Peter Frigate se había embarcado en el Abigarrado una semana después del séptimo Día de Año Nuevo después de la Resurrección. Veintiséis años más tarde, estaba todavía en la goleta. Pero estaba empezando a sentirse cansado y desanimado. ¿Llegaría alguna vez la nave a las fuentes del Río?
Desde el día en que subiera a bordo, había pasado, a estribor, 810.000 piedras de cilindros. Eso significaba que había viajado un millón trescientos mil kilómetros.
Había iniciado su viaje en la zona ecuatorial, y había sido preciso un año y medio para alcanzar las regiones árticas, avanzando no como vuela un pájaro sino como se arrastra una serpiente. Si el Río hubiera estado tan recto como una regla, el barco hubiera estado allí en menos de seis meses, quizá en cinco. Pero era más retorcido que las promesas de la campaña de un político después de las elecciones.
La primera vez que el barco llegó al ártico, justo antes de que el Río girara de nuevo definitivamente para su recorrido hacia el sur, Frigate había propuesto que siguieran hacia el norte a pie. Las montañas polares no estaban a la vista, pero debían estar relativamente cerca. Tentadoramente cerca también.
Farrington había dicho:
¿Y cómo por cien mil diablos piensas escalarlas?
Y había señalado hacia la lisa verticalidad de la piedra hacia el norte. Allí su altura era superior a los tres mil quinientos metros.
En un globo.
¿Estás chiflado? El viento sopla hacia el sur aquí. Nos enviaría lejos de las montañas polares.
El viento de superficie quizá. Pero si el sistema meteorológico es el mismo aquí que en la Tierra, los vientos polares superiores deben soplar hacia el nordeste. Una vez el globo hubiera subido lo suficiente como para entrar en esa corriente, variaría de rumbo, nos llevaría hacia el polo.
»Entonces, cuando llegáramos a las montañas que se supone rodean el supuesto mar, descenderíamos. No tendremos la suerte de poder cruzar sobre esas montañas en el globo, si son tan altas como dicen.
Farrington se había puesto pálido al oír la proposición de Frigate. Rider, sonriendo, dijo:
No sabía que al Frisco Kid no le gustaba ni la idea de un viaje aéreo.
¡No es cierto! dijo Martin, con ojos llameantes. Si un globo pudiera llevarnos hasta allí, yo sería el primero en subir a él. ¡Pero no puede! De todos modos, ¿cómo mierda íbamos a arreglárnoslas para construir un globo, aunque pudiéramos viajar en uno?
Frigate tuvo que admitir que no podían. Al menos, no en aquella zona. Construir un globo y llenarlo con hidrógeno era imposible. No había allí los materiales necesarios. Ni en ningún otro lugar, por lo que él sabía.
Sin embargo, había otro método que valla la pena tomar en consideración. ¿Por qué no un globo de aire caliente que llevara una cuerda hasta la parte superior de la montaña?
Mientras hablaba, sin embargo, se echó a reír. ¿Cómo podían fabricar una cuerda de tres mil quinientos metros de longitud, una cuerda lo suficientemente fuerte como para que no se rompiera bajo su propio peso? ¿Qué tamaño debería tener el globo necesario para alzar esa enorme masa de cuerda? ¿Uno tan grande como el Hindenburg?
¿Y cómo lo harían para asegurar la cuerda a la cima de la montaña?
Sonriendo, Frigate propuso enviar a un hombre en el aerostato que llevara la cuerda. Podría bajar una vez estuviera arriba y asegurar el globo.
¡Olvídalo! dijo Farrington. Frigate se sintió feliz de hacerlo.
El Abigarrado prosiguió su navegación hacia el sur, el viento a sus espaldas, su tripulación feliz de alejarse de aquella fría y deprimente zona. Había alguna gente de la Edad de Piedra viviendo allí, pero en su tiempo habían vivido en las regiones árticas de la Tierra. No habían conocido nunca nada mejor.
