un poco decepcionada de tu propuesta, hasta el punto de que escribiría una carta de recomendación a tu abuelo y te enviaría a las barracas los soldados primarios a recibir su 'entrenamiento' personal hasta que tu fuerza de rebeldía se agote y se pueda formar la racionalidad que se necesita de una joven a tu edad. Y así, comprobar si se puede rescatar de ti algo que valga la pena llevar hasta el altar." El tono de voz de la Condesa era cálido al hablar pero las palabras que lo acompañaban no sonaban tan hermosas como este las trataba de hacer sonar. Cualquiera que la escuchase pensaría que estaba hablando con un mísero condenado en lugar de su propia hija.

"…" La sala se quedo en un mortífero silencio, en el cual todos compartían el mismo pensamiento.

'¡Que mujer tan despiadada!'

"Pero…" la condesa prosiguió a hablar nuevamente "Admiro tu coraje hija." El aprecio rebosaba en su tono de voz melodioso. La sonrisa volvió a ocupar el surco de sus labios, sin embargo, esta no llego hasta sus ojos. "Solo que, la humillante compensación que ofreces por la ruptura unilateral solo se podría aplicar si tu compromiso hubiese sido establecido por la vía normal"

"Nadia ya me contó sobre eso" dijo Lucia en un suspiro melancólico, ¿Por qué no pudieron hacer este compromiso de forma normal? Se preguntaba. Y con esta pregunta los reproches hacia 'Lucia' volvieron a aparecer en su corazón. "Mi compromiso está bajo el amparo del contrato de alianza ceremonial, en el cual está estampado el sello real"

"¡Oh!, veo que tu pequeño cerebro aun funciona hija mía, ¿No es grandioso cariño?" pregunto con emoción la condesa a su marido dejando a la visita sus perlados dientes mientras sonreía. Como si expresara 'Todavía hay esperanza'.

"Querida…"

"¿Si, Liosha?"

La mirada expectante de su esposa causo que la columna vertebral del Conde se sacudiera de forma estrepitosa.

"…Na-Nada"

'¿Dónde está tu honor como Conde?' los labios de Lucia se crisparon al ver a este par de gato y ratón. Era más que obvio quien era el gato.

"Hermana, un compromiso basado en el contrato de alianza ceremonial no puede ser roto. El sello real es un símbolo de ley absoluta" Esta vez, aprovechando la distracción de su madre, Joseph tomo la palabra.

"Si, lo entiendo. Por eso… "Lucia se levantó de su asiento y sin observar la mirada desconcertada de su hermano, camino al frente de su padre e hizo una reverencia. "Pido al padre que me ayude a conseguir una audiencia con el rey"

Todos los presentes presentaron diversos rastros de conmoción en su rostro, destacándose más el de Nadia entre todos.

"Mi querida hija, veo que tu forma de ver las cosas ha superado los límites impuestos por el pensar humano" interrumpió la Condesa con risa un tanto condescendiente. El ambiente tenuemente tranquilo que se había logrado acentuar hasta hace poco, volvió al punto sombrío anterior. A este se le sumo una densa presión en la atmosfera.

Lucia, quien todavía estaba inclinada en una reverencia, alzo su rostro al escuchar aquellas palabras. Unos ojos verdosos como jadeíta la miraron sin rastro de calor alguno. Fue hasta entonces, que Lucia pudo entender las cosas no podrían resolverse como las había estado planeando.

Sin embargo, la Condesa no le dio oportunidad de lamentarse.

"¿Crees que las cosas son así de fáciles como las estas proponiendo? ¿A caso piensas que el Rey tiene la obligación de escuchar a una simple chica noble que en aras de haber encontrado la iluminación para reconocer sus errores, ahora quiere prescindir del compromiso que lleva el sello de la familia real? Dime hija mía, ¿Dejaste tu cerebro en mi útero? Por qué no puedo entender como di a luz a una niña tan irracional e irreverente, que no sabe distinguir su límite en términos de vergüenza." Las palabras de la Condesa salían sin reparos de sus labios. "Aunque te hemos consentido desde pequeña, también te hemos enseñado a entender que puntos pueden ser rebasados y cuáles no cuando de querer algo se trata, y siempre fuiste muy comprensiva entorno a ello. Pero al parecer, has olvidado todo eso.

El conde Enaid observo el rostro afligido de su hija ante las severas reprimendas de su esposa, antes de observar el rostro malhumorado de esta última, el cual estaba carente de compasión alguna hacia Lucia, después de un minuto de silencio dejo escapar un suspiro de cansancio y sin esperar más adopto una postura recta y con seriedad prosiguió sentenciar. "No pediré ninguna audiencia con el Rey, Lucia. El compromiso seguirá su curso, y dentro de tres semanas se llevara a cabo tu ceremonia de bodas"

Lucia, aunque quería protestar, se obligó a bajar la cabeza. Desde el momento que escucho las palabras de la Condesa, había dado por perdida esta negociación. Su forma de hacer las cosas era demasiado libres para que las personas de este lugar la aceptaran. Era otro tipo de monarquía, otro lugar con normas más estrictas que de donde ella venia y su sentido común no aplicaba aquí. Por tanto, por más que quisiera le era imposible eliminar las cosas que 'lucia' había dejado atrás.

