PERSPECTIVA: Rozuel Drayt
Con la puerta abierta, avanzamos lentamente por el pasillo, todo estaba a oscuras, la única parte iluminada por antorchas era la puerta que conducía al salón principal del Corazón del Oasis, como era de esperarse estaba custodiada por guardias. Todas las antorchas son encendidas a la hora de despertar a los esclavos para el trabajo y son apagadas cuando estos se van a dormir.
Dos cuartos cercana a la puerta que lleva al salón principal pertenecen a los guardias, seguro que mientras algunos vigilan, otros duermen y los turnos se rotan, sería lo más obvio. En todo pasillo hay un baño, y si alguien precisa usarlo, debe golpear su puerta para atraer la atención de uno de los guardias y esperar a que este habrá la puerta de tu habitación para pedir permiso.
Si alguien es sorprendido afuera de su habitación con las antorchas apagadas, en palabras de Amira, será castigada con trabajo pesado y escasa comida como agua, con latigazos incluidos de por medio. Riha y yo, no solo romperíamos su preciado toque de queda, de ser necesario (y lo será), eliminaríamos a varios de sus hombres.
—Riha, evita usar tu magia en lo posible, ¿de acuerdo? –Le pedí con el volumen de mi voz baja.
— Entiendo… –Contesto con el mismo volumen oral.
Ella era consciente de que últimamente se sentía más cansada de lo habitual, un mes no ha bastado para sanar su estado debilitamiento mágico, me excuse explicando que el fenómeno que nos atrapo le causo una cierta condición que afligía su reserva de mana. Su reacción era cernirse en dudas y confusión, su flujo de su magia fue alterado por aquel fenómeno que nos trajo a este continente y eso repercutió en parte a sus cualidades físicas como su estado de vigor o vitalidad.
Avanzamos lentamente por el pasillos hasta acércanos a una considerable distancia en que nuestras armas tenían un tiro seguro de 100% de acierto, desperdiciar balas no era opción. Dos guardias estaban apostado sobre la puerta, yo apunte con la TEC-9 al de la izquierda y Riha con la Beretta 92 apunto al restante.
—A la cuenta de tres… 1… 2… ¡3!...
Las armas son disparas al unísono, el fuerte ruido repercute por el pasillo, habría sido buena idea equiparles a cada uno con un silenciador, pero habría significado reunir más metal y tomar una semana más. Además de que inevitablemente este escape dejaría de ser sigiloso en cualquier momento y los silenciadores ya no tendrían su uso, habría sido un desperdicio de recursos que era mejor utilizarlo para crear toda la munición posible.
Mi arma se le fue incorporada un selector de disparo, con la opción de ráfaga de tres tiros y semiautomático, le habría puesto también la automática, pero mi intención es derrochar la menos munición posible. Los disparos de los dos aciertan como era de esperarse, el mío atraviesa uno de los ojos del guardia matándolo en el acto, el de Riha asesta sobre la yugular de su objetivo, quien agonizaba en el suelo en vano intentando detener la hemorragia que eventualmente culmina con su vida.
— ¡Iindrhataq!... –Oíamos exclamar en las habitaciones de los guardias.
Los disparos despertaron a los guardias dormidos, quienes salieron de su habitación armados con un escudo de hierro y un arma blanca en la otra mano, algunos con lanzas y otros con sables. 5 Objetivos se interpusieron en frente nuestro, quienes no tardaron sobre la oscuridad descubrir nuestra presencia y ponerse en posición de combate.
¡BANG!¡BANG!¡BANG!
Con sus únicas defensas intentaron bloquear los disparos, solo para abrumarse al ver cómo estas eran atravesadas por las balas de la pistola o la TEC-9, uno valientemente con su lanza arremete velozmente con la esperanza de alcanzarme con la punta de su arma una zona vital. Es abatido con un disparo en la frente por parte de la loba, 4 de los 5 objetivos fueron eliminados, el último que quedaba en pie estaba herido con una bala en su abdomen.
— ¡Taqwakee!, ¡taqwakee!, ¡taqwakee! –Repetía el guardia restante aquella palabra.
Hasta incluso soltó sus armas para mostrarse que ya no era una amenaza, me acerque lentamente a él y dispare a su sien matándolo, no podía arriesgarme a ser misericordioso, estropearía nuestro plan de escape. Tome todas las posesiones metálicas de los guardias abatidos como sus armas y escudo para comprimirlo en una pequeña canica de metal, eran valiosos botines que usare más tarde para reponer munición para los dos.
—Hicimos bastante bullicio –Comento la Lupian mirando en dirección a las demás habitaciones.
Aunque estaba bastante oscuro, podía oírse puertas abrirse y voces susurrar en aquel idioma de este reino, eran los esclavos, con todo el escenario que montamos, el ruido los despertó. Con miedo y curiosidad, de seguro lo máximo que harán es mirar desde la seguridad de su habitación, nos verán pero eso poco importa.
