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Chapter 122 - EL OSCURO DESIGNIO (60)

Dio la orden de amarrar de nuevo la nave. Una vez hecho esto, reunió a toda la tripulación en el hangar. Las fotografías fueron pasadas de mano en mano, mientras Jill les explicaba en detalle todo lo que había ocurrido.

Aguardaremos aquí una semana si es necesario. Después de eso, tendremos que irnos. Piscator no se quedaría voluntariamente ahí abajo tanto tiempo. Si no está de vuelta dentro de un plazo de veinte horas podremos suponer que ha sido detenido por Ellos... O quizá ha sufrido un accidente y ha resultado muerto o herido. No hay forma de saberlo. No podemos hacer nada excepto esperar durante un periodo de tiempo razonable.

Nadie pensaba en abandonar a Piscator en aquellos momentos. Pero resultaba evidente que no les gustaba la idea de permanecer siete días en aquel frío, oscuro, húmedo y ominosamente silencioso lugar. Se parecía mucho a acampar en la parte de fuera de las puertas del infierno.

Por aquel entonces, el helicóptero N° 1 había dejado de arder. Un equipo de trabajo se dedicó a recuperar los cadáveres y a investigar las causas de la explosión. Los mecánicos comprobaron el otro helicóptero por si había algún daño en los flotadores y reemplazaron el parabrisas y la portezuela de babor acribillados por las balas.

Una guardia de tres hombres estaba apostada a la entrada del domo. Jill iba a dirigirse al comedor de oficiales cuando recibió una llamada del doctor Graves.

Thorn sigue inconsciente, pero se está recuperando. He examinado también lo que quedó del cerebro de Firebrass. No puedo hacer mucho porque no dispongo de microscopio. Pero juraría que la pequeña esfera negra estaba unida al sistema neural en la parte delantera del cerebro. He considerado la posibilidad de que fuera un objeto extraño que se hubiera clavado allí por la fuerza de la explosión. Pero los mecánicos me han dicho que no hay nada así en el equipo del helicóptero.

¿Quieres decir que crees que esa esfera estaba implantada quirúrgicamente en su cerebro?

No ha quedado suficiente parte frontal del cráneo como para afirmarlo categóricamente dijo Graves. Pero voy a examinar los cerebros de los otros también. De hecho, voy a hacer una autopsia completa a todas las víctimas. Eso va a tomar tiempo, especialmente porque he de vigilar también a Thorn.

¿Te das cuenta de las implicaciones de esa esfera? dijo Jill, intentando impedir que su voz temblara.

He estado pensando bastante en ello. No sé qué infiernos significa, pero es importante. Jill, me he pasado efectuando autopsias durante años aquí, simplemente para mantenerme en forma. Y nunca he encontrado nada fuera de lo ordinario en más de un millar de cadáveres.

»Pero te diré una cosa. Creo que sé por qué Firebrass insistió en obtener radiografías de los cráneos de su tripulación. Estaba buscando a la gente con esferas negras sobre, o en, su cerebro.

»Y te diré algo más. Creo que se apresuró a arrojar el cadáver de Stern al Río porque sabía que Stern tenía una de esas bolas en su cerebro!

»Es como dijo Alicia, ¿no?: "Misterioso y misterioso".

Con su corazón latiendo fuertemente y su mano temblando, Jill cortó el intercom. Firebrass era uno de Ellos.

Un momento más tarde volvió a llamar a Graves.

Firebrass dijo que nos contaría por qué deseaba obtener nuestras radiografías. Pero nunca lo hizo, o a mí, al menos. ¿Te dijo algo a ti?

No. Le pedí que me explicara, y me contestó simplemente que tenía trabajo y que ya me lo diría en otra ocasión.

Entonces no sabes si Thorn tiene o no una esfera en su cabeza. Si muere, hazle rápidamente la autopsia, doc.

Lo haré. De todos modos, puedo abrirle el cerebro sin esperar a que muera. Aunque no ahora. Primero he de esperar a que se recupere.

¿Eso no lo matará? Sabía que podía abrirse el cráneo en operaciones, pero ¿puedes poner al descubierto el cerebro de Thorn?

A mí no va a hacerme ningún daño.

