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Chapter 216 - DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (26)

El día de Navidad, muchos huéspedes se detuvieron delante de la puerta del mundo de Turpin. Burton no fue el único sorprendido por el número de los compañeros de Gull. Al menos había cuarenta, todos ellos dowistas que Gull había conocido en el Valle. Parecían romanos, con sus largas togas blancas y sandalias, pero era improbable que los romanos hubieran llevado nunca turbantes con una gran D de aluminio.

D dijo Gull. D por Dow y por Dádiva. D por Dios, también.

Devastación y Destierro también empiezan por D murmuró alguien. Gull no se sintió afrentado por aquello, o al menos no lo dejó entrever.

Cierto, amigo mío, seas quien seas dijo dignamente. Devastación y Destierro para aquellos que no sigan el auténtico sendero.

Disgustante dijo la misma voz.

Decadente dijo otra.

Definitivamente Dudoso dijo una tercera persona.

¡Devastadoramente Decrépito!

Estamos acostumbrados a los insultos y a la repulsa de todos los T.M. dijo Gull. Pero incluso al más importante de los pecadores le es ofrecida Gracia en abundancia.

¿Qué demonios significa T.M.? dijo una mujer en voz baja.

No lo sé dijo Burton. No significa «Todo el Mundo», como cualquiera podría pensar. Gull y sus seguidores se niegan a definirlo. Dicen que cuando lo comprendamos, entonces la Gracia habrá descendido sobre nosotros y seremos uno de ellos.

Era una expresión utilizada muy a menudo peyorativamente por Lorenzo Dow para describir a sus enemigos dijo Frigate. No es que sea muy descriptivo, aunque realmente suena ominoso, puesto que sus enemigos jamás supieron lo que quería decir.

Fue un error invitarles murmuró de Marbot. No puedes mantener una conversación decente con ellos. Lo único que desean es convertirte. Tom debería haberlo pensado mejor.

¿Quién resucitó a Gull? dijo Sophie. Nadie en su sano juicio lo haría.

Nadie lo sabe dijo Burton. Le pregunté a la Computadora la identidad de la persona que había resucitado a Gull, Netley, Crook, Stride y Kelly, pero respondió que el dato era disponible tan sólo para una persona. No dijo quién.

Un rostro apareció en el círculo resplandeciente de la puerta.

¡Santa Claus! gritó Frigate.

El hombre llevaba un gran gorro rojo orlado de piel blanca, y una enorme y algodonosa barba blanca. Su piel era sin embargo demasiado oscura para el convencional San Nicolás.

Sí, soy Santa Claus dijo Turpin. ¡Tom Jo-Jo-Jo! Turpin en persona, para ser más exacto.

¡Felices Navidades! gritaron varios.

¡Felices Navidades a vosotros también! dijo Turpin. Tenemos todo esto lleno de nieve, pero no es la nieve a la que todos vosotros estáis acostumbrados. Al menos, creo que no. ¡Sois todos unos chicos tan buenos, jo, jo, jo!

La puerta se abrió de par en par, y hubo un embotellamiento cuando los que estaban delante intentaron pasar con sus sillones volantes al mismo tiempo. Eran Li Po y su grupo, la mayoría de ellos cargados al límite de la resistencia de sus aparatos con licores de varias clases. Nunca habían oído hablar de Navidad hasta la invitación de Turpin, pero se sentían ansiosos de aprender al respecto. Tras un cierto forcejeo y algunas amistosas maldiciones, Li Po consiguió organizarlos, y entraron de uno en uno. Burton y sus compañeros siguieron a continuación. Los dowistas fueron detrás; habían aguardado educadamente a que pasaran los dos primeros grupos a una orden de Gull. Burton notó que intercambiaban miradas de desdén y pesar de unos a otros. Evidentemente, no les preocupaba el alborotador comportamiento del chino.

Detrás de los dowistas iban Stride, Kelly y Crook, vestidas con elegantes aunque algo ostentosas ropas victorianas y llevando pendientes de diamantes y muchos anillos con enormes diamantes, esmeraldas y zafiros. Burton no se sorprendió al ver rostros masculinos que le eran desconocidos acompañándolas. Annie Crook iba acompañada por un hombre, las otras dos mujeres llevaban un hombre a cada brazo.