A partir de entonces, la goleta había cruzado el ecuador y entrado en la región polar sur nueve veces. En este momento, estaban de nuevo en la zona ecuatorial.
Peter Frigate estaba hastiado de la vida a bordo. Y no era el único. Las escalas en la orilla se estaban haciendo cada vez más largas últimamente.
Un día, mientras tomaba su almuerzo en tierra, Frigate experimentó dos fuertes impresiones en una rápida secuencia. La primera fue lo que le ofreció su cilindro. Durante años había estado deseando obtener mantequilla de cacahuete y un plátano al mismo tiempo. Ahora, al abrir el cilindro, halló la realización de su sueño.
Una de las tazas de metal de los compartimientos estaba llena con una suave y deliciosa mantequilla de cacahuete. En una bandeja se divisaba la encantadora forma amarilla de un plátano.
Sonriendo, babeando, relamiéndose por anticipado, peló la fruta y sumergió uno de sus extremos en la mantequilla de cacahuete. Casi canturreando de alegría, mordió la combinación de sabores.
Valla la pena haber resucitado sólo por la comida.
Un momento más tarde, vio que se le acercaba una mujer. Era muy atractiva, pero fue lo que llevaba lo que le hizo desorbitar los ojos. Se puso en pie y, hablando en Esperanto, se acercó a ella.
Pardonu min, sinjorino. No he podido evitar el observar este sorprendente brazalete.
¡Parece de cobre!
Ella bajó la mirada, sonriendo, y dijo:
Estas brazo.
Aceptó el cigarrillo que él le ofrecía murmurando un «Dankon», y lo encendió. Parecía ser muy amable. Demasiado, pareció pensar una persona. Frunciendo el ceño, un hombre gigantesco y muy moreno se acercó a ellos.
Frigate se apresuró a asegurar que su interés se centraba en su brazalete y no en ella. El hombre pareció aliviado; la mujer decepcionada. Pero se alzó de hombros con resignación.
Procede de Río arriba dijo. Costó cien cigarrillos y dos cuernos de pez cornudo.
Sin mencionar algunos favores personales por su parte dijo el hombre.
Oh, Emil, eso fue antes de que me fuera contigo protestó la mujer.
¿Sabe usted de dónde procede? dijo Frigate. Quiero decir, ¿dónde está hecho?
El hombre que me la vendió procedía de Nova Bohemujo.
Frigate ofreció al hombre un cigarrillo, y eso pareció calmar la tensión. Emil dijo que Nueva Bohemia era un estado más bien grande a unas novecientas piedras de cilindro Río arriba. La mayoría de sus habitantes eran checos del siglo XX. La minoría estaba compuesta por algunas antiguas tribus galas, con, por supuesto, el habitual uno o dos por ciento de gente de cualquier tiempo y lugar.
Hasta hacía tres años Nueva Bohemia había sido pequeño, sólo uno de los muchos pueblos galo-eslavos de aquella zona.
Pero su jefe, un hombre llamado Ladislas Podebrad, inició un proyecto hará unos seis años. Creía que debía haber tesoros minerales, especialmente hierro, profundamente enterrados en el suelo. Su gente empezó a excavar en la base de la montaña, e hicieron un enorme y profundo hoyo. Gastaron mucho pedernal y hueso. Ya sabe lo resistente que es la hierba.
Frigate asintió. La hierba parecía haber sido diseñada para resistir la erosión. Sus raíces se hundían muy profundamente y se entremezclaban. De hecho, no estaba seguro de que no fuera una sola planta, un único organismo extendiéndose a ambos lados del Río y quizá por debajo de él. Y sus raíces eran tan resistentes como una cota de malla.
Se necesitó mucho tiempo para llegar debajo de la hierba, y cuando lo consiguieron, no había nada tras ella excepto tierra. Prosiguieron, y después de otros sesenta metros, llegaron a una capa de roca. Creo que piedra caliza. Casi estuvieron a punto de abandonar entonces. Pero Podebrad, que es algo así como un místico, les dijo que había tenido un sueño acerca de que había grandes cantidades de hierro debajo de la roca.
