Me levanté antes del amanecer y terminé el entrenamiento diario pronto por la mañana. Después fui al puesto de trabajo de Herrera-san. Lo hice porque me llamó a través de los pendientes durante el entrenamiento, para que fuera una vez hubiera terminado.
Oí la voz de Herrera-san. Estaba gritando al jefe de los enanos herreros que mezclaban metales cada día en el Taller. Los escuché irritados y vociferando como si estuvieran ha- blando con aprendices.
De manera similar y a juzgar por el contenido de los trabajos, los leprechauns que también trabajan en el Taller no contaban con demasiada voz. Sin embargo, en lo que respecta a los negocios no hay inferioridad, pues me encargo yo mismo de reparar la cantidad de arma- duras de cuero y atuendos de batalla que llevan. Se habían estado esforzando en su trabajo hasta acabar sudando, en el día a día del Taller, realizando tareas como hacer o reparar armas de los miembros, cuyos números habían aumentado.
De entre los artesanos que iban de un lado a otro, ocupados, llamé a Herrera-san, que estaba adentrada en el Taller. Ella me saludó efusivamente y con una gran sonrisa en su rostro. Después del ligero contacto físico, me dispuse a escuchar las circunstancias por las que me había llamado.
Parecía tener la intención de mejorar la alabarda de una manera u otra. Sinceramente, mi alabarda es un arma sin apenas puntos débiles que Herrera-san ya había mejorado y re- modelado en varias ocasiones. También estoy familiarizado con su manejo, y hay una gran variedad de técnicas que juegan una parte importante en diversas situaciones. A pesar de ser inferior a verdaderos [Tesoros Sagrados] de clase [Fantasmal] o [Legendarios], es sin duda una joya.
De todas maneras, ya habíamos comentado que seguir con las mejoras sería cada vez más complicado. Antes carecíamos de aptitudes para hacerlo, pero Herrera-san y el jefe de los enanos herreros subieron su nivel de habilidad, y recientemente yo había hecho algunos progresos. Aun así, el mayor motivo por el cual no la habíamos mejorado antes era que no disponíamos de los materiales necesarios. En ese momento me pregunté cuáles podían ser los materiales necesarios, pero era algo que ni siquiera Herrera-san sabía.
Como sea, me había quedado sin ideas. Esa es la verdadera esencia de la ignorancia, ¿no? Me pregunto si algo así puede existir. Es algo que no puedo llegar a comprender, ya que la historia se vuelve más extraña cuanto más pienso en ella.
Aun así, no me convence del todo que el resultado que deriva de habilidades de raza como [Oración Mineral] y [Herrero Artesano], las cuales son habilidades de raza del jefe de los enanos herreros, sea de la misma familia de habilidades que [Voz de Armas] y [Susurro del Espíritu Herrero], las cuales son habilidades de los oficios [Herrero] y [Espíritu de Herrero], que tiene Herrera-san.
Normalmente la respuesta estaba en desarrollar aleaciones mágicas, pero no siempre. Es- taba empezando a alcanzar un resultado por encima de cierto nivel, aunque hubo un mo- mento en el que casi me di por vencido. Mentiría si dijera que no me sorprendió cuando me enteré de que lo habían encontrado.
No tengo ni idea de qué demonios es. Pude oír de Alquimista-san, quien fue una de las que colaboraron en el desarrollo que esta era la solución. Empujaba un carro con un lin- gote de aleación mágica que tenía un extraño matiz, mezcla de negro, dorado, plateado y verde, y que había estado preparando en otra habitación.
La aleación mágica era ligeramente suave y estaba tibia cuando la apreté en mi mano. Se deformaba si aplicabas presión con un solo dedo. Quizás era lo más parecido a un limo metálico o al metal biológico.
Mientras estaba perdido en mis pensamientos, sin querer eché un vistazo a un lado. He- rrera-san y Alquimista-san tenían sus miradas clavadas en mí, pero apartaron la mirada rápidamente.
Evité sus miradas mientras empezaba a tener sudor frío. Era un poco obvio que mis accio- nes eran sospechosas.
En lo que respecta al material, lo mejor sería que no presionara demasiado ni hiciera demasiadas preguntas. Parece ser que si lo hacía, podrían estallar. Podría estar mirando hacia un demencial abismo si pregunto mucho.
Dejando de lado los ingredientes, pregunté a Alquimista-san qué tipo de metal era. Tuvo la osadía de afirmar confiadamente que era de las mejores obras en lo referente a la alea- ción mágica, que había sido el resultado de ensayo y error repetidos cientos de veces con éxitos y fracasos hasta ahora.
Quería llevar a cabo la mejora de la alabarda de una vez, ya que se habían dado las con- diciones para terminar el asunto que faltaba, según la conversación que había tenido con ellas.
Tal material como ese parecía no tener ningún defecto. Estaba claro que mi alabarda favo- rita iba a ser mejorada. Tenía una ligera sensación de inquietud acerca del aspecto de los materiales, pero a la vez me llenaban de una confianza que no decaía.
El caso es que saqué la alabarda del inventario y de paso tomé la [Piedra Espiritual del
Águila de Jade de Cuatro Alas] para entregárselas a Herrera-san.
A Alquimista-san le di muchos tipos de medicinas exóticas procedentes de las mazmo- rras, en grandes cantidades, aunque no sabía si les podría dar un uso o no. Pero habiendo
recibido sus respectivos bienes, las dos se sumergieron inmediatamente en su trabajo.
Había una extraña atmósfera en el aire, no creo que fuera muy agradable. En realidad no estaba ahí, pero lo más inteligente era hacer como si no la hubiera notado. Entonces me marché del Taller mientras veían cómo me iba.
Aún quedan tareas importantes pendientes para la Guerra Santa. Estoy ansioso por ver qué pasará con la alabarda.