Burton estaba pensando en esto y en otros acontecimientos de la última noche, incluidos los sueños. No se fue inmediatamente a la cama, sino que se quedó un rato levantado, fumando un puro, con Frigate a su lado. El conjunto de arracimadas estrellas y grandes nubes de gas empezaron a palidecer mientras observaban. El amanecer llegaría dentro de media hora. Su luz barrería la mayor parte de los objetos celestes, convirtiéndolos en fantasmas imprecisos por algún tiempo hasta que el sol surgiera finalmente de detrás de las montañas del norte.
Podían ver la bruma, cubriendo como una algodonosa sábana el Río y las llanuras de ambas orillas. Lamía las colinas cubiertas de árboles, en cuyas laderas se veían unas
pocas luces. Más allá de las colinas del valle estaban las montañas, inclinadas en un ángulo de cuarenta y cinco grados durante los primeros trescientos metros, luego ascendiendo verticalmente, lisas como un espejo, hasta una altura superior a los tres mil metros.
Durante su primer año allí, Burton había calculado que las montañas debían tener unos seis mil metros de altura. No fue el único en cometer ese error cuando sólo se disponía de los ojos para efectuar los cálculos. Después de que fue posible construir burdos pero efectivos instrumentos de medición, había determinado que las paredes de las montañas eran, en general, la mitad de altas de lo que había pensado. Su roca azul grisácea o negra creaba una ilusión. Quizá era debido a que el valle era tan estrecho, y las paredes hacían que sus moradores se sintieran aún más pequeños.
Aquel era un mundo de ilusiones, físicas, metafísicas, y psicológicas. Casi como la
Tierra.
Frigate había encendido un cigarrillo. Había dejado de fumar hacía un año, pero ahora, como dijo, «el estado de gracia lo había abandonado». Era casi tan alto como Burton. Sus ojos eran color avellana. Su pelo era casi tan negro como el de su compañero, aunque reflejaba tonalidades rojizas a la luz del sol. Sus rasgos eran irregulares: arcos supraciliares prominentes, una nariz recta de tamaño medio pero de anchas aletas, labios gruesos, el superior muy largo, mentón hendido. Este último parecía recesivo debido a la mandíbula sorprendentemente corta.
En la Tierra había sido, entre otras muchas cosas, uno de esos raros pero vigorosos especímenes que coleccionaban toda la literatura existente de, acerca o relacionada con Burton. El mismo había escrito una biografía suya, pero finalmente la había novelizado como un inquieto caballero para la reina.
La primera vez que se habían encontrado, Burton se mostró desconcertado cuando
Frigate se identificó a sí mismo como un escritor de ciencia ficción.
¿Qué demonios es eso?
No me pida que defina la ciencia ficción había dicho Frigate Nunca nadie ha sido capaz de proporcionar una definición completamente satisfactoria. De todos modos, es.. era... era un género literario en el cual la mayor parte de las historias ocurrían en un hipotético futuro. Era llamado ciencia ficción porque se suponía que la ciencia jugaba un importante papel en ellas. El desarrollo de la ciencia en el futuro, eso es. Esa ciencia no estaba confinada a la física y a la química, sino que incluía también extrapolaciones sociológicas y psicológicas con referencia a la época del autor.
»De hecho cualquier historia que se desarrollara en el futuro era ciencia ficción. De todos modos, una historia escrita en 1960, por ejemplo, que proyectaba un futuro de
1984, seguía siendo clasificada como ciencia ficción en 1984.
»De todos modos, una historia de ciencia ficción podía estar situada también en el presente o en el pasado. Pero se suponía que la historia era posible porque estaba basada en la ciencia de la época del autor, y éste simplemente extrapolaba, con mayor o menor rigor, lo que la ciencia podía desarrollar.
»Desgraciadamente, esta definición incluía historias en las cuales la ciencia no existía o había sido pobremente comprendida por el autor.
»De todos modos (hay un gran número de «de todos modos» en la ciencia ficción), había una gran cantidad de historias acerca de cosas que era imposible que ocurrieran, para las cuales no había ninguna base científica en absoluto. Como el viaje por el tiempo, los mundos paralelos, y los viajes a mayor velocidad que la de la luz. Estrellas vivientes, Dios visitando la Tierra en carne y huesos, insectos tan altos como edificios, diluvios a escala planetaria, esclavitud a través de la telepatía, y una lista realmente interminable.
¿Cómo fue que se la denominara ciencia ficción?
Bueno, realmente, existía ya mucho tiempo antes de que un hombre llamado Hugo Gernsback le pusiera esta etiqueta. ¿Ha leído usted las novelas de Julio Verne y el Frankenstein de Mary Shelley? Esas obras eran consideradas como ciencia ficción.
A mí me parecieron únicamente obras de fantasía había dicho Burton.
Sí, pero toda ficción es fantasía. La diferencia entre la fantasía mundana, lo que nosotros llamamos literatura general, y la ciencia ficción, es que la literatura general trataba de cosas que podían haber ocurrido. Siempre estaban situadas en el pasado o en el presente.