A unos seis metros detrás de ellas estaba Netley, vestido como un corredor de apuestas, resplandeciendo con joyas por todas partes y con una mujer colgando a cada brazo.

Tras ellos había un grupo de veinte personas que lo sobresaltaron. De modo que era cierto que habían sido resucitados algunos gitanos. Iban vestidos con las exóticas ropas que le eran familiares, puesto que había tenido tratos con ellos en Inglaterra y Europa.

Pensó en preguntarles si conocían quién había sido su benefactor, pero no tuvo ocasión de hacerlo. Luego ya fue demasiado tarde.

El grupo voló en una larga y dispersa línea bajo un temprano sol del mediodía y por encima de bosques, marismas, carreteras y vías de ferrocarril. ¡Turpin tenía un ferrocarril Descendieron sobre la zona señalada, Louis Chauvin Street, uno de cuyos extremos había sido acordonado como lugar de aterrizaje. La Pequeña St. Louis o Turpinville resplandecía con las luces de Navidad y los adornos y estaba llena del ruido de los juerguistas. Burton tuvo la impresión de que la cifra de dos mil que había oído hacía algunas semanas se había incrementado a cuatro mil. Las calles estaban atestadas de danzarines y juerguistas vestidos con las ropas más estrafalarias. Era algo más parecido al Mardi Gras que a la Navidad. Cinco bandas estaban tocando cinco tipos distintos de música, ragtime, dixieland, hot jazz, cool jazz, y espirituales. Manadas de perros vagaban por todos lados, ladrando.

El grupo se abrió camino por entre la multitud mientras las botellas de licor y los cigarrillos y los puros de marijuana y hashish eran pasados por encima de ellos. El olor a alcohol y yerba era casi sólido, y todo el mundo tenía los ojos enrojecidos.

Turpin, aún vestido con sus ropas de Santa Claus, estaba de pie en el porche delantero de su enorme cuartel general de ladrillo rojo para darles la bienvenida.

¡El porro está en efervescencia, la gente está alegre, y el jazz es perfecto! gritó

Turpin. ¡Dadme algo de piel, hermanos y hermanas!

Frigate era el único que sabía de qué estaba hablando. Tendio la mano hacia adelante, la palma hacia arriba, y Turpin le dio un fuerte palmada.

¡Así me gusta, hermano!

Mientras los otros seguían su ejemplo, Frigate le explicó a Burton que algunos negros de finales del siglo XX debían haber sido resucitados allí. Aquella forma de saludo procedía de aquella época.

Eso es lo que ha querido decir cuando ha dicho que estaba lleno de nieve por Navidad dijo Frigate. Señaló hacia dos negros que estaban sentados en los escalones, mirando al frente con ojos vacuos. Deben estar cargados de heroína. La llaman también nieve.

Turpin estaba lanzado, pero su estado de ánimo no era de la variedad alcohólica. Sus ojos estaban límpidos, y hablaba sin trabucarse. Todos los demás podían hallarse cargados y por lo tanto vulnerables, pero no el astuto Tom.

Entraron al vestíbulo del Rosebud, que era casi tan amplio como la Grand Central Station. Había una gran multitud ahí dentro, y veinte largas barras de caoba pulida u oro tras las cuales androides de piel blanca con librea servían las bebidas. Burton tuvo que pasar por encima de varios hombres y mujeres inconscientes para seguir a Turpin. Los llevó a un gran ascensor y en él al tercer piso. Entraron en una oficina, que Alice dijo que se parecía al salón de recepciones del Palacio de Buckingham.

Tom les pidió que se sentaran. Se detuvo de pie frente al escritorio de seis metros de largo y recorrió con la mirada al grupo antes de hablar.

Soy el jefe dijo. Yo dirijo este lugar como si fuera un traqueteante tren y yo el maquinista. Así tiene que ser. Pero les permito que se diviertan. La mayoría de ellos son buena gente, se comportan como corresponde, no van más allá de los límites que yo les he establecido.

»El problema es que sé que a algunos de ellos les gustaría ser el jefe, así que mantengo un ojo clavado en ellos como pulgas en un perro. La Computadora hace eso por mí. El problema es que yo no he elegido a la mayoría de la gente que hay ahora aquí. He estudiado el pasado de todos aquellos a los que he resucitado. Pero no puedo adivinar a quiénes van a resucitar aquellos a los que yo he resucitado.

