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Chapter 178 - EL LABERINTO MÁGICO SECCIÓN 13 - En la Torre Oscura (45)

En la Torre Oscura (45)

Debes sospechar de todos menos de Alice dijo Nur el-Musafir. Debes creer que todos somos X.

No dijo Burton. Algunos de vosotros podéis ser agentes, y si lo sois, decidlo. Pero he visto a los Éticos en su Consejo, y hay sólo dos en este grupo cuyos físicos se parecen a la persona que creo puede ser X.

Aguardó. Se hizo evidente que, si alguno era agente, no estaba dispuesto a admitir su identidad.

Muy bien. Me explicaré. Parece obvio que X era Barry Thorn y quizá Ulises. Thorn y el que se decía griego eran bajos y muy musculosos. Ambos tenían rasgos similares, aunque Ulises tenía las orejas más prominentes y era mucho más moreno. Pero esas diferencias podían ser debidas al disfraz.

»Los dos Éticos que se parecían a ellos se llamaban Loga y Thanabur.

»Dos de este grupo podrían ser cualquiera de ellos. O los dos. Creo, de todos modos, que el ingeniero Podebrad, que resultó muerto en el Rex, era Thanabur. Admito que hubiera podido ser Loga. En cualquier caso, no vamos a dar ningún paso más hasta que yo haya interrogado, muy profundamente, a dos de este grupo.

Hizo una pausa, y luego dijo:

Esos dos son Gilgamesh, el que se proclama rey de Uruk en la antigua Sumeria, y

Ah Qaaq, el que dice ser un antiguo maya.

Alice dijo en voz baja:

¡Pero Richard! Si lo presionas demasiado, puede simplemente suicidarse.

¿Habéis oído lo que acaba de decir ella? rugió Burton. ¿No? ¡Ha dicho que todo lo que tiene que hacer X para escapar es suicidarse ¡Pero yo sé que no va a hacerlo! ¡Si lo hace, no podrá llevar a término sus planes, sean cuales sean! ¡No habrá más resurrecciones para él!

»Bien... he entrado finalmente en acción porque hemos llegado a un lugar a partir del cual no podemos ir más allá sin él. Sólo X sabe como anular el gas o la frecuencia supersónica o lo que sea que derribó a los egipcios. ¡Y deseo respuestas a mis preguntas!

¡Estás desesperado! dijo Tom Turpin. ¿Qué ocurrirá si ninguno de nosotros es

X? Estás patinando en hielo muy delgado.

Estoy convencido de que uno de vosotros es él dijo Burton. Ahora... eso es lo que planeo hacer. Si nadie confiesa, entonces os pondré fuera de combate a ti, Gilgamesh, y a ti, Ah Qaaq. Sois mis principales sospechosos. Y cuando os recuperéis de vuestra inconciencia, os hipnotizaré. Descubrí que Monat Grrautut, el arcturiano, el hombre que afirma ser Peter Jairas Frigate, y Lev Ruach, hipnotizaron a mi amigo Kazz. Ellos no son los únicos que pueden jugar a ese juego. Soy maestro hipnotista, y si estáis ocultando algo, yo os lo arrancaré.

En el silencio que siguió, los otros se miraron intranquilos los unos a los otros.

¡Eres un hombre perverso, Burton! dijo Croomes. ¡Estamos todos a las puertas del cielo, y tú hablas de matarnos!

No he dicho nada de matar dijo Burton, aunque estoy preparado para hacerlo si es necesario. Lo que deseo es aclarar este misterio. Algunos de vosotros podéis ser agentes. Os pido que deis un paso adelante y confeséis. No tenéis nada que perder y mucho que ganar. Ahora ya es demasiado tarde para intentar ocultarnos cosas.

¡Pero... pero, mi querido Burton! barbotó de Marbot. ¡Tus palabras me hieren!

¡Yo no soy uno de esos condenables agentes de los Éticos! ¡Yo soy lo que digo que soy, y golpearé a quien diga que miento!

