Burton normalmente reaccionaba con rapidez a cualquier situación, y muy raramente se dejaba ganar por la sorpresa o el miedo. Pero ver a aquellas cinco personas allí era tan inesperado y tan imposible que no pudo hacer otra cosa más que quedárselas mirando unos segundos. Si hubieran sido unos desconocidos para él, simplemente se hubiera sentido sorprendido, pero el hecho de que los conociera tan bien, y pensara que estaban bloqueados en las grabaciones, inmovilizó su cerebro.
Ellos, por supuesto, estaban aún en una peor situación que él. No tenían ni idea de dónde estaban ni del porqué habían sido resucitados. Al menos, a juzgar por sus expresiones, nadie les había dicho nada. Quienquiera que fuese el que los había
resucitado debía haberles abandonado a sus propios recursos. Probablemente, pensó Burton, sintiendo que un fueguecito pequeño empezaba a prender en su cerebro, probablemente no es una coincidencia el que hayan sido situados cerca de mí. ¿Pero quién... quién en nombre de Dios... podía haber hecho esto? ¿Y por qué?
Gull estaba ahora en sus puros huesos, mirando hacia arriba, sus manos unidas en una posición de plegaría, su boca moviéndose. Netley parecía un animal acorralado, gruñendo, agazapado, listo para saltar contra algún peligro desconocido. Las tres mujeres estaban mirándole con ojos muy abiertos. Podía leer a la vez miedo y esperanza en su rostros, miedo de que pudiera ser alguna horrible criatura, esperanza de que pudiera ser su salvador.
Saltó del sillón y, sonriendo, se les acercó lentamente. Cuando estuvo a metro y medio de ellos, se detuvo. Alzó su mano y dijo:
No hay nada de qué preocuparse. Al contrario. Si no os importa dejar de balbucear y me seguís, os explicaré lo que os ha ocurrido. Y haré que os sintáis cómodos. Incidentalmente, mi nombre es Richard Francis Burton. No necesitáis presentaros. Sé quienes sois.
Se dirigió a una puerta abierta, probablemente aquella por la que acababan de salir. Avanzaron hacia él justo en el momento en que se oyó de nuevo un débil rugir. Burton reconoció el sonido del motor de la moto. En vez de acomodarles tal como había planeado, se detuvo en la puerta. Los otros se apiñaron tras él. Entonces, el corredor retumbó con el ruido, y la moto giró muy ladeada la esquina, se enderezó, y pasó a toda velocidad junto a ellos. El negro conductor agitó una enguantada mano.
¿Te gusta eso, hijo de madre?
Burton se volvió y vio que todos estaban desconcertados y tremendamente asustados. No era extraño. Ninguno de ellos había visto jamás una moto antes, ningún vehículo de combustión interna, de hecho. Tampoco los había visto él cuando murió, pero se había familiarizado con ellos a través de los films que había visto y los libros que había leído desde que había llegado a la torre.
Os explicaré esto más tarde dijo. Les indicó que se sentaran, y lo hicieron, pero todos intentaron hablarle a la vez.
Sé que tenéis muchas preguntas les dijo, pero por favor conteneos. Llegaremos a ellas en un momento. Primero, sin embargo, es probable que deseéis beber algo.
No, primero debía proporcionarles faldellines, corpiños, y mantas del conversor. Por el momento, estaban demasiado impresionados como para preocuparse por su desnudez. De todos modos, después de su exposición a la gente desnuda en las orillas del Río, era probable que no se sintieran muy ansiosos al respecto. Se alegraron de recibir las ropas y las mantas, y murmuraron sus gracias antes de vestirse. Aunque Netley había perdido su salvaje mirada, parecía aún suspicaz con respecto a Burton.
Puede que necesitéis algo que beber dijo. ¿Qué os gustaría?
Nadie parecía haber hecho votos de abstemio. Netley, Stride y Kelly desearon una ginebra a palo seco. Gull pidió un escocés con agua; Annie Crook, vino. Después de que Burton les hubiera servido, dijo:
Vuestros estómagos estarán vacíos, pero imagino que no os sentiréis hambrientos en este momento. Aquí donde estáis, podéis obtener cualquier cosa y en la cantidad que queráis. Al contrario de vuestra situación en el Río, no tenéis que tomar lo que os dé vuestro cilindro.