Pasaron veinticuatro horas. Jill intentó mantener ocupada a la tripulación, pero había muy poco que hacer excepto una limpieza innecesaria. Hubiera deseado haber traído algunas de las películas hechas en Parolando. Excepto hablar, jugar a las damas, al ajedrez y a las cartas o echar los dados, había muy pocas ocupaciones para ellos. Jill organizó períodos de ejercicios para cansarlos un poco, pero no podía prolongarlos indefinidamente, y eran tan aburridos como el no hacer nada.

Mientras tanto, la oscuridad y el frío parecían meterse hasta en los huesos. Y el pensamiento de que debajo de ellos podían estar aquellos misteriosos seres que habían construido aquel mundo para ellos era algo que ponía los nervios de punta. ¿Qué estaban haciendo Ellos? ¿Por qué no salían?

Y por encima de todo, ¿qué le había ocurrido a Piscator?

Cyrano de Bergerac parecía hallarse especialmente afectado. Sus largos silencios y obvias meditaciones podían ser causadas por la muerte de Firebrass. A Jill, sin embargo, le parecía que existía algo más que le preocupaba.

El doctor Graves le pidió que acudiera a su consulta. Cuando entró en ella, lo encontró sentado al borde de su escritorio. Silenciosamente, le tendió su palma. En ella había una pequeña esfera negra.

Todos estaban tan quemados que ni siquiera podía determinar el sexo por observación externa. Obrenova era la más baja, sin embargo, así que hice primero la autopsia al cadáver más pequeño. Encontré eso casi de inmediato. No te comuniqué enseguida porque antes deseaba examinar a todos los demás.

Ella era la única que lo tenía.

¡Ya son dos!

Sí. Y eso me hace preguntarme acerca de Thorn.

Jill se sentó y encendió un cigarrillo con manos temblorosas.

Escucha dijo Graves. El único licor que hay a bordo está en mi botiquín. Es sólo para usos médicos, pero creo que necesitas algo de medicina. Y sé que yo también la necesito.

Mientras sacaba una botella, ella le contó lo de la discusión que había oído entre Thorn y Obrenova.

El le tendió una taza de líquido púrpura.

¿Así que crees que se conocían de antes de llegar a Parolando? preguntó.

No lo sé. No sé lo que significa nada de esto.

¿Y quién lo sabe? Excepto Thorn quizá. Salud! Jill bebió el reconfortante y afrutado licor.

No hemos encontrado nada sospechoso en los apartamentos de ninguno de ellos

dijo. Ni de Firebrass, ni de Obrenova, ni de Thorn.

Hizo una pausa, y luego añadió:

Hay una cosa, significativa no por su presencia sino por su ausencia. Como el perro que no ladra en la historia de Sherlock Holmes. El cilindro de Thorn no estaba ni en su helicóptero ni en su cabina. He ordenado sin embargo un registro más minucioso del helicóptero.

»Me dijiste hace algunas horas que Thorn estaba consciente ahora. ¿Puede ser interrogado?

No durante un cierto tiempo. Te aconsejo que esperes hasta que esté más recuperado. Ahora, si no desea hablar, simplemente puede pretender quedarse dormido.

El intercom sonó. Graves accionó el conmutador.

¿Doctor? Aquí el contramaestre Gogswell. Desearía hablar con el capitán.

Aquí la capitana dijo Jill.

¡Capitán, acabamos de encontrar una bomba en el helicóptero N° 2! Es un explosivo plástico. Parece pesar unos dos kilos, y el detonador está conectado a un receptor de radio. La hemos encontrado en el interior del depósito de armas y municiones de la parte de atrás.

No hagan nada hasta que yo llegue ahí. Deseo verla antes de que sea retirada. Se puso en pie.

No creo que exista ya ninguna duda de que Thorn colocó una bomba en el helicóptero de Firebrass. Los que están investigando las causas del accidente no han podido detectar el origen de la explosión, pero su jefe dijo que creía que podía haber sido una bomba.

Sí dijo Graves. La cuestión es saber por qué Thorn haría eso. Jill se dirigió hacia la puerta, pero se detuvo antes de llegar a ella.

¡Dios mío! Si Thorn colocó bombas en ambos helicópteros, pudo haber escondido alguna en el dirigible también!

No encontraste ningún transmisor cuando registraste su cabina dijo el doctor. Aunque quizá escondiera uno, o varios, en otros lugares de la nave.

Jill alertó inmediatamente a todo el personal. Tras darle a Coppename órdenes para que organizara equipos de búsqueda, se dirigió al hangar. La bomba estaba allí donde el

jefe había dicho. Se puso de rodillas y la observó con ayuda de una linterna. Luego abandonó el aparato.