Por supuesto dijo la mujer, no te veo a ti trabajando en esa forma.
Tú tampoco harías muy buen papel.
Frigate no les calculó mucho tiempo de seguir juntos, pero no dijo nada. Podía equivocarse. Había conocido parejas como aquella en la Tierra que se apuñalaban verbalmente a cada instante desde el matrimonio hasta la muerte. Por alguna razón patológica, se necesitaban mutuamente.
Hacía tres años, el sueño de Podebrad y el duro trabajo habían dado frutos.
Habían llegado a una inmensa reserva de minerales: hierro, sulfito de zinc, arena, carbón, sal, plomo, azufre, e incluso algo de platino y vanadio.
Frigate parpadeó y dijo:
¿Quieres decir en capas, en estratos? Pero no pueden encontrarse naturalmente en esa forma.
No dijo Emil. Al menos, el hombre le dijo a Marie que no estaban así. Lo que dijo, y he oído a otros de Nueva Bohemia contar lo mismo, es que parecía como si un gigantesco camión los hubiera ido echando.
»Quienquiera que hizo este mundo habla arrojado todo aquello allí, ya sabe, como con un gigantesco bulldozer. Luego había colocado la roca encima, luego la tierra, y finalmente la hierba.
Podebrad había empezado a sacar el mineral, de hecho aún lo seguía extrayendo. Toda su gente estaba armada ahora con armas de acero. Y Nueva Bohemia se había extendido de sus doce kilómetros originales a sesenta kilómetros por ambos lados del Río.
Sin embargo, esto no se había conseguido a través de la conquista. Los estados vecinos habían solicitado ser absorbidos, y Podebrad les había dado la bienvenida. Había riqueza suficiente para todos.
Mientras tanto, otros estados cercanos habían iniciado sus propios proyectos de perforación. Habían trabajado durante tres años, pero no habían conseguido más que sudor, herramientas estropeadas, y decepción.
El emplazamiento original de Podebrad parecía ser el único que contenía minerales. A menos que los otros depósitos, como Emil los llamaba, estuvieran enterrados aún más profundamente.
Emil señaló hacia las colinas.
Nuestro propio país tiene un agujero de sesenta metros de profundidad. Pero ahora están volviendo a llenarlo. La capa rocosa es dolomita. Podebrad tuvo suerte. La suya era blanda piedra caliza.
Frigate les dio las gracias y se marchó excitadamente. Como resultado de aquello, el
Abigarrado anclaba junto a la capital de Podebrad once días más tarde.
La tripulación olía ya Nueva Bohemia medio día antes de llegar a sus límites meridionales. Los humos de azufre y carbón apestaban toda la zona.
Altas murallas de tierra habían sido erigidas a lo largo de las orillas. Por todos lados se veían armas de acero, incluyendo pistolas de chispa. El Río era patrullado por cuatro grandes barcos de paletas movidos a vapor, cada uno de los cuales llevaba dos cañones, y por un gran número de barcos más pequeños con ametralladoras.
La tripulación del Abigarrado estaba asombrada. También algo deprimida. El hermoso valle había sido saqueado. A lo largo de donde alcanzaba la vista habían desaparecido el aire puro y el cielo azul y las verdes llanuras y colinas.
Nur le preguntó a uno de los habitantes si había sido necesario estropear todo el paisaje y construir todas aquellas armas.
Hemos tenido que hacerlo dijo el hombre. Si no lo hubiéramos hecho, entonces otros estados hubieran intentado robarnos nuestro mineral. Y se hubieran lanzado a conquistas violentas. Nosotros hacemos las armas para defendernos.
»Por supuesto, también hacemos otros artefactos. Comerciamos con ellos, y así obtenemos más tabaco, licor, comida, y adornos que podemos usar.
El hombre palmeó su sobresaliente barriga. Nur sonrió.