—Puerta despejada, en marcha Riha –Le hable a mi compañera.
Ahora venía la parte difícil, la seguridad en el pasillo era un chiste, pues toda la fuerza de guardias de Amira estará apostada en la parte principal del Corazón del Oasis. Lo que enfrentamos solo era una mera escamaruza, ahora viene la verdadera batalla para asegurar nuestra fuga, sin piedad, se lo recordé a Riha, son ellos o nosotros.
— ¡Intense Iron - Modo Standard! –Exclame con la intención de invocar mi armadura estándar.
Pero nada ocurría, el collar negro permanecía como tal en su mismo estado, era incapaz de equiparme con la armadura, aun con todo un mes transcurrido, ¿por qué no responde aun?.
— ¿Roz? –La Lupian observo mi desconcertante mirada.
—No hay tiempo que perder –Fue la respuesta que di para evadir su preocupación.
Aún era incapaz de contar con Intense Iron, desde que llegue a este continente no he oído una sola palabra de Myldark en mi cabeza, ¿estará bien?, ¿acaso la teletransportacion afecto en algo el collar?. Demasiadas preguntas y no tenía tiempo para centrarme en tales incógnitas, enfoque toda mi atención a que el plan de escape terminara con éxito.
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PERSPECTIVA: Tercera Persona
40 Minutos antes – Cuarto de Amira…
Como propietaria absoluta de todo el Corazón del Oasis, su cuarto personal era lo bastante espacioso, adornado elegantemente con plantas, finas telas, muebles de impecable calidad y una cama grande de sabanas y almohada aromática. Pero no había tiempo para tales lujos banales, sentado sobre su escritorio, con una pluma a mano con tinta, atendía los asuntos administrativos de incontables papeleos.
—Por fin he terminado casi la mayor parte… -Suspira del alivio la joven de cabellera turquesa.
—Sigues pensando en esos ghrayb, ¿no es así? –Le pregunto la semihumana de cabeza de chacal, Namida.
Como su leal guardiana, siempre permanecía cerca de su ama, apoyado contra la pared, con los ojos cerrados y los brazos cruzados, no solo actuaba como la espada y escudo de Amira, sino también una fiel amiga.
—Me conoces bastante bien –Opino la propietaria entre risas.
—Solo porque sean unos niños, no deberías bajar la guardia, los ghrayb nunca han sido de confianza –Agrego Namida — ¿Has olvidado ya lo ocurrido hace 10 años?.
Aquella pregunta detiene la mano con la que escribía los papeles, sus ojos se cierran unos momentos reflexionando.
—No… no lo he olvidado… nunca lo he olvidado… y nunca lo hare… -Contesto Amira abriendo sus ojos y siguiendo con su labor —Simplemente, tengo una cierta corazonada sobre ese chico.
— ¿Corazonada?, ¿viniendo de un ghrayb?, diría que el trabajo finalmente te ha afectado bastante, ¿qué quieres decir con eso?.
—Honestamente, presiento que él…
De repente la puerta de su cuarto pronto es tocada interrumpiendo la conversación, Namida abre recibiendo a una sirvienta que llega con un importante mensaje.
— ¡Mi señora, siento interrumpir tan tarde…!
—Está bien, ¿qué ocurre?.
— ¡Es un lugarteniente del Muhaqdad Yusuf!, ¡exige una audiencia con usted cuanto antes!.
El rostro de la semihumana se torna de preocupación, pues ese nombre era sinónimo de problemas, pero Amira manteniendo la compostura, se levanta de tu escritorio y da su respuesta de inmediato.
—Que los sirvientes hagan los preparativos para recibir al lugarteniente en el salón principal –Ordeno Amira.
—¿Despertamos a los esclavos para que ayuden?.
—No, han cumplido su jornada de trabajo como corresponde, no les exhibiré más de lo necesario –Contesto la propietaria —Despierta a algunos sirvientes, diles que se les recompensara justamente más tarde por las molestia.
—¡Si mi señora!.
Cuando la sirvienta se marchó para llevar a cabo las ordenes de su ama, Namida cerró la puerta para dar su opinión de las circunstancias.
—Tengo un mal presentimiento, Amira –Declaro ella con incertidumbre en su tono.
—Ya lo sé, Namida, pero será peor si solo rechazo la audiencia –Ella Afirmo —Ese maldito sin duda nos tacharía de sospechoso y tendría la justificación para ordenar tomar este lugar, no puedo permitir que a ustedes les ocurra algo malo…
—Amira… -La semihumana replica su nombre con aflicción emocional y abraza a su ama —Sin importar que ocurra, siempre estaré a tu lado, incluso en la otra vida…
—Lo sé, no podría haber pedido una mejor guardiana –Sonríe devolviéndole el abrazo —Gracias, Namida.