»Las historias de ciencia ficción trataban de cosas que no podían haber ocurrido o eran altamente improbables. Algunas personas deseaban denominarla literatura especulativa, pero el término nunca acabó de cuajar.
Burton nunca había comprendido exactamente qué era la ciencia ficción, pero tampoco le importaba demasiado. Frigate no sabía explicarse claramente tampoco, pero podía proporcionar numerosos ejemplos.
Realmente había dicho Frigate, la ciencia ficción era una de las muchas cosas que no existen pero que pese a todo tienen un nombre. Hablemos mejor de cualquier otra cosa.
Burton se había negado a abandonar el tema.
¿Entonces se dedicaba usted a una profesión que no existe?
No, la profesión de escritor de ciencia ficción existía. Era la ciencia ficción per se la que no existía. Esto empieza a sonar como un diálogo de Alicia en el país de las maravillas.
Y el dinero que ganaba usted con sus escritos, ¿tampoco existía?
Casi. Bueno, eso es una exageración. No me moría de hambre, pero tampoco iba por ahí con un Cadillac chapado en oro.
¿Qué es un Cadillac?
Pensando ahora en todo aquello, Burton encontró extraño que la mujer que dormía con él fuera la Alice que había inspirado a Lewis Carroll dos obras maestras.
Repentinamente, Frigate dijo:
¿Qué ocurre?
Burton miró hacia el este, hacia donde el Río se estrechaba. Contrariamente a las zonas más arriba y más abajo, aquella parte carecía de orillas. Altas colinas se alzaban bruscamente en toda su longitud, mostrando sus lisas paredes. Más acá de aquella garganta algo no, dos objetos se movían lentamente hacia ellos, aparentemente suspendidos encima de la bruma.
Trepó por una escalera de cuerda para ver mejor. Los dos objetos no estaban suspendidos en el aire. Su parte inferior estaba simplemente oculta por la bruma. El más cercano era una estructura de madera, que parecía tener una figura humana en su parte superior. El segundo, mucho más atrás, era un objeto grande, redondo, negro.
¡Pete! llamó. ¡Creo que es una balsa! ¡Y muy grande! ¡Avanza al impulso de la corriente, y se dirige directamente hacia nosotros! Hay una torre con un piloto en ella. Pero no se mueve, simplemente está ahí. Seguro que...
Sí, seguro que estaba dormido. El hombre en la torre no se había movido. Si estuviera despierto, hubiera visto que la balsa seguía directamente un rumbo de colisión.
Burton se sujetó con un brazo a la cuerda, colocó sus manos formando bocina, y avisó a gritos. La figura reclinada contra la barandilla de la torre no se movió. Burton dejó de gritar.
¡Despierta a todo el mundo! aulló a Frigate. ¡Inmediatamente! ¡Debemos sacar el barco del camino!
Bajó rápidamente y saltó por el lado que daba al muelle. Allí, donde su cabeza estaba por debajo de la bruma, no se veía absolutamente nada. Pasando una mano por el casco, sin embargo, pudo encontrar los pilotes donde estaba amarrado el barco. Cuando había
soltado ya dos amarras, oyó a los otros en cubierta, arriba. Gritó a Monat y Kazz que saltaran al muelle por el otro lado y soltaran las amarras de allí.
En su precipitación, se golpeó con uno de los pilotes y durante varios segundos dio saltos sujetándose la rodilla. Luego reanudó su trabajo.
Una vez completada su parte, retrocedió siguiendo la línea del casco. Alguien había bajado la pasarela. Subió a bordo, deslizando las manos por las cuerdas que formaban la barandilla. Ahora podía ver la parte superior de las cabezas de las mujeres y el rostro del americano.
¿Qué ocurre? dijo Alice.
¿Has sacado las pértigas? preguntó Frigate.
Sí.
Volvió a trepar por la escalera de cuerdas. Los dos objetos seguían el mismo rumbo de antes, que los llevaría contra los muelles. El hombre de guardia en la torre no se había movido.
Ahora se oían voces procedentes de la isla. Los ganopo se habían despertado y estaban haciendo preguntas.
La cabeza y los hombros de Monat brotaron por entre el grisor. Parecía un monstruo deslizándose fuera de la niebla en una novela gótica. Su cráneo era similar al de un ser humano, pero los rasgos le hacían parecer tan sólo semihumano. Sus gruesas cejas negras se curvaban hacia abajo hasta alcanzar los protuberantes pómulos, donde se ensanchaban hasta cubrirlos. Unas delgadas membranas que se agitaban con los movimientos de su cabeza colgaban de la parte inferior de las aletas de su nariz. En la punta de esta había un muñón de cartílago. Sus labios eran como los de un perro, delgados, negros, y parecidos a cuero. Sus orejas, sin lóbulos, tenían las circunvoluciones de una concha marina.
