Burton paseaba arriba y abajo por cubierta, en medio de la bruma. Aunque notaba su cuerpo caliente bajo sus ropas, su rostro estaba helado. Una corriente inusualmente fría de aire habla penetrado en aquella área, y como resultado de ello las brumas habían ascendido hasta media altura del mástil. No podía ver nada más allá de sus brazos extendidos.
Por lo que sabía, todo el mundo a bordo menos él estaba durmiendo. Su única compañía eran sus pensamientos. Tendían a desparramarse como si fueran ovejas en la ladera de una colina. Burton tenía que luchar duramente para traerlos de vuelta, disponerlos en una hilera ordenada, mantenerlos avanzando hacia los pastos. ¿Y qué eran los pastos? Una comida amarga.
Tenía veintitrés años de recuerdos que cubrir. Era un proceso selectivo, concentrado en Monat y Frigate. ¿Qué acciones, qué palabras podían ser sospechosas? ¿Qué podía encajar en aquel endiablado rompecabezas?
Había muy pocos elementos disponibles. Debía haber más, pero no podía descubrirlos, ni siquiera darse cuenta de que eran realmente piezas.
Aquel terrible y alegre día, el día en que habían despertado de entre los muertos, al primero que había encontrado había sido al arcturiano. De toda la gente que había encontrado aquel día, Monat era el que más calmada y racionalmente había actuado. Se había hecho cargo de la situación sorprendentemente aprisa, había comprobado lo que les rodeaba, e inmediatamente había comprendido la finalidad de los cilindros.
La segunda persona en la que Burton se había fijado especialmente había sido el Neanderthal, Kazz. Este, sin embargo, no había intentado hablar con Burton al principio. Simplemente lo había seguido durante un tiempo. Peter Frigate había sido la segunda persona en hablar con Burton. Y, ahora que Burton volvía a pensar en ello, Frigate se había mostrado más bien tranquilo y casual en su actitud y sus modales. Era algo extraño, teniendo en cuenta que Frigate decía que sufría de ansiedad e histeria.
Acontecimientos posteriores habían parecido confirmar esto. Sin embargo, de tanto en tanto, y de forma consistente en los últimos veinte años, Frigate había superado sus ansiedades. ¿Había conseguido realmente el dominio de sí mismo, o simplemente había abandonado su papel, había dejado de actuar?
Realmente, era una coincidencia demasiado asombrosa el que la segunda persona a la que Burton hubiera encontrado fuera el autor de una biografía suya. ¿Cuántos biógrafos suyos habían existido? ¿Diez o doce? ¿Cuáles eran las posibilidades de que uno de ellos resucitara a tan sólo unos metros de él? Doce en treinta y seis mil millones.
De todos modos, entraba dentro del campo del azar; no era imposible.
Luego Kazz se había unido al grupo en torno a Burton. Luego Alice. Luego Lev Ruach.
Hoy, mientras Kazz estaba al timón, Burton se había parado junto a él y le había interrogado. ¿Había hablado Kazz con Monat y Frigate durante el Día de la Resurrección, cuando Burton no estaba por los alrededores? ¿Recordaba en ellos algo sospechoso?
Kazz había agitado su cabeza de recia osamenta.
Estuve con ellos varias veces cuando tú no estabas a la vista. Pero no recuerdo nada extraño en ellos. Es decir. Burtonnaq, no había nada más extraño que todo lo extraño que nos rodeaba. Todo era extraño aquel día.
¿Observaste las marcas en las frentes de la gente aquel día?
Sí, unas cuantas. Cuando el sol estaba en el cenit.
¿Y las de Monat y Frigate?
No recuerdo haberlas visto aquel día. Pero tampoco recuerdo haber visto la tuya. La luz tenía que reflejarse en un cierto ángulo.
Burton había sacado de su bolsa de costado un papel de bambú, un hueso de pescado agudamente afilado, y una botella de madera llena de tinta. Se había hecho cargo del timón mientras Kazz dibujaba las marcas que había visto en las frentes del arcturiano y del americano. Ambas eran tres líneas paralelas horizontales cruzadas por tres líneas paralelas verticales yuxtapuestas a una cruz enmarcada por un círculo. El grosor y la longitud de las líneas eran idénticos excepto en los extremos. Las líneas de Monat se ensanchaban a la derecha; las de Frigate, a la izquierda.
¿Y el signo de mi frente? había dicho Burton.
Kazz había dibujado cuatro líneas onduladas paralelas horizontales al lado de un símbolo que se parecía al (&) comercial. Debajo había una corta y delgada línea recta horizontal.
Los de Monat y Pete son sorprendentemente parecido había dicho Burton.
A petición de Burton, Kazz había dibujado entonces los símbolos de las frentes de todos los miembros de la tripulación Ninguno se parecía a los demás.
¿Recuerdas el de Lev Ruach?
Kazz había asentido, y un momento más tarde le había tendido a Burton el dibujo. Se sintió decepcionado, aunque sin ninguna razón consciente para ello. El símbolo de Ruach no se parecía en nada al de sus primeros sospechosos.