«Además, aquellos a quienes les gustaría sentarse en mi trono forman dos tipos distintos de gente. La mayoría de ellos son personas a las que les gusta pasárselo bien,

habían sido putas y alcahuetes y músicos en la Tierra. Pero algunos de ellos son tipos de iglesia, miembros de la Iglesia de la Segunda Oportunidad o Nuevos Cristianos. Alzan un infierno acerca de los que son alzados del infierno, y los que son alzados del infierno alzan un infierno acerca de su interferencia.

¿Por qué no te desembarazas simplemente de todos ellos y empiezas de nuevo?

dijo Puñado de Estrellas.

Burton se sorprendió. La mujer raramente hablaba a menos que se le hiciera alguna pregunta directa o se le pidiera alguna opinión. Además, sus palabras eran extrañas, no se correspondían con lo que él sabía de su naturaleza.

Turpin alzó sus palmas.

¿Y cómo podría hacerlo?

Debe haber formas. La Computadora...

No soy un asesino de masas. Fui más bien duro en mis tiempos, pero no voy a masacrar a toda esa gente sólo para conseguir algo de paz y tranquilidad. Además, mantenerlos a raya me da algo que hacer.

Sonrió, y dijo:

Ya es hora de sacarlos de las calles y meterlos en el Rosebud. Vamos a tener una fiesta aquí, y no va a ser fácil meterlos a todos dentro.

Se dirigió a la pared detrás del escritorio, dijo unas palabras, y apareció un círculo resplandeciente. Entonces murmuró un código.

Se volvió, sonriendo aún más ampliamente.

¡Hombres, poseo el poder! Soy el Mago Merlin y el Mago de Oz en una sola persona y humeando como un habano de diez dólares. Soy el Gran Dios Turpinus, el Zeus negro, el poderoso Thor el Hacedor de Truenos, el Viejo Creador de Lluvias, el Jefe Vendedor de Aceite de Serpiente, el Fabricante de Marionetas.

Al cabo de tres minutos las nubes habían ocultado el sol, unas nubes que iban espesándose y ennegreciéndose. El viento empezó a soplar por entre los barrotes de las abiertas ventanas y alzó las togas, faldellines y faldas.

Todos estarán dentro antes de que ninguno de vosotros podáis bufarle a un gato

dijo. Algunos van a mojarse, pero eso no importa.

Hay gente inconsciente ahí afuera dijo Alice. ¿Qué hay con ellos?

Tendrán que correr su suerte. Además, les hará bien. Algunos de ellos necesitan un baño. Nadie puede pillar una pulmonía, de todos modos.

Les dio algunas instrucciones acerca de cómo mantenerse fuera de problemas si los borrachos se ponían pesados.

No deberían hacerlo. Les he dado órdenes de trataros con delicadeza aunque seáis blancos.

¿Qué hay acerca de nosotros? dijo Li Po. No somos blancos.

Lo sois para ellos. Cualquiera que no sea negro es blanco. Es un asunto de distinción semántica fina pero no sutil.

Burton se sentía en parte divertido por la última afirmación, y en parte irritado. El hombre iba cambiando deliberadamente del inglés culto al slang de los ghettos, como si deseara irritar a sus oyentes. O quizá para hacer un poco el payaso. O ambas cosas a la vez. En algún lugar en su interior existía un desprecio engendrado por el sistema de su tiempo establecido por los blancos. Puede que no fuera consciente de ello, pero estaba ahí. Según Frigate, los negros americanos de finales del siglo XX habían superado esto, o lo habían intentado, y afirmaban sentirse orgullosos de ser negros. Pero Turpin estaba jugando todavía a un juego del que no había ninguna necesidad.

Pero, tal como había dicho Nur, uno no debía sentirse orgulloso de ser negro o blanco. Uno debía sentirse orgulloso únicamente de ser un buen ser humano, y ese orgullo debía evitar los traspiés.

Turpin había respondido:

Sí, pero tú tienes que pasar por algunos estadios para llegar aquí, y sentirse orgulloso de ser negro es uno de ellos.

