El agua fría había mojado mi cuerpo por completo ¿Qué acaba de pasar? Miré alrededor y un hombre alto le estaba gritando cosas que no comprendía al otro hombre desnudo a mi lado. Pensé lo más rápido que pude me levante y tome mi ropa en el camino, corriendo hacia el ascensor. Justo en el momento que se cerraron las puertas vi cómo venía el hombre enojado hacia mí, tenía que correr, ya.
Al salir del elevador empecé a correr sin tomar en cuenta la fuerte jaqueca que estaba por darme, la adrenalina retenía el dolor ligeramente. Observe por mi hombro que el sujeto estaba persiguiéndome y aceleré mi andar mientras sacaba de mi bolsillo mi celular para llamar a Axel.
—Por favor contesta, me van a asesinar —dije desesperado por una respuesta de mi supuesto salvador.
—¡VEN ACÁ MALDITO BASTARDO!
—Phoenix ¿Qué mierda me haces llamando tan temprano? ¿Acaso tú no tienes resaca y quieres presumir? ¿O qué?
—¡Por el amor de Dios! Me van a asesinar, ¡Ven a buscarme!
—Come mierda Phoenix, no me hagas bromas luego de emborracharnos así —Él colgó, esa fue mi sentencia de muerte.
Sentí el fuerte golpe hacia la asquerosa realidad, un dolor magistral de cabeza me atacó y al cerrar los ojos de dolor caí al suelo. El hombre me alcanzó, no logré abrir mis ojos cuando había impactado su pie contra mi estómago una y otra vez, hasta que no pude aguantar más y empecé a vomitar. El sujeto al darse cuenta me escupió y se fue insultándome.
Mi mente estaba dispersa, estaba mareado y sentía que podía vomitar más. Las personas me miraban con asco y seguían pasando, pensé que moriría, bajo el sol del verano atacando fuerte mi resaca, haciendo que cayeran gotas de sudor por mi rostro, no aguantaba el dolor, deseaba morir ahí mismo. Ya no veía nada, solo escuchaba una suave voz femenina pidiendo ayuda ¿Skyler? No lo podía creer. Me llevó hasta la casa de Axel, tenía que sacarme de las responsabilidades de descubrir a un menor de edad con semejante aspecto. Desperté correctamente en la cama de mi amigo, el dolor seguía matándome, hasta que levante mi mirada hacía mi amiga ofreciéndome una pastilla, la cual obviamente tomé. Volvía a escuchar gritos y solo cerré los ojos y respiré profundo, estaba harto de los gritos, pareciera que todos querían que muriera, así que fingir estarlo tal vez me ayudaría. Pues cometí la peor decisión de mi vida, alguien tomó mi brazo jalándome fuera de la cama y cuando abrí mis ojos notando quién era, mi madre.
Sus ojos enojados denotaban su infinito odio ante mí y estas situaciones, definitivamente nunca debía decir nada, debíamos permanecer en este silencio que asesinaba nuestro supuesto vínculo cada vez más, debíamos fingir que conocíamos los sentimientos del otro y que nos conocíamos a la perfección, por supuesto. Empezó a caminar hasta la salida de la casa y me empujó hacia el interior de auto haciendo que golpeara mi brazo, lo tenía claro, yo era el idiota. Todo el camino fue silencioso, conducía mi padre, él tampoco decía nada, pero yo sabía que al llegar, el infierno se desataría.
—¿¡Por qué mierda me haces esto Phoenix!? ¡Sabes que ya tengo suficiente con las llamadas de atención!
—Espera, Marie —dijo mi padre —,Estoy cansado de ver a tu madre sufrir, me importa una mierda que no pases las noches aquí en la casa, por mi mejor si te vas, estas poniéndola demasiado complicada ya, podríamos tranquilamente enviarte a un internado de limpieza para que ya dejes de pudrir nuestra vida como familia —Él estaba bastante enojado.
—¡Estoy harto de tí pedazo de imbécil! ¡No tienes derecho a mandarme a mí y menos a mi madre! ¡No te atrevas a fingir que eres mi padre! —grité plantando cara.
Sentí cómo un puñetazo limpio me tiró al suelo, terminando de sacar las lágrimas que tenía ocultas en mis ojos. Dejé de escuchar los gritos que resonaban alrededor, todo sonido estaba puesto bajo del agua; me impulsé con mis débiles y delgados brazos tratando de huir de ahí, tomé lo poco que tenía, lo poco que necesitaba y nada de lo que realmente amaba de esa casa. Vi a mi hermana pequeña en las escaleras y sólo le di un beso en la frente para escapar de ese lugar.
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Estaba perdido, no podía ir a ningún lugar, no es como si los padres de mis amigos me recibieran con los brazos abiertos, me llevarían de vuelta a esa casa a la que no quería volver jamás. Mi mente pensaba que ya no podía caminar a ningún otro lugar, pero vi la escuela, ese lugar que odiaba tanto, tenía que intentarlo.