Los cilindros proporcionan lo suficiente para las necesidades de cualquier persona, y algunos lujos también dijo. ¿Por qué destrozar el país y hacer que hieda para conseguir más de lo que necesitáis?
Acabo de decirte por qué.
Hubierais hecho mejor volviendo a tapar el agujero dijo Nur. O no haberlo horadado desde un principio.
El hombre se alzó de hombros. Entonces, pareciendo sorprenderse, se acercó a Rider.
Oye, ¿tú no eres Tom Mix, la estrella de cine?
No, amiko dijo Tom, sonriendo. Ha habido gente que me ha dicho que me parezco un poco a él, sin embargo.
Te vi... esto... lo vi cuando fue a París durante su tournée europea. Yo estaba en viaje de negocios, y estaba entre la multitud y te aclamaba... a él, por supuesto... mientras desfilaba sobre su caballo Tony. Fue un gran día para mí. Tom era mi actor preferido de westerns.
El mío también dijo Tom, y se alejó.
Frigate llamó al capitán y al primer contramaestre a un lado.
Pareces muy excitado, Pete dijo Martin Farrington. Debes estar pensando en lo mismo que Tom y yo hemos estado discutiendo hace apenas un minuto.
Bien, ¿y qué es ello? dijo Frigate. Martin miró de reojo a Tom y sonrió.
¿No lo supones? Estábamos hablando, sólo especulaciones, ya sabes, de lo bueno que sería si tuviéramos uno de esos pequeños barcos de vapor.
Frigate se mostró sorprendido.
¡No es en eso en lo que estaba pensando! ¿Qué pretendéis, robarlo?
Algo así dijo Tom, arrastrando las palabras. Ellos siempre podrán construir otro. Estábamos pensando en lo mucho más rápido que podríamos ir Río arriba con uno de esos barcos a paletas.
Aparte de la ética del asunto dijo Frigate, podría ser peligroso. Supongo que estarán custodiados durante la noche.
Mira como habla de ética dijo Martin. Tú robaste tu lanza y tu arco y tus flechas,
¿recuerdas?
El rostro de Frigate enrojeció.
No fue exactamente un robo. Había hecho las armas yo mismo. Me pertenecían.
Fueron robadas dijo Martin. Desplegó una de sus encantadoras sonrisas maravillosas y le dio una palmada en el hombro a Frigate. Pero no necesitas enfadarte por eso. Tu necesidad era mayor que la del estado, y tomaste algo que podía ser fácilmente reemplazado. Nosotros estamos en la misma situación. Necesitamos ir Río arriba con mayor rapidez.
Sin mencionar que lo haríamos mucho más confortablemente dijo Tom.
¿Queréis correr el riesgo de resultar muertos?
¿Piensas presentarte voluntario? No quiero ordenar a nadie que lo haga. Si no te atreves, no habrá ningún problema, siempre que mantengas la boca cerrada,
¿comprendido?
¡No es eso! dijo Frigate, sintiendo que volvía a enrojecer. ¡No estoy objetando porque tenga miedo! Escuchad, lo haré, si es necesario. Pero lo que tengo en mente es otra cosa. Es algo que podría llevarnos hacia el norte muchísimo más rápidamente que un barco de vapor.
¿Quieres decir que este Podebrad nos construiría una lancha rápida? dijo Martin.
¿Un yate a vapor?
No, no es eso tampoco. Pienso en algo para ir Río arriba. ¡Ir por encima!
Que me aspen dijo Tom. ¿Quieres decir un avión? Tom parecía ansioso. Martin se puso pálido.
No, eso no funcionaría. Quiero decir, un avión podría llevarnos mucho más aprisa. Pero deberíamos aterrizar varias veces y conseguir combustible, y no hay forma de conseguirlo ni de fabricarlo. No, estoy pensando en otro tipo de vehículo aéreo.
No estarás pensando en un globo.
Claro, ¿por qué no? Un globo. O mejor aún, un dirigible.