Un punto muy bueno había dicho Nur. No obstante, uno no debería quedarse atrapado en un estadio, sino trepar al siguiente.

Bajaron al vestíbulo, como Turpin lo llamaba. Mucho antes de que llegaran a él, la fuerte música y las charlas y las risas estridentes y los efluvios del alcohol y el humo de las drogas y el tabaco los asaltaron. Todo el mundo estaba dentro, incluidos aquellos que estaban inconscientes, que habían sido llevados por los androides y estaban ahora alineados a lo largo de una pared.

¡Mezclaos, amigos! gritó Turpin, y agitó su mano hacia la multitud. No sentía la necesidad de presentar a sus invitados; había mostrado sus rostros y nombres en las pantallas de las computadoras. De todos modos, sus invitados vacilaron. No era sencillo simplemente echar a andar hacia el grupo y empezar a hablar. Los dowistas se sentían repelidos y escandalizados, y obviamente estaban lamentando haber venido. Turpin, dándose cuenta de aquello, hizo un gesto a un pequeño grupo que había permanecido de pie en el extremo más alejado de la barra. El grupo se abrió camino por entre el amasijo de gente hasta los invitados e inició una conversación. Su anfitrión los había elegido para romper el hielo, y los había elegido bien. O al menos así pareció al principio. Algunos de ellos eran de la Iglesia de la Segunda Oportunidad o Nuevos Cristianos; esos se encargaron de los dowistas. Aunque diferían en algunos principios fundamentales, todas tres religiones eran pacifistas y teóricamente tolerantes. También tenían un rasgo común en el sentido de que aborrecían el excesivo uso del alcohol y cualquier uso del tabaco y otras drogas.

El hombre designado para hacerle compañía a Burton medía metro ochenta y siete de altura, poseía unos anchos hombros, un abultado pecho, y unos musculosos miembros. Llevaba una banda de ante blanco en la cabeza, una chaqueta de cabritilla blanca, un cinturón de ante blanco con una enorme hebilla de plata con la cabeza de un lobo en altorrelieve, unos apretados pantalones de ante blanco, y botas de ante blanco que le llegaban justo debajo de las rodillas. Su rostro era amplio y de altos pómulos, y su nariz era ancha, larga y aquilina. Se parecía más a Toro Sentado que a un negro, excepto por sus gruesos labios y su ensortijado pelo. Cuando sonreía, era rudamente agraciado.

Se presentó con un convencional estrechón de manos, anunciando con una intensa voz de bajo que era Bill Williams y que se sentía complacido de conocer al Capitán Sir Richard Francis Burton. Burton no estaba seguro de que aquel uso del título no fuera una burla.

Tom Turpin me indicó que actuara como tu fiel guía indio y tu guardaespaldas dijo, sonriendo. Me encantó el trabajo.

¿Oh, sí? dijo Burton, alzando las cejas. ¿Puedo preguntar por qué?

Puedes. He leído acerca de ti; me intrigas. Además, Turpin me ha hablado mucho acerca de cómo los condujiste a él y a los otros a través de las montañas y dentro de la torre.

Me siento halagado dijo Burton. De todos modos, tengo algo que aclarar contigo.

¿Por qué casi te echaste encima mío con tu moto?

Williams se echó a reír y dijo:

Si esa fuera mi intención, lo hubiera hecho.

¿Y el peyorativo?

Algo que se me ocurrió. Los helicópteros despiertan mi irritación. También deseaba probar tu temple. Quiero decir que no había nada personal.

¿Te hace sentirte bien el molestar a los blancos?

A veces. Si eres realmente objetivo, no me culparás por ello.

¿Acaso sesenta y siete años en el Río no han cambiado en nada tu actitud?

Eso es algo de lo que nunca consigues librarte completamente. Tampoco dejo que me preocupe, sin embargo. Es como un dolor sordo de muelas al que acabas por acostumbrarte dijo Williams. ¿Qué te parece una copa?

Vino blanco. De cualquier clase.

Burton había decidido permanecer sobrio.

Subamos a una de las habitaciones de arriba. Se estará mas tranquilo allí, y no tendremos que gritar para oírnos.

Muy bien dijo Burton, preguntándose qué era lo que pretendía Williams.