Ahora, paseando por cubierta, Burton se preguntaba por qué había esperado que fuera similar a los otros dos. Algo cosquilleaba en la parte de atrás de su cerebro, alguna sospecha que no podía rascarse. Había algún nexo de unión entre los tres, pero se escapaba de entre sus manos cuando estaba a punto de agarrarlo.
Ya había pensado bastante. Ahora era el momento de actuar.
El Neanderthal era un bulto blanco tendido en el suelo, apoyado contra la cabina, envuelto en toallas. Guiándose por lo ronquidos de su amigo, Burton se dirigió hacia él y lo sacudió. Kazz se despertó inmediatamente con un sobresalto.
¿Ya es la hora?
Ya es la hora.
Primero, sin embargo, Kazz tenía que orinar por encima de la borda. Burton prendió una linterna de aceite de pescado y bajaron la pasarela hasta el muelle. Desde allí avanzaron cautelosamente por la llanura, en dirección a una cabaña vacía que habían observado a unos doscientos pasos de distancia. No la encontraron al primer momento, pero tras dar una cuantas vueltas la localizaron. Después de entrar, Burton cerró la puerta. Un montón de leños y de astillas habían sido colocados por Kazz en el hogar de piedra aquella mañana. En un minuto llameaba un pequeño fuego. Kazz se sentó en una silla de mimbre y bambú cerca del fuego. El humo provocado por poco tiro de la chimenea le hizo toser.
Era fácil colocar a Kazz en trance hipnótico. Había sido uno de los sujetos de Burton durante años, cuando Burton entretenía a los habitantes del lugar que visitaban mostrándoles sus poderes como mesmerista.
Ahora que Burton pensaba en ello, Monat y Frigate siempre habían estado presentes en estas ocasiones. ¿Se habían sentido nerviosos? Si era así, habían sabido disimularlo muy bien.
Burton hizo retroceder a Kazz directamente al momento que había mencionado al grupo que estaba desayunando que Spruce no tenía marca en la frente. Haciéndole avanzar en el tiempo a partir de allí, lo llevó hasta el punto en que el Neanderthal había entrado en la cabaña de Monat. Allí encontró la primera resistencia.
¿Estás ahora en la cabaña?
Kazz, mirando fijamente al frente, los ojos aparentemente vueltos hacia el pasado, dijo.
Estoy ante la puerta.
Adelante, entra, Kazz.
El Neanderthal agitó con un esfuerzo la cabeza.
No puedo, Burtonnaq.
¿Por qué no?
No lo sé.
¿Hay algo en la cabaña a lo que le tengas miedo?
No lo sé.
¿Te ha dicho alguien que hay algo malo en la cabaña?
No.
Entonces no tienes nada que temer. Kazz, tú eres un hombre valiente, ¿no?
Sé que lo soy, Burtonnaq.
Entonces, ¿por qué no puedes entrar? Kazz agitó la cabeza.
No lo sé. Algo...
¿Algo qué?
Algo... me dice... me dice... no puedo recordar.
Burton se mordió el labio inferior. La madera encendida crujió y chisporroteó.
¿Quién te lo dice? ¿Monat? ¿Frigate?
No lo sé.
¡Piensa!
Kazz frunció el ceño. Empezó a sudar.
La madera chisporroteó de nuevo. Al oír el chisporroteo, Burton sonrió.
¡Kazz!
¿Sí?
¡Kazz! Besst está en la cabaña, ¡y está gritando! ¿Puedes oírla gritar?
Kazz se envaró y miró a uno y otro lado, los ojos muy abiertos, las aletas de su nariz distendidas, los labios fruncidos.
¡La oigo! ¿Qué le ocurre?
¡Kazz! ¡Hay un oso en la cabaña, y está a punto de atacar a Besst! ¡Toma tu lanza y entra y mata al oso, Kazz! ¡Salva a Besst!
Kazz se puso en pie y, aferrando con las manos una lanza imaginaria, saltó hacia delante. Burton tuvo que apartarse rápidamente para evitar ser arrollado. Kazz tropezó con la silla y cayó de bruces.
Burton hizo una mueca. ¿Iba a salir de su trance a causa del choque? No, Kazz se estaba poniendo en pie e iba a echar a correr de nuevo.
¡Kazz! ¡Estás en la cabaña! ¡Aquí está el oso! ¡Mátalo, Kazz! ¡Mátalo! Gruñendo, Kazz aferró la lanza fantasma con ambas manos y la lanzó.
¡Aieee! ¡Aieee! Siguió una confusa mezcolanza de sonidos. Burton, que había aprendido su lengua nativa, los con prendió: ¡Soy el Hombre-Que-Mató-Al-Largo- Dientes-Blancos¡¡Muere, Peludo-Que-Duermes-Todo-El-Invierno! ¡Muere, pero perdóname! ¡Debo hacerlo, debo hacerlo! ¡Muere! ¡Muere!