Vaciaron sus vasos tan rápidamente que Burton les pasó otra ronda. Ahora parecían menos pálidos y alterados, y parecían ansiosos de escucharle.
Gull dijo, con una intensa voz de barítono:
¿No serás por casualidad Sir Richard Burton, el famoso lingüista y explorador africano?
A tu servicio.
Buen Dios, lo imaginé. Te pareces a él, un poco más joven, por supuesto. Asistí a varias de tus conferencias en la Sociedad Antropológica.
Lo recuerdo dijo Burton.
Gull agitó la mano que sostenía el vaso de cristal de cuarzo tallado, derramando algo de escocés.
Pero... todo esto... ¿qué...?
Todo a su tiempo.
Gull y Netley se debían conocer mutuamente, por supuesto, aunque habían pasado más de cuarenta años desde que se habían visto por última vez. Burton dudaba que los dos reconocieran a las tres mujeres. Gull había visto a Crook muy brevemente cuando certificó su locura, y ella no llevaba ahora ninguno de sus atuendos Victorianos y se había cortado muy corto su oscuro pelo. (Se parecía un poco a la Princesa Alexandra, la madre de Eddy, lo cual debía haber sido un motivo por el cual Eddy, que había poseído obvias tendencias edípicas, se hubiera enamorado de ella.) John Netley había visto a Annie Elizabeth Crook, la amante del Príncipe Eddy, varias veces, pero si la había reconocido ahora no estaba actuando como si así fuera. Quizá no deseaba demostrarlo. Si ella no lo reconocía a él, mucho mejor. Por otra parte, ¿por qué Crook no lo había reconocido a él? Le faltaba el bigote, pero incluso así... Quizá la impresión y la falta de ropas victorianas y el largo tiempo transcurrido desde su último encuentro podían contribuir a su falta de memoria.
En cuanto a Kelly, había sido recogida por Sickert y Gull en una calle oscura, metida en un oscuro coche, y bebido un licor drogado. Stride había visto también a Netley y Gull en un entorno oscuro, y brevemente además.
Burton no sabía si primero debía explicar acerca de la torre y el método por el que habían sido traídos allí o presentarlos. Deseaba ver su reacción cuando se dieran cuenta de en qué compañía se encontraban. Pero temía que el furor resultante alejara la explicación por largo tiempo. Por otra parte, la explicación iba a tomar largo rato, y durante ella podían empezar a reconocerse los unos a los otros.
Se decidió y dijo:
Primero deberíais conoceros mutuamente.
¡Eso no es necesario en lo que respecta a Annie y a mí! dijo Kelly. Hemos sido amigas desde hace mucho tiempo. Y Liz y yo somos viejas amigas también.
Incluso así dijo Burton, sonriendo, es un asunto de educación, y los hombres deberían saber quiénes sois.
Hizo una pausa ¡oh, cómo estaba gozando con aquello!, y dijo:
Elizabeth Stride, Mary Jane Kelly, y Annie Elizabeth Crook, ¡os presento a Sir William
Gull y a John Netley!
Lo que siguió fue lo que había esperado. Gull palideció, y el borde de su vaso, a punto de tocar su labio, tembló. No llegó a terminar su bebida. Netley palideció también y, tras un momento de rigidez, se puso en pie de un salto y retrocedió, los ojos fijos en las mujeres.
Annie se levantó rápidamente de su silla y dijo:
¡Ahora te reconozco! ¡Ahora! Apuntó un tembloroso dedo hacia Gull. ¡Tú eres el deshonesto doctor que dijo que yo estaba loca! Y tú desvió el dedo para atravesar con él a Netley, tú te llevaste a mi Eddy cuando vino la policía.
También intentó matar a tu hija dos veces dijo Burton. Y, señorita Stride y señorita Kelly, este hombre señaló a Gull es el hombre que terminó con vuestras vidas. Con la ayuda de este otro hombre.
Dios me ayude dijo Gull, dejándose caer de rodillas. Dios me ayude y me perdone, como espero que la hagáis vosotras.
Eso fue hace mucho tiempo dijo Netley, burlonamente. ¿Qué importa ahora? Todas estáis vivas ahora, ¿no? Así que, ¿qué auténtico daño os hemos hecho?