Si uno de ellos, o ambos dijo Nur, no son culpables, entonces habrás insultado a un inocente. Es brutal hacer eso. Es más, habrás conseguido convertir a un amigo en un enemigo. ¿No puedes hipnotizarlos sin violencia?

Odio hacer esto tanto como cualquiera de vosotros dijo Burton. Creedme cuando lo digo. Pero un Etico es probable que sea él también un excelente hipnotista, y sin duda sus poderes de resistencia serán muy fuertes. Debo inutilizar primero a esos dos a fin de que no puedan emplear esos poderes, sorprenderlos cuando estén aún semiinconscientes.

Esto es terriblemente brutal, Richard dijo en voz baja Alice.

Ahora dijo Burton deseo que saquéis todos vuestras armas y las arrojéis al suelo. Hacedlo uno a uno, y lentamente. Tú, Nur, puedes ser el primero.

Los cuchillos y pistolas resonaron sobre el gris metal. Cuando todos estuvieron desarmados, Burton les dijo que retrocedieran mientras Alice recogía las armas. Al cabo de poco había un montón de ellas apoyadas contra la pared detrás de él.

Mantened vuestras manos sobre vuestras cabezas.

La mayor parte de sus rostros mostraban ira, indignación, o dolido asombro. Los rostros de Ah Qaaq y Gilgamesh eran máscaras de hierro.

Ven hacia mí, Gilgamesh dijo Burton. Cuando estés a un metro y medio de mí, párate. Entonces date la vuelta.

El sumerio avanzó lentamente hacia él. Ahora sus ojos lanzaban chispas. Dijo:

Si me golpeas, Burton, tendrás para siempre un enemigo. En mi tiempo fui rey de Uruk, ¡y soy descendiente de los dioses! ¡Nadie levanta una mano sobre mí sin recibir su castigo! ¡Te mataré!

Créeme que siento tener que hacer esto dijo Burton. Pero seguramente comprenderás que el destino del mundo depende de ello. Si nuestros papeles estuvieran cambiados, yo no te culparía por hacerme lo que yo voy a hacerte a ti. Me dolería, es cierto, ¡pero lo comprendería!

¡Una vez hayas descubierto que soy inocente, mejor mátame! ¡Si no lo haces, yo te mataré a ti! ¡Te lo juro!

Veremos.

Burton planeaba, si el sumerio no era X, instalar una orden posthipnótica de que Gilgamesh le perdonara cuando saliera del trance. Podría ordenarle que olvidara lo ocurrido, pero sin duda los demás se lo harían recordar en algún momento.

Coloca tus manos en tu nuca dijo Burton. Luego date la vuelta. No te preocupes, no te golpearé fuerte. Sé exactamente cuánta fuerza necesito. No estarás inconsciente más que unos segundos.

Burton dio la vuelta a su pistola y la alzó, sujetándola por el cañón. Gilgamesh, gritando

«¡No!», se dio la vuelta, apartando sus brazos de su nuca, y su mano golpeó la pistola y la arrojó lejos de Burton.

Alice hubiera debido disparar entonces. En vez de ello, intentó golpear al sumerio por la espalda con el cañón de su pistola. Burton era muy fuerte, pero cayó hacia atrás bajo el hercúleo poder de Gilgamesh y luego fue alzado. Golpeó a Gilgamesh en el rostro, haciendo que su nariz sangrara y arañando su piel. El sumerio lo alzó por encima de su cabeza y lo arrojó contra la pared. Conmocionado, Burton cayó al suelo.

Los otros estaban gritando, y Alice chillaba. Pero consiguió estrellar la culata de su arma, a la que ahora le había dado la vuelta, contra la cabeza de Gilgamesh. Este se tambaleó, y empezó a derrumbarse.

Ah Qaaq, rápido pese a toda su grasa, echó a correr hacia Alice, arrancándole la pistola de la mano, y continuó hacia el final del corredor.

Aunque medio atontado, Burton consiguió ponerse tambaleantemente en pie, gritando:

¡Cogedle! ¡Cogedle! ¡El es el Etico! ¡X! ¡X!