Burton alzó la voz:
¡Kazz! ¡Se ha marchado! ¡El oso ha salido de la cabaña ¡Besst está a salvo ahora! Kazz dejó de blandir su lanza. Permaneció de pie, muy envarado, mirando a un lado y
a otro.
¡Kazz! Han pasado tan sólo unos minutos. ¡Kazz! Besst se ha ido. ¡Ahora estás dentro de la cabaña! Dentro, ¿comprendes? ¡No tienes nada que temer! Has entrado en la cabaña, ahora no tienes nada que temer. ¿Quién más está contigo?
»Kazz, estás en la cabaña unos pocos minutos después que vieras que Spruce no tenía ninguna marca en su frente ¿Quién más está en la cabaña contigo?
El Neanderthal había perdido su expresión feroz. Miró torpemente a Burton.
¿Quién? Monat y Pete, por supuesto.
Muy bien, Kazz. Ahora... ¿quién te habla primero?
Monat.
Cuéntame lo que te dice. Y cuéntame lo que te dice Frigate también.
Frigate no dice absolutamente nada. Sólo Monat.
Dime lo que te dice... lo que te está diciendo.
Monat dice: «Ahora, Kazz, no vas a recordar nada de que ocurra en esta cabaña. Vamos a hablar durante un minuto y luego nos iremos. Cuando salgamos no recordarás ni haber venido aquí ni haberte ido de aquí. Todo lo que ocurra en este espacio de tiempo quedará en blanco. Si alguien te pregunta acerca de esto, le dirás que no recuerdas nada. Y no estarás mintiendo porque lo habrás olvidado todo. ¿No es así, Kazz?
El Neanderthal asintió con la cabeza.
«Además, Kazz, para estar más seguros, no recordarás tampoco la primera vez que te dije que olvidaras que habías mencionado que yo y Frigate tampoco teníamos marcas.
¿Recuerdas esta ocasión, Kazz?» Kazz negó con la cabeza.
«No, Monat».
Suspiró profundamente.
¿Quién ha suspirado? dijo Burton.
Frigate.
Era evidentemente un suspiro de alivio.
¿Qué más está diciendo Monat? Dime también lo que dices tú.
«Kazz, cuando te hablé por primera vez, poco después de que nos dijeras a Frigate y a mí que no teníamos signos, te dije también que me contaras lo que pudiera decirte Burton acerca de encontrarse con una misteriosa persona. Me refiero a una persona que puede que se llame a sí misma un Etico...
¡Ajá! dijo Burton.
«¿Recuerdas eso, Kazz?»
«No».
«Por supuesto que no. Te dije que no lo recordaras. Pero ahora te digo que lo recuerdes. ¿Lo recuerdas, Kazz?»
Siguió un silencio de casi veinte segundos. Luego, el Neanderthal dijo:
«Sí, ahora lo recuerdo».
«Muy bien, Kazz. Ahora olvídalo de nuevo, aunque lo que te he dicho sigue siendo una orden. ¿Correcto?»
«Si, correcto».
«Ahora, Kazz, ¿te ha hablado alguna vez Burton de ese Etico? ¿O de alguien, hombre o mujer, que afirme ser uno de aquellos que nos trajeron de vuelta de entre los muertos?»
«No, Burtonnaq nunca me dijo nada de eso».
«Pero si, en el futuro, lo hace, vendrás a mí y me lo comunicarás. Sin embargo, sólo lo harás cuando no haya nadie a nuestro alrededor. Donde nadie pueda oírnos.
¿Comprendes?»
«Sí, comprendo».
«Si por alguna razón yo no estoy disponible, si no puedes acudir a mí porque esté muerto o me haya ido de viaje, se lo dirás a Peter Frigate o a Lev Ruach en vez de a mí.
¿Comprendes?»
También Ruach! dijo Burton en voz baja.
«Si, comprendo. Se lo diré a Peter Frigate o a Lev Ruach en vez de a ti».
«Y sólo se lo dirás cuando no haya nadie a su alrededor, donde nadie pueda oírnos.
¿Comprendido?»
«Si, comprendido».
«Y no le dirás a nadie más nada de esto, sólo se lo dirás a Frigate, a Ruach o a mí mismo. ¿Comprendido?»
«Sí, comprendido».
«Muy bien, Kazz. Excelente. Ahora nos iremos, y cuando haga chasquear dos veces mis dedos, no recordarás ni esto ni la primera vez. ¿Comprendido?»
«Sí, comprendido»
«Kazz, es preciso también... ¡Oh! Alguien nos está llamando. No hay tiempo para inventar ninguna excusa. ¡Vámonos!
Burton tuvo que imaginar lo que significaba aquella última observación. Monat debía haber estado a punto de decirle a Kazz lo que debía decir si alguien le preguntaba de qué habían hablado en la cabaña. Aquella interrupción había sido buena para Burton. Si Kazz hubiera tenido alguna historia razonable, Burton nunca hubiera llegado a sospechar.