Lo importante dijo Burton es que Stride y Kelly saben que vosotros fuisteis quienes las matasteis, pero durante sus muchos años en el Río nunca se cruzaron con nadie que hablara de los crímenes de Jack el Destripador. De modo que ellas...
¡Hey! dijo Kelly, señalando a Gull. ¿El es Jack el Destripador?
No existe tal Jack el Destripador, es decir, Jack era no uno sino tres hombres trabajando juntos. Sin embargo, él, Gull, fue quien escribió las cartas que hicieron famoso el nombre, y dirigió todo el asunto. Lo que tú, Kelly, no sabes es lo que te hizo después de matarte. ¿Recuerdas, Kelly, cómo fue mutilada Catherine Eddowes? Aquello no fue nada comparado con la carnicería que Gull hizo contigo. ¿Debo describirla?
Gull saltó en pie y gritó:
¡No! ¡No! ¡Ni siquiera ahora, aunque he hecho las paces con Dios, puedo olvidar lo que hice!
¿Y qué hay de mí? dijo Stride. ¿Qué me ocurrió a mí?
Fuiste degollada, eso es todo. Gull no tuvo tiempo de ejecutar su ritual contigo.
¡Eso es todo! chilló Stride. ¡Eso es todo! ¡Eso no es suficiente!
Gritando, corrió hacia Gull con las manos por delante, los dedos engarfiados. El no corrió, aunque retrocedió cuando ella clavó las uñas en su rostro. Netley había avanzado unos pasos como con intención de ayudar a Gull, pero se retiró a un lado tras una ligera vacilación.
Burton apartó a la aullante mujer. Gull notó sangrar sus mejillas, pero no dijo nada.
Me gustaría arrancarle las tripas y sostenérselas delante de sus agonizantes ojos dijo Kelly. Se dirigió a Stride, rodeó los hombros de la mujer con sus brazos, y la apartó a un lado.
Ya hay suficiente de drama, castigo y reproche dijo Burton. Lo que hagáis una vez estéis a vuestras propias expensas es asunto vuestro, a menos que implique a otros que no tengan nada que ver con el asunto. Por el momento, os comportaréis decentemente y me escucharéis con atención. Necesitáis ser educados, y aunque me molesta instruiros, debo hacerlo. Simplemente no puedo dejar que descubráis cosas por vosotros mismos.
Primero, hizo que le describieran su aparición en el conversor. Se había producido en el enorme cubo en un rincón de aquella misma estancia. Se habían despertado de la muerte en el conversor y, al cabo de unos momentos de confusión, habían abierto la puerta y habían salido de él. Habían explorado las otras habitaciones, luego habían salido al corredor. Y Burton había aparecido doblando la esquina en su sillón volante.
Entonces, ¿no visteis a nadie más? preguntó. Respondieron que no.
Burton llevó a Gull al cuarto de baño de la siguiente habitación y encontró, como había esperado, una botella con un líquido que aplicar a los sangrantes rasguños de su cara. Aquello detendría la hemorragia y, en un término de veinticuatro horas, curaría las heridas.
Les preguntó si sentían hambre. Netley y las mujeres dijeron que sí; Gull se limitó a agitar la cabeza. Burton recogió sus órdenes y las transmitió al conversor. Después que se hubieron sentado ante unas pequeñas meses y hubieron comido, Burton inició la larga exposición de sus aventuras en el Mundo del Río, de sus tribulaciones y las de los otros para alcanzar la torre, y lo que había ocurrido a partir de entonces. Cuando hubo terminado, se había bebido dos altos vasos de escocés, y los demás no le iban a la zaga.
Así que dijo ya veis cuál es la situación. Sé que tenéis un millar de preguntas, y os tomará algún tiempo aprender como utilizar la Computadora. Mientras tanto, sugiero que os retiréis a descansar por esta noche... puedo proporcionaros pastillas para dormir si las queréis... y nos veremos de nuevo mañana. Entonces os presentaré también a mis ocho compañeros. Quizá no personalmente, pero sí a través de las pantallas murales.
Con voz farfullante, Mary Kelly dijo:
¿Cómo sabremos que estos dos bastardos no van a intentar matarnos de nuevo mientras dormimos?