Subieron al ascensor junto con una carcajeante, gritante y farfullante multitud. En el camino hacia arriba hubo gritos de protesta cuando los viajeros empezaron a empujarse los unos a los otros. Alguien se pedorreó antes de que llegaran al segundo piso, y hubo exclamaciones de divertida indignación. Cuando las puertas se abrieron, el culpable, o culpado, al menos, fue arrojado sin contemplaciones.

Todo el mundo se siente bien, muy bien murmuró Williams. Pero no será así un poco más tarde. ¿Vas armado? Burton se palmeó el bolsillo de su chaqueta.

Un lanzador de rayos.

Las habitaciones por las que pasaron estaban atestadas y llenas de ruido, excepto una. En ella, una docena de hombres y mujeres permanecían sentados contemplando una película en una pantalla mural. Burton, curioso, se detuvo para mirar. Era una que Frigate había insistido en que viera, con los actores Laurel y Hardy vendiendo árboles de Navidad en Los Angeles en julio. Los espectadores estaban riéndose a carcajadas.

Son Nuevos Cristianos dijo Williams. Una gente tranquila e inofensiva. No pudieron rechazar la invitación de Turpin, son tan educados. Pero no se mezclan con la mayoría de la gente de aquí.

Encontraron una habitación vacía al fondo del pasillo, tras un recodo. Por el camino, Burton admiró las reproducciones de los óleos, Rembrandt, Rubens, la «Muerte de Marat» de David, muchos rusos, Kiprensky, Surikov, Ivanov, Repin, Levitan, y otros.

¿Por qué tantos eslavos? dijo Burton.

Hay una razón.

Obtuvieron sus bebidas de un conversor. Burton se sentó y encendió un cigarro. Tras un silencio, Williams dijo:

Yo no soy americano, ¿sabes? Burton lanzó una bocanada de humo.

Me hubieras engañado si Turpin no me hubiera dicho que eras ruso.

Nací Rodion Ivanovitch Kazna en 1949 en el ghetto negro de la ciudad de Kiev.

Sorprendente dijo Burton. No sabía que hubiera negros... no, olvídalo. Había algunos esclavos rusos negros. Pushkin era descendiente de uno de ellos.

Lo que muy poca gente sabe, y el gobierno ruso cuidó mucho de ocultar, es que aproximadamente doce millones de negros estaban viviendo en zonas segregadas de las ciudades rusas. Eran los descendientes de los esclavos. El ruso común no deseaba mezclarse con ellos, no más de lo que lo deseaban los blancos americanos con sus negros, y el gobierno, de forma secreta, por supuesto, aprobaba y reforzaba esa política. Pese a lo cual había algunas relaciones interraciales, como siempre. No se puede mantener pura la raza, por mucho que se intente. Un pito tieso es siempre un pito tieso, lo mires como lo mires. Uno de mis bisabuelos era un ruso blanco, y un abuelo era un uzbek. De habla turca, jamás aprendió a hablar correctamente el ruso: un mongol.

»Se me enseñó la doctrina marxista, sin embargo. Me convertí en un devoto seguidor de los principios de Marx. Como él los había enunciado, no como estaban siendo practicados en Rusia. Me uní al partido, pero no necesité mucho tiempo para descubrir que no iba a subir muy arriba en él. Siempre iba a tener que ocupar el asiento de atrás y hacer los trabajos que no querían los otros.

«Hubiera podido probar el ejército, pero los negros eran siempre enviados a Siberia para guardar la frontera china. El Politburó no nos deseaba a ninguno de nosotros

estacionados en la frontera occidental. Hubiéramos llamado la atención, y la investigación hubiera revelado que estábamos siendo ocultados. Eso hubiera sido malo para los soviéticos, puesto que ellos siempre estaban acusando a la desigualdad de los negros en América. De modo que lo mantenían siempre bajo tapadera.

»Me desenvolví muy bien en la escuela, pese a que nuestras escuelas eran inferiores a las de los blancos. Sentía una irrefrenable ambición de llegar a la cima, pero ese no era mi único motivo. Deseaba aprender, saberlo todo. Leí mucho más de lo necesario; estaba especialmente bien dotado para los idiomas. Esa fue una de las cosas que me atrajeron de ti, ¿sabes? Tu dominio de tantas lenguas.