Al ver que su hija se mantenía en silencio, el conde continuo "Tu tiempo de ser inflexible acabo, Lucia. Las personas son dueñas de sus elecciones y por tanto aceptan las consecuencias que están traen consigo; aunque se hayan arrepentido de las mismas de forma tardía. Me alegra que te hayas dado cuenta de tus errores para con este compromiso, pero ya es muy tarde para que salgas de el"

Como padre, también tiene que admitir parte de la culpa, si él no hubiese cedido ante aquella amenaza de su hija, no estarían en esta situación. Ahora más que nada, lamenta haberla consentido tanto. Pero esta vez ya no puede ser blando, su hija ha tiene que asumir las responsabilidades de sus actos.

Al ver que su esposo se mantuvo inamovible en esta situación, la Condesa se sintió satisfecha. Amaba a su hija, ¿Qué madre no ama a sus hijos? Sin embargo, hay casos en los que el amor no es suficiente para ayudar a sus hijos a entender cuando se equivocan y aceptar lo que viene con ello.

"Esta conversación concluye aquí, "mañana enviaras una carta al Duque expresando tus disculpas por lo ocurrido y en la misma solicitaras que se vean nuevamente dentro de dos días para discutir los planes de la boda" ordeno la Condesa, su sonrisa había vuelto a su rostro y su mirada había recobrado la vivacia y el cariño que la precedía. "Hasta entonces querida hija, estarás recluida en tu aposento y te dedicaras a estudiar los libros de la filosofía análoga espiritual de Makiev y harás un ensayo de cuarenta páginas sobre el mismo, también practicaras tu bordado para que dentro de tres días inicies la confección de tu vestido de novia y por último, de ahora hasta el día de tu boda, asistirás a clases 'especiales' bajo mi tutoría. ¿Quedo todo claro, Hija?"

Lucia se mantuvo en silencio, desde el momento en que realizo la reverencia en petición a su padre, había mantenido la misma postura; solo levanto el rostro cuando su 'madre' comenzó a resaltar todas sus imperfecciones mientras la reprimía y hasta entonces no lo había vuelto a inclinar. No obstante, en su rostro no mostró enojo ni tristeza ante la conclusión de este asunto, aunque tampoco, podía ocultar la decepción de no haber logrado lo querido. Miro a 'sus' padres y medio minuto después bajo la cabeza y se inclinó más profundamente. "Esta hija obedece"

Joseph, quien se había mantenido al margen, observo la aceptación de su hermana con respecto a su casamiento y no sabía cómo dividir su corazón. Estaba preocupado por los sentimientos de su hermana, pero también confundido por la sumisión de ella. ¿No replicaría como siempre? ¿Acaso esta vez el golpe fue tan duro que no se atrevía a hacerlo?

El Conde Enaid también frunció el ceño ante la delegación de su hija en este tema. Sin embargo, no abundaría en ello. Esta situación no se podría comparar con la anterior, esta situación ya no solo trataba de las diferentes castas nobles, también incluía la presencia del palacio real en ella. Así que, a su hija, no le quedaba más opción que conceder.

La Condesa no mostro rastro de duda en su rostro, pero si en su corazón. Aun así, durante las próximas semanas, se encargaría personalmente de borrar de la cabeza de su hija, toda idea de retirada. Aunque le duela como madre, tiene que hacer madurar a su hija. Aunque sea renuente a entregarla en matrimonio, en este caso, no hay opción.

"Nadia" llamo a la sirvienta, quien desconcertada al principio por las preocupaciones que inundaban su corazón, se apresuró a responder luego de sacudir la cabeza a modo de despeje. "Lleva a mi hija a su habitación, y busca en la biblioteca el libro acordado para la tarea que le encomendé"

"Si, mi señora" Respondió Nadia, esta vez, sin mostrar distracción alguna mientras se encaminaba hasta el lado de su joven dama para guiarla hasta su alcoba nuevamente.

Lucia, volvió a realizar una reverencia hacia sus padres y girándose, siguió a Nadia hasta su habitación.

Aun cuando las puertas se cerraron a sus espaldas, los ocho pares de ojos mantenían la vista fija en ese lugar.

"Mamá, ¿Crees en las palabras de la hermana mayor?" pregunto Joseph con duda.

"No" respondió la Condesa quien luego de unos segundos aparto la mirada de las puertas y poso en su hijo. "Sin embargo, aunque ya no quiera tendrá que casarse"

"Espero que esto pueda terminar bien" suspiro el Conde llevando su mano derecha a su frente con impotencia.

"Disculpe mi atrevimiento mi señores, pero ¿No han pensado en la probabilidad de que la joven señorita intente escaparse para eludir la boda?" Pregunto Alphir, el mayordomo. Este no había dicho palabra alguna desde el comienzo.

"…" tanto padre como hijo se sobre exaltaron al escuchar aquella pregunta.

¡No habían pensado en eso!

"No creo que la hermana mayor sea capaz…" comento con una risa incomoda, Joseph.

"Pero, ¿y si…?" le siguió el Conde con preocupación.

"No lo hará" declaro la Condesa, ambos volvieron la mirada hacia ella y al toparse con su brillante sonrisa sus espinas vertebrales se sacudieron al unísono. "Le romperé las piernas antes de que llegue a pensar en ello"

Lucia, quien no sabía de aquella declaración, estornudo al subir las escaleras.

"¿Se encuentra bien señorita?" pregunto Nadia, tenía miedo de que su joven dama pescara un resfriado. Ahora se lamentaba el haberla dejado tanto tiempo en la bañera.

"No es nada, solo fue un estornudo" se excusó Lucia, "Quizás es por el polvo"