Desarme el detonador y el receptor. Ponga el plástico en el depósito de explosivos. Llame al oficial de electrónica y dígale que me gustaría saber a qué frecuencia está sintonizado el receptor. No, espere. Le llamaré yo misma.

Deseaba asegurarse de que aquel experimento se efectuara en una habitación radioeléctricamente protegida. Las distintas bombas si existían podían haber sido instaladas al mismo tiempo, pero Thorn habría ajustado el receptor de cada una para que respondiera a su propia longitud de onda. Era preciso no correr riesgos.

Tras asegurarse de que Deruyck, el oficial electrónico, comprendía por qué debía utilizar una habitación protegida, se dirigió a la sala de control. Coppename estaba en el intercom, escuchando los informes de los equipos de búsqueda.

Cyrano estaba en el asiento del piloto, mirando al panel como si la nave estuviera en pleno vuelo. Alzó la vista hacia ella cuando entró.

¿Está permitido preguntar qué fue lo que el doctor Graves encontró?

Hasta ahora, ella no había ocultado nada a la tripulación. Creía que tenían derecho a saber tanto como ella misma.

Cyrano no dijo nada durante un largo rato después de que ella terminara de hablar. Sus largos dedos tamborilearon sobre el panel mientras miraba hacia arriba, como si hubiera algo escrito sobre su cabeza. Finalmente, se puso en pie.

Creo que es necesario que tú y yo tengamos una pequeña charla. En privado. Ahora, si es posible.

¿Con todo esto que está pasando?

Podemos ir a la sala de derrota.

La siguió, y cerró la puerta tras ellos. Jill se sentó y prendió otro cigarrillo. El se puso a pasear arriba y abajo, las manos tras su espalda.

Es evidente que Firebrass, Thorn y Obrenova eran agentes de Ellos. Me resulta difícil de creer el caso de Firebrass. ¡Era tan humano! Pero es posible que Ellos sean humanos también.

»Sin embargo, ese ser que se llamaba a sí mismo un Etico dijo que ni ellos ni sus agentes eran violentos. Detestaban, aborrecían la violencia. Pero Firebrass podía ser muy violento; seguro que no actuaba como un pacifista. Y luego está el incidente con el recién llegado Stern. Por lo que tú me dijiste, parece que fue Firebrass quien lo atacó, no Stern quien atacó a Firebrass.

No sé de qué estás hablando dijo Jill. Sería mejor que empezaras por el principio.

Muy bien. Te diré algo que prometí mantener en secreto. No suelo romper mi palabra, de hecho, ésta es la primera vez que lo hago. Pero puede que le diera mi palabra a alguien que es mi enemigo, mi enemigo secreto.

»Hace dieciséis años de eso. ¡Cuánto tiempo ha pasado ya, y sin embargo qué reciente parece! Por aquel tiempo yo estaba en una zona en la que la mayoría de la gente eran de mi propio tiempo y país. En la orilla derecha tan sólo, por supuesto. La izquierda estaba poblada por salvajes de piel muy oscura. Indios que habían vivido en la isla de Cuba antes de que Colón la descubriera, aunque creo que sus habitantes jamás llegaron a saber que su país había sido conquistado. Eran muy pacíficos, y tras algunos forcejeos y dificultades iniciales, nuestra zona estaba tranquila y en paz.

»Mi propio pequeño estado estaba, de hecho, mandado por el gran Conti, bajo cuyas órdenes había tenido el honor de servir en el asedio de Arras. Allí fue donde recibí un golpe de espada en la garganta, la segunda de las heridas importantes que me convencieron, junto con todos los demás horrores y miserias que había visto en la guerra, de que Marte era el más estúpido de los dioses. Además, me alegró sobremanera encontrar allí también a mi buen amigo y mentor, el merecidamente famoso Gassendi. Fue, como sin duda sabrás, quien se opuso al infame Descartes y rehabilitó a Epicuro,

cuya física y moral presentó tan espléndidamente. Sin mencionar su influencia en Moliére, Chapelle y Dehénault, todos ellos, incidentalmente, buenos amigos míos. Él fue quien les persuadió de traducir a Lucrecio, el divino atomista romano...

Vayamos al asunto. Dame sólo los hechos escuetos.

A decir verdad, citando más o menos a otro romano...

¡Cyrano!