»Los peces gordos supieron de mí principalmente debido a que estaban buscando negros a los que pudieran enviar como agitadores infiltrándolos en los Estados Unidos. Me pidieron que me presentara voluntario, y lo hice. No demasiado ansiosamente en la superficie, por supuesto. No deseaba que pensaran que solamente deseaba ir a fin de poder desaparecer en Harlem. De hecho, no tenía intención de traicionarles. Sabía lo que eran y como me consideraban, pero a fin de cuentas yo era un ruso marxista y odiaba el capitalismo.

»Una de las cosas que comprendí enteramente, de todos modos, fue que el sueño de Marx del marchitamiento del estado cuando el proletariado hubiera conseguido el control del mundo simplemente no era posible. Mejor hubiera sido creer en la segunda venida de Cristo; eso, al menos, era posible que ocurriera, aunque era altamente improbable. Una vez una clase gobernante tiene el poder en sus manos, jamás lo dejará ir. No hasta que los revolucionarios se lo quiten, y entonces los nuevos gobernantes intentarán asegurarse el seguir en el poder. El marchitamiento natural del estado, nada de leyes ni fuerzas de policía ni reglamentaciones ni burocracia, todo el mundo gobernándose a sí mismo con amor y pureza de corazón y carencia de egoísmo, todo pura mierda. Nadie creía realmente en ello, pero los miembros del partido pretendían sí creer.

«Nadie llevó ese dogma hasta excesivamente lejos, sin embargo. Si uno se mostraba demasiado entusiasmado con él, quedaba marcado como un loco o un contrarrevolucionario.

Williams había desembarcado de un carguero polaco y se había sumergido en las profundidades de Harlem. Allí trabajó en F&A (Fomento y Agitación) con varios grupos liberales negros y blancos. Pero tres semanas después de desembarcar pilló la gonorrea.

Aquella fue mi primera pero no mi última infección venérea. Los Hados estaban contra mí. Tan pronto como me curé de I esa asquerosa enfermedad volví a atraparla de nuevo. Estaba en la nómina de Gonococos U.S.A., y no había forma de salirme. Tras pillar aquel segundo caso, decidí intentar la abstinencia sexual. No funcionó. Siempre he sido una persona demasiado sensual. De modo que, me dije a mí mismo, mordido dos veces, nunca más mordido. Existe una improbabilidad estadística de que pueda volver a infectarme de nuevo. Pero lo fui.

Su contacto con la KGB supo de su enfermedad venérea, lo informó a sus superiores, y envió un mensaje a Williams. Tu enfermedad social está interfiriendo con tu seguridad y eficiencia. Manténte apartado de las mujeres y de los asientos sucios de los servicios públicos, o de lo contrario...

Tras lo cual, cada vez que el contacto de Williams se encontraba con él, le preguntaba si tenía la gonorrea. Williams, que estaba evitando a las mujeres y consiguiendo así una reputación de homosexual, podía decirle con toda sinceridad a su contacto que no tenía la gono. Afortunadamente, el contacto no le preguntaba si tenía la sífilis. Williams, por aquel entonces, estaba sufriendo el mordisco de la temible spirocheta pallida.

Juro que no sé ni siquiera ahora dónde o de quién la pillé. Me había mantenido tan casto como Robinson Crusoe... hasta el momento en que conoció a Viernes. No sé. Algunas personas son propensas a los accidentes. ¿Podía ser yo una de esas raras e infortunadas personas, maldecidas por los Hados o por el Materialismo Dialéctico, que

podían verse infectadas por bacterias arrastradas por la brisa, deslizándose a través del ojo de la cerradura? ¿Era propenso a las enfermedades venéreas? ¿El llanero solitario sexual destinado a tropezar con todos los bandidos, los Jesse James de los Gérmenes? No sé nada. Lo que sí que puedo asegurar es que no espié mucho, no realicé mucho fomento y agitación. Pasaba demasiado tiempo en las consultas de los doctores.

Cuando Williams supo que el FBI y quizá la CÍA habían estado preguntando a sus doctores sobre él, informó de eso a su contacto. Unas horas más tarde le llegaron órdenes de ir a Los Angeles e infiltrarse entre los Musulmanes Negros. El contacto le entregó a Williams un billete de autobús, explicándole que la KGB no podía permitirse pagarle un pasaje de avión.

