Curtius Parry consiguió para Bonnie un puesto de criada en una familia de Westchester, y habló con un especialista en cirugía plástica para que le eliminara la cicatriz. Habiendo hecho todo lo que podía hacer por ella, se hallaba descansando en su apartamento de la calle 45 Este, con una copa en la mano; Ed Malone, sentado junto a él en un cómodo sillón, tenía a su vez una copa en una mano y un cigarrillo en la otra.
¿Que no hay forma de encontrar a Tízoc? estaba diciendo Malone. ¿Y qué? Al menos salvaste a Bonnie de morir asesinada y nada menos que la justicia poética la libró de su brutal familia.
Están muertos, sí dijo Parry, alzando su tupidas cejas, pero siguen vivos en Bonnie, impregnándola poco a poco de su violencia. Pasará mucho tiempo antes de que dejen de lacerar sus entrañas, si tal cosa llega a ocurrir algún día. En cuanto a sus muertes, ¿fueron realmente ejemplos de justicia poética? Y respecto a Juan Tízoc, si te explico mi teoría sobre lo que le ocurrió, me tratarás de loco.
Vamos, explícate, Cursh dijo Malone. No voy a reírme ni a tratarte de loco.
Sólo te pido que no lo divulgues. Muy bien. Los Catskills no son una zona volcánica, pero Méjico sí lo es
¿Y? preguntó Malone, tras un prolongado silencio.
Considera por un momento la teoría que algunos de los habitantes del pueblo sostenían. Hablaban de los incendios espontáneos que tuvieron lugar en casa de los Havik cuando Bonnie tenía once años, e insinuaron que Bonnie era en cierto modo responsable de la aparición del volcán. Pero no sabían que en todo caso supuestamente auténtico de salamandrismo, como se le conoce, el fenómeno cesa siempre cuando el niño llega a la pubertad. Por tanto, Bonnie no pudo ser responsable.
Me alegro de oírtelo decir, Cursh comentó Malone. Temía que fueras a basar tu teoría en cuestiones sobrenaturales.
Sobrenatural no es más que un término utilizado para explicar lo inexplicable. No, Ed, no fue Bonnie quien calentó la arenisca y abrió la tierra en el maizal para impulsar toda esa materia incandescente sobre los Havik. Fue Tízoc.
Malone se salpicó la mano con el contenido de su copa.
¿Tízoc? inquirió.
Sí. Los Havik le mataron, y estoy seguro de que lo hicieron ciegos de rabia y de la forma más sangrienta. Luego, cavaron una tumba en el centro del campo, le enterraron, y allanaron el barro superficial para que no se notase. Esperaban que las raíces del maíz se alimentaran de Tízoc y que las mismas plantas destruyeran toda
posible evidencia de la tumba. Todo esto resultó de lo más apropiado ya que el maíz, y no creo que los Havik lo supieran, se cultivó por primera vez en el antiguo Méjico. Pero Méjico es al mismo tiempo tierra de volcanes. Y todo hombre, incluso muerto, se expresa a través del espíritu de la tierra que le vio crecer y de los métodos y materiales que tiene a su alcance.
»Los Havik no sabían que el odio y el deseo de venganza de Tízoc eran tales que ardía en ellos incluso muerto. Ardía de odio y su alma palpitaba con violencia, aún cuando su corazón había dejado de latir. Y fue la violencia de su odio y de sus deseos de venganza la que convirtió la arenisca en magma
¡Basta, Cursh! gritó Malone. He dicho que no iba a tratarte de loco, pero
Sí, lo sé repuso Parry. Pero piensa en lo que te voy a decir y luego, si puedes, propón una teoría mejor. Viste el informe de los geólogos sobre la composición y las proporciones relativas de los gases y cenizas expelidas por el volcán, y sabes que no son las que cualquier volcán de los estudiados hasta el momento actual ha expulsado.
Parry bebió un trago de whisky y apoyó el vaso en la mesa.
Tanto los elementos expulsados como sus proporciones relativas son exactamente los que componen el cuerpo humano.