¡Jamás soñaría en hacer algo así! dijo Gull. He cambiado; ¡no soy el que era! Creedme, amigas mías, lamento profundamente mis crímenes, y he intentado, estoy intentando, vivir una vida cristiana, una auténtica vida cristiana. No solamente sería incapaz de haceros ningún daño, sino que os defendería contra cualquiera que intentara hacéroslo.
Buenas palabras dijo Liz Stride burlonamente.
Son sinceras, lo juro: ¡Lo haría realmente!
Creo que es sincero dijo Burton. En cualquier caso, sugiero que las mujeres duerman en un apartamento separado del de los hombres. Puedo proporcionaros un código que impida que nadie pueda entrar por vuestra puerta excepto yo y vosotras tres.
Tras enseñarles como conseguir comida y bebida de sus conversores y como llamarle, los dejó. En vez de dirigirse a su mundo, regresó a su apartamento. Puesto que iba a tener que enseñarles todos los trucos de la torre mañana por la mañana, debía estar cerca de ellos.
En su camino de vuelta, estudió la cuestión de quién había resucitado a los cinco. Quienquiera que fuese, tenía un retorcido sentido de la ironía. ¿Pero quién podía ser? Solamente Frigate y Nur sabían acerca de sus investigaciones sobre el Destripador, y ninguno de los dos habría traído nunca a los cinco allí. ¿Quién entonces? Loga y la Agente mongola estaban muertos. ¿Había... no se atrevía a enfrentarse al pensamiento... otro desconocido, otro Snark?
Burton acababa de meterse en la cama cuando una pantalla apareció en la pared. El perturbado rostro de Puñado de Estrellas lo miró desde ella.
Hablando rápidamente en esperanto, el rostro lleno de lágrimas, le preguntó a Burton si podía ir a su apartamento.
¿Por qué?
Estoy cansada de compartir a Po con otras cinco mujeres, aunque nos concede muy poco tiempo a cada una de nosotras. Está demasiado ocupado bebiendo con sus amigos o estudiando. Además... no deseo sus abrazos.
Burton no tenía que preguntarle los abrazos de quién deseaba.
¿Sabe Po que estás llamándome?
Sí. Se lo dije hace una hora. Despotricó y desvarió durante un rato, y luego...
¿Te pegó?
No, él no pega a las mujeres. Diré esto en su honor. No físicamente, al menos.
¿Entonces qué?
¿Entonces? ¡Oh! Sonrió y me dio su bendición y me dijo que esperaba que fuera feliz contigo; lo estropeó, de todos modos, diciendo que dudaba que lo consiguiera.
Burton saltó de la cama y se puso un faldellín de toalla.
Me gustaría hablar con él.
Los negros ojos de la mujer se abrieron mucho.
¿Por qué? ¿Crees que estoy mintiendo?
No, por supuesto que no. Es simplemente que no deseo que piense que tengo miedo de enfrentarme a él. También deseo asegurarme de que él no piensa que yo he estado haciendo maniobras a sus espaldas.
Oh, él no piensa eso. Le dije que tú ni siquiera sabías que yo te deseaba.
Eso es una mentira dijo Burton, pero no se lo reprochó.
Había mentiras y mentiras, y aquella pertenecía a la categoría de las «blancas». Además, ¿quién era él para reprender a nadie por falsedad?
Hablaré con él si está despierto dijo Burton.
Sí, está despierto, pero no desea ser molestado. Está con una mujer. Una mujer a la que acaba de resucitar. Dijo que ella me reemplazaría. Pobre diablo.
Quizá dijo Burton. Pero por el momento se sentirá muy agradecida de haber sido rescatada de entre los muertos.
No se sentía enamorado de la mujer china. Sin embargo, no consideraba el amor como un prerrequisito para que un hombre y una mujer disfrutaran de un buen revolcón de tanto en tanto. Realmente había estado enamorado de Alice, y bastaba mirar lo que les había ocurrido.
Ven dijo Burton. Le diré a la Computadora que te deje entrar.
Puñado de Estrellas dejó de llorar y de sorber sus lágrimas y sonrió como el sol al amanecer.
Tan pronto como repare un poco mi maquillaje y reúna mis pertenencias. Tú me deseas, ¿verdad?
Si no fuera así, te lo diría murmuró Burton. No se durmió hasta las cinco de la madrugada.