Mientras se dirigía hacia el oeste, Williams contrajo, como todo otro hombre joven, la gonorrea en el asiento de atrás de un autobús de la Greyhound.

¡Aja, estás riendo de nuevo, Burton! Ahora debe sonar divertido. Pero créeme, a mí no me resultó nada divertido entonces.

La historia de Williams, con sus muchos detalles, circunloquios y derivaciones, había consumido una hora. Burton se sentía interesado por ella, pero tenía la sensación de que había permanecido demasiado tiempo apartado de los demás.

Bill Williams consiguió convertirse en un miembro de los Musulmanes Negros. Pero cuando averiguaron que tenía la gonorrea contraída en Los Angeles después que la del autobús de la Greyhound hubiera sido curada, lo echaron a patadas. Luego, habiendo descubierto que era un espía aunque pensaron equivocadamente que era un agente del FBI, pusieron un asesino tras sus huellas.

Su historia se volvía, a partir de este punto, algo confusa. Burton hubiera podido utilizar un diagrama para aclararla, que mostrara todas las luchas, escapadas, trampas y atentados que había sufrido Williams. Había huido a Chicago, luego a San Francisco, donde se había visto mezclado en una pelea en un bar gay, y había resultado apaleado y violado. Afligido de gonorrea por delante y por detrás, según sus propias palabras, había marchado a una ciudad de Oregón. No sin embargo sin haber atracado antes al contacto de la KGB, que se había negado a facilitarle ningún dinero.

Puñado de Estrellas apareció en la puerta. Dijo en voz baja:

Os he estado buscando por todas partes.

Entra dijo Burton. Ya conoces a Bill Williams, ¿verdad? Ella hizo una inclinación de cabeza y dijo:

Encantado de vernos de nuevo, señor Williams. Dick, pareces tan interesado en esta conversación. Lamento interrumpirle. Volveré a la fiesta, si no te importa.

Burton le preguntó qué era lo que quería, y ella le dijo que Turpin estaba con un pequeño y selecto grupo en su suite, y que le había pedido que encontrara a Burton y lo invitara a la reunión.

Estaré ahí dentro de un momento dijo Burton. Ella hizo una nueva inclinación de cabeza, le dijo adiós a Williams, y se fue.

Una hermosa mujer dijo Williams, y suspiró.

Sabe como mantener feliz a un hombre.

¿Sabes tú como mantenerla feliz a ella?

¡Por supuesto! dijo Burton.

No te enciendas, no es nada personal. Diría que es una mujer tranquila pero profunda. Soy bueno en el análisis de caracteres a primera vista. He tenido que serlo. Asunto de supervivencia.

Tuvo una vida muy dura dijo Burton. Es sorprendente que conservara su cordura.

¿Estás intentando ser sutil diciéndome que no soy yo solo quien tuvo una dura vida?

Eres muy sensible, amigo.

Williams necesitó otros treinta minutos para terminar su historia. Se había casado con una mujer negra profundamente religiosa que, desgraciadamente, no sabía decirle No a su excesivamente apasionado ministro. Resultado: Williams volvió a pillar la gorronea. Reprimiendo el deseo de encontrarla y matarla, decidió ir a cazar para sublimar su deseo de violencia disparándoles a los pájaros y conejos. Mientras estaba en los bosques, fue fatalmente herido por un disparo hecho desde detrás de un arbusto. Agonizante, se preguntó cuál de entre los muchos candidatos le habría disparado. ¿Un agente de la KGB, de la CIA, de los Musulmanes Negros, de los Albaneses, del Ejército de Salvación? En realidad, el Ejército de Salvación no iba tras él, pero sí iba una de sus soldados. Mientras estaba en Los Angeles, había pretendido convertirse al cristianismo durante un sermón dado por un Mayor Bárbaro. Luego se había unido al Ejército, pero una cabo, Rachel Goggin, se había enamorado de él y él de ella. Por aquel entonces él creía estar limpio, libre de enfermedades venéreas, pero después de que él y Rachel hubieran hecho el amor, descubrió que su némesis había golpeado de nuevo. Es más, Rachel se había contagiado.