Tenía la impresión de que sus piernas eran globos de los que se estaba escapando el aire. Se dejó caer deslizándose de espaldas contra la pared.

El maya no, no era maya palmeó su mano contra la pared a su izquierda. Inmediatamente, la puerta al extremo del corredor se deslizó metiéndose en un alojamiento de la pared.

Burton intentó anotar la localización exacta de la zona que X había golpeado. Indudablemente el golpe había activado la maquinaria detrás de la pared. Y puesto que había abierto la puerta, también había impedido la actuación de lo que fuera que había derribado a los egipcios.

Nur, una pequeña y flaca centella, recogió al vuelo una pistola mientras corría junto a la pila. Luego se detuvo, y alzó la pesada arma con ambas manos. La pistola retumbó. El proyectil golpeó el ángulo de la puerta mientras X la cruzaba. Trozos de plástico rebotaron en todas direcciones, estrellándose contra la pared opuesta. X cayó, aunque sólo sus piernas vestidas de negro se vieron por un momento. Luego desaparecieron.

Nur corrió tras él pero se detuvo en el umbral. Se inclinó cautelosamente hacia adelante, y de inmediato volvió a echar hacia atrás la cabeza. La bala disparada por X se

estrelló contra la pared justo fuera de la puerta. Nur se dejó caer sobre sus rodillas y miró de nuevo a través de la entrada. Otro estruendo. Nur pareció incólume.

Por aquel entonces los otros habían tomado sus armas y estaban corriendo hacia el umbral.

Aunque los lamentos no servían de nada, Burton lamentó no haber elegido a Ah Qaaq primero para hipnotizarle.

Llamó a Alice, que estaba inclinada sobre Gilgamesh, para que le ayudara a ponerse en pie. Sollozando, ella avanzó hacia él y tiró de sus muñecas. Su cabeza empezaba a aclararse, y sus piernas parecían más firmes. En otro minuto estaría completamente bien.

¡Frigate! llamó. ¡Tai-Peng! ¡Turpin! ¡Meted a Gilgamesh ahí! ¡Todos los demás!

¡Dentro! ¡Dentro antes de que cierre la puerta!

¡Ha desaparecido! exclamó Nur.

Los tres hombres llegaron corriendo, y cogieron el pesado cuerpo del sumerio y lo llevaron hacia el umbral. Burton se apoyó en Alice, pasando el brazo alrededor del cuello de ella, y siguieron a los demás. Cuando llegaron junto a la entrada, se sentía ya lo suficientemente recuperado como para decirle a Alice que podía sostenerse por sí mismo.

Turpin colocó su cilindro en el umbral de modo que la puerta no pudiera cerrarse por completo. Justo cuando Alice y Burton la cruzaban, la puerta se cerró saliendo de su alvéolo, golpeó contra el cilindro, y se detuvo.

Nur indicó la sangre en el suelo junto al umbral, y las manchas rojas que se alejaban hacia el interior.

La bala se estrelló contra la pared, pero algunos de los fragmentos lo alcanzaron.

El corredor al otro lado se alejaba por ambos lados hasta tan lejos como podían ver. Estaba iluminado por la misma luz sin sombras, y tenía doce metros de ancho por quince de alto, en una primera estimación. Se curvaba suavemente para seguir la redondez exterior. Burton se preguntó qué había entre la pared exterior del corredor y la pared exterior de la Torre. Probablemente una parte de ese espacio debía estar vacío, pero otros espacios podían contener maquinaria o algún tipo de almacenes. A intervalos irregulares, a la altura de su ojo, las paredes mostraban letras o símbolos en bajorrelieve, algunos de los cuales parecían superficialmente caracteres rúnicos y otros indostaníes.

Burton colocó una bala junto a la pared para señalar la entrada si la puerta terminaba cerrándose de algún modo.