Kazz estaba gritando algo cerca de Monat. Burton no podía verle puesto que era el segundo tripulante más bajo del barco, con su metro y medio de altura. Luego se acercó, y Burton pudo distinguir su achaparrada figura.
¡Sacad las pértigas y empujad el barco para apartarlo de los muelles! aulló Burton.
¿Dónde infiernos están? gritó Besst.
Las saqué de su perchero dijo Frigate. Están en cubierta, debajo de él.
Seguidme dijo Burton, y maldijo cuando tropezó con algo y cayó de bruces. Volvió a ponerse inmediatamente en pie, sólo para golpearse contra alguien. Por su aspecto, pensó que debía tratarse de Besst.
Tras una cierta confusión, varios de ellos tomaron las pértigas y se situaron en los costados del barco. A las órdenes de Burton, apoyaron sus extremos contra el muelle, ya que no había suficiente espacio entre el casco y el lado del muelle para apoyarlas contra el fondo de roca. Puesto que tenían que luchar contra la corriente, que era más fuerte en medio del lago, sólo pudieron mover el barco muy lentamente. Una vez alejados del muelle, bajaron las pértigas hasta el agua y empujaron contra el fondo rocoso. Pero las pértigas resbalaron en la desnuda roca.
Burton ordenó que hicieran girar la proa del barco. Una vez hecho esto, los hombres de las pértigas del lado de babor acudieron a estribor para ayudar a los otros a impedir que el barco fuera empujado de nuevo contra la isla. En este punto, tanto la playa como el fondo cesaban bruscamente. Ahora tenían que mantener las pértigas horizontales y empujar contra la pared de la espira.
Burton oyó una voz desconocida y miró hacia atrás. La oscura figura en la torre se estaba moviendo ahora, y gritaba algo hacia la bruma. Otras voces, más débiles que la del piloto, surgieron de abajo.
El gran objeto redondo y oscuro se hizo aún más grande. A la luz de las estrellas parecía como la cabeza de un gigante. Estimó que la distancia entre la torre y el otro objeto sería de unos cien metros. Eso significaba que la balsa que los acarreaba era
enorme. No tenía ni idea de su tamaño, y esperaba no descubrirlo hasta que su barco estuviera a salvo al otro lado de la isla.
Justo antes de volver a su tarea, vio a otro hombre aparecer en la torre. Estaba agitando las manos, y su aguda voz dominaba la del otro hombre.
¡Viene directo hacia nosotros! gritó Frigate.
Burton no le culpó por sonar lleno de pánico. El también se sentía desvariado. En aquel momento, una masa incalculable estaba avanzando directamente hacía el Hadji II, a una velocidad incalculable.
¡Empujad con todas vuestras fuerzas! aulló. ¡Nos van a aplastar si no lo hacéis!
Por aquel entonces el bauprés, la larga lanza que se proyectaba hacia adelante en la proa del barco, había llegado al nivel de la isla. Una decena más de empujones les permitirían tomar la curva, y el Hadji II se vería arrastrado por la corriente al otro lado de la espira, lejos del peligro.
Los gritos procedentes de la balsa eran más fuertes y se oían más cercanos. Burton se permitió echar una mirada hacia la torre. Estaba sólo a unos ciento veinticinco metros de distancia. Además, la torre parecía haberse ladeado un poco. Maldijo. Aquello significaba que la balsa había girado ligeramente, o la habían hecho girar, para desviar su rumbo y evitar chocar contra la isla en su parte central. Desgraciadamente, lo había hecho hacia la izquierda en vez de hacia la derecha.
¡Empujad más fuerte! gritó Burton.
Se preguntó dónde estaría situada la torre. ¿Estaba en la parte delantera de la balsa, o en la trasera? Si era lo último, entonces una gran parte de la balsa estaría por delante de la torre. Aquello significaría que en algún lugar bajo la bruma la parte delantera de la balsa estaba ya muy cerca del barco.
En cualquier caso, la balsa no iba a poder evitar el chocar contra la isla. Pero esto no le preocupaba si podía evitar que chocara contra el barco.
Un hombre en la torre estaba gritando órdenes en un idioma desconocido hacia algún lugar oculto en la bruma.
La proa del Hadji II había pasado ya la espira. Pero allí la fuerte corriente en el ángulo empujaba el barco contra la pared rocosa, y sus pértigas resbalaban en la roca, más lisa que la que acababan de dejar atrás.
¡Empujad, hijos de la gran puta, empujad!. tronó Burton.
Hubo un retumbar, un brusco ladearse de la cubierta, un acercamiento hacía la roca. Burton se sintió arrojado contra una resplandeciente dureza que lo convirtió en algo interiormente blando y negro. Oscuramente, tuvo consciencia de caer sobre cubierta, quedar tendido de espaldas, intentar ponerse en pie en el tenebroso grisor. A su alrededor sonaron gritos. Eso, y el restallar del casco quebrándose y una explosión final, el impacto de la parte delantera de la balsa contra la roca, fueron las últimas cosas que oyó.