Williams había prometido casarse con ella, pero sus enemigos estaban acercándose, y tuvo que abandonarla para salvar su vida. La cabo Goggin se había vuelto aparentemente psicótica debido a su inexplicado abandono, y debido a las secuelas de su infección se había vuelto violenta. Williams oyó, mientras estaba en Portland, que una mujer parecida a Rachel estaba preguntando por él, y que llevaba un arma.

Todo el mundo excepto las Industrias Buena Voluntad corrían tras de mi culo, y no estaba muy seguro tampoco acerca de ellas.

¿Y qué fue lo que aprendiste de todas esas... ah... experiencias candideanas?

Suenas como Nur.

¿Has hablado con él?

Por supuesto dijo Williams. Conozco a todo el mundo aquí. Y muy bien.

Si, pero ¿cuál fue la lección? dijo Burton.

Que había sido un juguete de la vida, pero que ya no iba a serlo nunca más. Me aseguré de ello en el Río. Luché por el poder, y lo obtuve. Si me hallaba en una situación en la que era el sometido, me convertía en el sometedor tan pronto como me era posible. Estaba cansado de ser pateado en todas partes, de que se aprovecharan de mí. De modo que...

Nadie aquí te ha convertido en víctima, ¿estoy en lo cierto? dijo Burton. Se levantó de su silla.

Y nadie va a hacerlo.

Williams sonrió, con una expresión que era una curiosa mezcla de diversión y malicia.

Siéntate tan sólo un minuto más. Luego podrás irte. ¿No ha habido algo que te haya mantenido perplejo durante estas últimas dos semanas? ¿Algo que simplemente no llegas a comprender?

Burton frunció el ceño y dijo lentamente:

No puedo recordar nada. Su frente se aclaró.

A menos... sí, me he estado preguntando... pero tú no puedes tener nada que ver con ello... He estado preguntándome quién resucitó a Netley, Gull, Crook, Stride y Kelly.

¿Quieres decir aquellos implicados en el caso de Jack el Destripador? Burton estaba sorprendido, pero intentó no demostrarlo.

¿Cómo sabes quienes fueron?

Oh, yo estuve observándote a ti mientras tú observabas sus films de memoria. Burton se alzó de la silla, el rostro rojo y contorsionado.

¡Maldito seas, has estado espiándome! ¿Por qué crees que tienes derecho a...? Williams, aún sonriendo, aunque sus ojos estaban entrecerrados, se alzó también de

su silla.

¡Tranquilo aquí! Si tú piensas que está bien espiar a los demás, ¿por qué los demás no pueden espiarte a ti? No arrojes piedras a una casa de cristal, amigo.

Burton fue incapaz de hablar durante un momento. Luego dijo:

Hay una enorme diferencia. Yo observaba a los muertos. Tú has estado espiando a los vivos, ¡a tus vecinos!

¿No estuviste observando a los vivos desde las piedras de cilindros a lo largo del

Río?

¡Invadiste mi intimidad!

No se puede invadir lo que ya está invadido dijo Williams. Seguía sonriendo todavía, pero su cuerpo evidenciaba que estaba preparado para repeler cualquier ataque.

Muy bien dijo Burton. Aún no me has dicho por qué resucitaste a esos asesinos patológicos.

Eran asesinos patológicos, pero ya no lo son. La razón por la cual lo hice... Soy un coleccionista y un estudiante de tipos religiosos. Empecé a interesarme por ello en la Tierra. Tuve muchas experiencias con ellos, ¿sabes? Los marxistas... son religiosos, aunque ellos lo nieguen, los Musulmanes Negros, el Ejército de Salvación, los budistas, los metodistas del sur, ya sabes cuántos de ellos se vieron implicados en asuntos religiosos. Yo también soy religioso, aunque no en un sentido convencional. Soy el que resucitó a los nuevos cristianos y a los nichirenitas y a los de la Iglesia de la Segunda Oportunidad que viven en Turpinville, y yo resucité a Gull el dowista. Dejé que él resucitara a sus compañeros, lo cual hizo. Tengo planes para traer a otros más.

Burton no sabía si creerle o no. Lanzó un bufido y salió a largas zancadas de la habitación. Williams exclamó tras él:

¡No te pongas así, Sir Richard! y estalló en una estruendosa carcajada.