Entré al lugar intentando que los directivos no me vieran, era medio día así que el lugar estaba lleno de miembros de clubes. Abrí una puerta que parecía un salón vacío y entré comprobando que no hubiera nadie, pero observé un distintivo cabello rizado de color azul, pintando en un caballete. Ella me observó extrañada, pero no hizo nada, siguió pintando, pero me miraba de reojo mientras lo hacía. Decidí retroceder para ir a otro lugar pero ella gritó fuertemente, me asuste y tiré unos pinceles en un escritorio.
—Maldita sea —Sujeté mi pecho sintiendo mi corazón acelerado por el susto.
—¿Podrías volver a donde estabas? Y en la misma posición si es posible.
—¿Acaso me estabas pintando? ¿Quién te dio permiso para esa mierda? —Creo que es obvio que estaba molesto.
—Perdóname, encontré algo de inspiración en tí, tu rostro se ve demacrado e hinchado y tu vestimenta no está bien acomodada, la desdicha en tus ojos es tan grande —dijo señalándome tímidamente.
Sinceramente no pude decir nada, era tan extraño que viera algo en mi sufrimiento, era un egoísta, pero ¿Por qué era el único que se sentía mal? Nadie era capaz de entender por lo que pasaba y venía esta y decía que mi desdicha era inspiradora, me caga su filosofía.
—¿Por qué mierda mi sufrimiento tiene que ser inspirador para tí? ¿No deberías al menos preguntar por mi apariencia? —Unas lágrimas querían salir por mis ojos pero no se atrevían.
—No necesito saber por qué estas sufriendo, estás sufriendo y eso ya es lo suficientemente desgarrador —Siguió pintando mientras las lágrimas en mis ojos eran capaces de caer por si solas.
—Es demasiado cínico que encuentres algo en mi dolor.
—¿Por qué debe serlo?
No soporté más sus palabras y me fui de ese lugar, sabía que ya no tenía nada que hacer ahí, no quería escuchar más sus palabras, necesitaba correr, necesitaba huir. Mis piernas no encontraron su movilidad cuando choque con alguien saliendo del Instituto. Levanté mi mirada para ver de quién se trataba, era un chico de mi clase, un idiota igual que todos; intenté escaparme de esa situación pero el habló antes de retirarme.
—Phoenix White —dijo.
—¿Quién mierda eres tú? —pregunté con lágrimas en mis ojos.
—¿Estás bien? —adquirió con un deje de preocupación, seguramente al ver el hematoma en mi rostro, mi ropa descolocada y que apenas podía caminar sin que el golpe en mi estómago me hiciera ver estrellas.
—Vete a la mierda, quítate de enfrente —ordené intentando pasar a un lado del chico, pero este me detuvo tomándome del hombro. —. Sueltame por favor —supliqué cerrando los ojos.
Sentía que en cualquier momento volvería a llorar, estaba desesperado, no tenía a donde ir y además seguía sin sentirme bien, estaba muy adolorido y quería desaparecer de la vista de este imbécil antes de romperme delante suyo. Pareció preocuparse aún más, me parecía hipócrita, ahí todos lo eran.
—Quieres... ¿Quieres contarme que pasa? —sugirió y de nuevo intenté alejarme de él, no soltó mi hombro haciéndome la huida imposible.
—Solo déjame en paz, por favor —Esperaba que atendiera a mis súplicas, necesitaba irme.
—Vamos, dime que te pasa.
Me sentí acorralado y una lágrima resbaló, no pude contenerla, el nudo en mi garganta crecía cada vez más, estaba a punto de echarme a llorar.
—Necesito irme —rogué con la voz rota bajando la mirada —, por favor déjame irme.
—¿A dónde vas? ¿Quieres que te lleve a casa? No te ves muy bien.
Negué, su voz estaba irritandome, no podía con la presión que este me estaba infligiendo, volteé agresivamente y planté la palma de mi mano en su mejilla, dando una sonora cachetada.
—No puedo volver a casa —mascullé con el ceño fruncido y mis lágrimas saliendo inconcientemente de mis ojos.
—Oh... Tú... —Tomó aire para continuar con sus palabras. — ¿Quieres venir conmigo? Déjame... Déjame ayudarte.
Me sorprendió su propuesta, pero lo pensé. No lo conocía pero, no era la primera vez que estaba en casa de un desconocido, este chico parecía querer ayudarme. Me ofrecía techo y es lo que más necesitaba en ese momento, eso y un puñado de ibuprofenos.
—Está bien, iré... Iré contigo.
¿Para qué querría echarme atrás ahora? No tenía a nadie, habían veces en las que estaba tan solo, veces en las que el mundo me daba una patada a la realidad que no quería enfrentar.
Una realidad que nunca enfrenté.