Salimos de la ciudad-laberinto Purgatory a primera hora de la mañana y llegamos a la capital real Osvel justo antes del mediodía. La vivacidad de la ciudad no había cambiado desde la última vez que estuvimos aquí. Las calles estaban llenas de gente y había casas de ladrillo por todos lados. Los carros iban y venían por el pavimento de piedra que cu- bría la superficie de todas las calles.
En la calle principal, había varias tiendas con las mismas paraditas y comerciantes mo- viéndose en todas direcciones. Se oían voces de muy buen humor en el ambiente mien- tras las manos intercambiaban bienes y dinero constantemente.
Entonces nos dimos cuenta de que teníamos innumerables ojos concentrados en noso- tros, una mirada mezclada de miedo y curiosidad. Varios aventureros entretuvieron a la multitud que nos observaba, mientras un gran número de espías del Reino Sternbild y de otros países nos vigilaban desde la penumbra.
A pesar de que brillaba con prosperidad, también albergaba sentimientos más oscuros de quienes merodeaban por la zona; la capital real desde luego no había cambiado.
Por otra parte, habría sido anormal que hubiera cambiado en el corto espacio de tiempo desde que estuvimos por última vez aquí.
Al igual que entonces, cuando cruzamos el sector de la ciudad donde estaba el palacio real, llamamos más la atención que antes. De esta manera, nos plantamos delante de las puertas del Palacio Ámbar.
Caballerito y Principesa estaban esperándonos allí, acompañados de varias guardias de palacio femeninas. Ella puso su habitual sonrisa despreocupada, típica de su edad. Pese a que informé de nuestra llegada a través de los pendientes de comunicación de antema- no, no pensaba que la princesa saldría a saludar a sus invitados personalmente. Siendo ese el caso, puede que sin querer hubiera sido una mala influencia para ella, ya que no parece aplicar el sentido común en lo más mínimo.
Nuestro reencuentro inició con un rápido intercambio de saludos. Posteriormente, la princesa se dirigió directamente a mí, un poco emocionada.
No te muevas, será solo un momento. Haz que eres un árbol gigante mientras me subo. Me limité a responder a esto diciendo: Vigila dónde colocas los pies.
Ella corrió hacia mí y comenzó a escalar por mi cuerpo. Llevaba ropa cómoda para mo- verse, así que podría ser que tuviera la intención de hacerlo desde el principio. Aparte de sorprenderme, también dejé escapar un suspiro de alivio. Me recordó a cuando ju- gaba con mi sobrina en mi otra vida, y finalmente dejé de permitir que se subiera a mis hombros.
Cuando me dio la sensación de que Principesa estaba a punto de caerse, le di un peque- ño empujón para ayudarla a colocarse. Al llegar de forma segura a mi hombro, exclamó con una expresión triunfante: ¡Aupaa~!
A continuación, comenzó a examinar su entorno. Pensando que estaba satisfecha, me dispuse a bajarla de nuevo. Sin embargo, al instante me di por vencido ya que la princesa lo rechazó obviamente. Con la princesa a horcajadas sobre mis hombros, entramos al Palacio Ámbar.
Ese lugar tampoco había cambiado, y los que lo veían por primera vez se distrajeron por su elegancia. Seiji-kun reaccionó de una forma peculiar al verlo, parecía haberse queda- do sin habla. Tuve que dar una palmada para que regresara más o menos a sus sentidos con un pequeño salto.
Entonces nos pusimos manos a la obra. Primero descargamos nuestro equipaje de los carros y lo metimos en las habitaciones donde íbamos a alojarnos. Después, decidimos rápidamente quién estaría en cada habitación, y nos presentamos brevemente al servicio.
Principesa se sorprendió cuando saludó a Auro y Argento. Le expliqué que, lamentable- mente, Nicola se había quedado en casa con Alquimista-san, porque ella era todavía un bebé. Y Oniwaka, al tener tanto apego emocional con Minokichi-kun, no quiso quedarse en mi grupo... Auro y Argento sí quisieron venir con su padre, sin embargo.
Debido a las características específicas de su raza, sus cuerpos ya habían crecido bas- tante. Aunque se veía que su velocidad de crecimiento no era equiparable a la de otros miembros normales de su raza.
Aun así, Principesa, quien les había sostenido en los brazos como recién nacidos, abrió la boca por la sorpresa de que hubieran crecido tanto en un periodo tan corto de tiempo. Teniendo en cuenta que por lo general era la misma Principesa quien sorprendía a la gente, parecía bastante inusual para ella que quien quedase asombrada fuera ella misma en su lugar. Caballerito y otros protectores reales también se sorprendieron, pero man- tuvieron la calma más que ella.
En motivo de ello, para la cena de hoy, Principesa celebró un gran banquete para noso- tros. Me sirvieron diversos tipos de alcohol que bebí en cantidad. Aunque la mayoría de ellos no fueron tan buenos como el vino élfico, se trataba de toda clase de alcohol de alta calidad y estuve completamente satisfecho con todos ellos. Como era de esperar de la familia real, de entre todos los que me sirvieron, el alcohol de las mazmorras en especial era el más delicioso.
Entonces tomé la determinación de que iba a entrar en una mazmorra en solitario, en algún momento pronto, en busca tanto de alcohol como un dragón. Afortunadamente, ya que la capital real estaba a una hora de distancia de vuelo de la ciudad-laberinto de Purgatory, sería capaz de descansar un día de por medio.