Poco después las manchas de sangre cesaron, y los perseguidores llegaron a una especie de arcada que se abría a un agujero circular de unos treinta metros de diámetro. Burton se detuvo en su borde y miró hacia abajo. A lo largo del negro pozo brotaban regularmente las luces de varios niveles, otras arcadas o estancias. No sabía lo profundo que podía ser el pozo, pero calculó que serían kilómetros. Cuando se arrodilló, sujetándose al borde con sus manos, y miró hacia arriba, vio lo mismo. Sin embargo, el pozo no podía prolongarse más de kilómetro y medio, la altura de la Torre desde el nivel del mar.

Por aquel entonces Gilgamesh se estaba recuperando. Se sentó en el suelo, sujetándose la cabeza y gruñendo. Al cabo de un minuto, alzó la vista.

¿Qué ha ocurrido?

Burton se lo dijo. El sumerio volvió a gruñir y dijo:

¿Y tú no me golpeaste? ¿Fue la mujer?

Sí. Te pido disculpas, si sirven de algo. Pero tenía que saberlo.

Ella sólo estaba luchando para salvar a su hombre. Y puesto que tú no me golpeaste, no hay insulto. Aunque mi cabeza resuena como un tambor.

Creo que pronto estarás bien dijo Burton.

Eludió decir que él había golpeado a Gilgamesh en el rostro. La verdad podía ser sacrificada en esta situación. Había pasado toda su vida creándose enemigos debido a que no le importaba y a que incluso encontraba una cierta satisfacción en ello. Pero

durante los pasados veinte años se había dado cuenta de que estaba comportándose irracionalmente en este aspecto. Nur, el sufí, se lo había enseñado, aunque no directamente. Burton había aprendido mientras escuchaba las conversaciones de Nur con su discípulo Frigate.

Creo dijo Burton que X tomó un ascensor de algún tipo. Sin embargo, no veo ninguno. Ni veo ningún tipo de controles para llamar a uno desde aquí.

Quizá sea debido a que no hay cabina dijo Frigate. Burton se lo quedó mirando.

Frigate tomó una bala de plástico de la bolsa que colgaba de su cinturón. La arrojó a unos seis metros en el vacío. Se detuvo como si estuviera envuelta en jalea al nivel del suelo.

¡Bueno, que me condenen! ¡No creí que fuera eso, pero lo es!

¿De qué se trata?

Hay alguna especie de campo en el pozo. Pero... ¿cómo lo hace uno para trasladarse allá donde desea? Quizá el campo te mueva de acuerdo con alguna palabra código.

Eso es pensar con la cabeza dijo Nur.

Gracias, maestro. Sólo que... si una persona desea ir abajo al mismo tiempo que otra desea ir arriba... Quizá el campo pueda hacer las dos cosas simultáneamente.

Si los pozos debía haber otros eran la única forma de trasladarse de un nivel a otro, estaban atrapados. Todo lo que tenía que hacer el Etico era dejar que se murieran de hambre.

Burton empezó a ponerse furioso. Toda su vida se había sentido enjaulado y había roto algunas de esas jaulas, aunque las más grandes lo habían retenido. Ahora estaba a punto de resolver aquel gran misterio, y se encontraba atrapado de nuevo. Era posible que no pudiera escapar de ésa.

Adelantó una pierna en el vacío, bajando el pie lentamente hasta que notó resistencia. Cuando hubo determinado que su peso iba a ser sostenido, penetró enteramente en el pozo. El pánico estuvo a punto de abrumarle; podía ocurrir cualquier cosa. Pero ahí estaba, de pie en la nada, aparentemente, y el abismo bajo él.

Se inclinó, recogió la bala, y se la tiró a Frigate.

¿Y ahora qué? dijo Nur.

Burton miró hacia arriba y luego hacia abajo.

No lo sé. No es simplemente como estar parado en el aire. Hay una ligera resistencia a mis movimientos. Sin embargo, no siento ninguna dificultad para respirar.

Puesto que lo hacía sentirse más que inquieto el permanecer allí, regresó a suelo sólido.

No es como estar de pie sobre algo duro. Cede ligeramente bajo mi peso. Permanecieron silenciosos por un momento. Finalmente, Burton dijo:

Será mejor que sigamos adelante.