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El salón principal, donde la clientela en su mayoría Alnabil, disfrutaba de la relajante experiencia del opio junto a la mejor bebida y comida, un par de cojines se situaron organizadamente para recibir de un lado al lugarteniente y en la otra a la propietaria. Los sirvientes y guardias se encontraban de pie, en completo silencio, a la expectativa de su señora.
De frente la mujer de cabellera turquesa en su asiento se encontró con la persona que exigía tal audiencia, sentado sobre su cómodo cojín, con una copa de vino en la mano y una sonrisa presuntuosa. Aquel individuo era un fornido hombre moreno de casi dos metros de altura, una cabellera oscura que cubría con un turbante negro, tenía una robusta papada y unos brazos como piernas exageradamente tonificados.
Namida como dictaba su manera de ser, estaba al lado de su ama, con una mano sutilmente cerca de la empuñadura de su sable rojo, pero la visita no venía completamente solo. Dos docenas de hábiles soldados armados con sables, báculos mágicos y arcos, acompañaban al lugarteniente, situándose a espaldas de este con una maliciosa expresión en la mayoría de ellos.
— ¿Qué trae aquí al lugarteniente del Muhaqdad Yusuf?, Omayat Kzur –Revelo Amira el nombre del individuo.
—Jo, veo que mi nombre es conocido por la encantadora Amira Yuzquell, actual propietaria del Corazón del Oasis, la reliquia más antigua y preciada del reino de Quíatar –Hablo el hombre sin quitar la vanidad de su expresión sonriente.
—Sus palabras me halagan, maestro Kzur –Expreso Amira con respeto — ¿Esta todo en orden con su excelencia Muer Afigad?.
—Sí, su excelencia tiene una buena opinión de usted, pero mi Muhaqdad… -Su sonrisa vanidosa se tiñe a una perversa —Tiene fuerte sospechas de que su propiedad, ha recibido incontables visitas de los rebeldes y su gente les ha brindado asistencia sin dudarlo, ¿entiende lo grave que es esto?.
Tal acusación sembró en el ser de la propietaria suma preocupación, pero su rostro se mantuvo sereno evitando delatar tales inquietudes.
—Ya lo he aclarado con anterioridad, desde la muerte de mis padres y desde que asumí la responsabilidad del corazón del Oasis, no me involucrare en los asuntos conflictivos del reino –Contesto Amira —Si, los rebeldes me han pedido en ocasiones ayuda, pero he rechazado ofrecérselas y que nunca jamás vuelvan a pisar mis tierras, ya he perdido demasiado, no deseo involucrar a mi gente en este dilema sin sentido.
Omayat Kzur tras escuchar las declaraciones de Amira, aplaude sarcásticamente, Namida comprendiendo el significado de tal gesto, adopta una expresión iracunda, pero su ama mantenía completa calma.
—Es una hermosa excusa, pero tengo órdenes de revisar este lugar de arriba a abajo, llevarme a unos cuantos de sus sirvientes y esclavos para un necesario interrogatorio y de ser necesario permanecer aquí en las próximas semanas con mis hombres para una vital vigilancia, ya sabe, no queremos que esos rebeldes vuelvan a molestarle.
Omayat tras su declaración termina el resto del vino de su copa y ordena a una sirvienta que la llene de inmediato, su arrogante sonrisa angustiaba a la propietaria, quien en el fondo deseaba apuñalar a aquel atrevido hombre. Pero con prudencia, evito manifestar cual gesto agresivo alguno, su guardiana semihumana por otro lado, le temblaban las manos de la rabia, con anhelo de desenfundar su arma contra él.
—Tenemos un pacto establecido con el Azim Alnabil, tales acciones agravantes violan el tratado acordado –Le recordó la mujer de cabellera turquesa.
— ¡Ja!, un pacto que data del anterior Azim Alnabil, pero que ya no tiene validez con su actual señor, ¿lo entiendes ahora?, no puedes oponerte –Argumento el lugarteniente con una petulante sonrisa — ¡Ahora ordena a tus sirvientes que me prepararen una buena habitación, con buen vino y mujeres!, y no te olvides de mis muchachos, también necesitan descansar, mañana será un día ocupado para todos.
El lugarteniente termina su segunda copa, para luego echarse a reír con satisfacción, la propietaria estaba en su límite psicológico, pero Namida ya no podía resistir tal abuso. Desenfundo su sable rojo y con el apunto al lugarteniente.
— ¡Miserable!, ¡abusas de tu autoridad!, ¡es evidente tus arrogantes intenciones! –Exclamo indignada la semihumana con cabeza de chacal.
— Namida, no… no lo hagas… -La propietaria intenta detenerle.
—Amira, él ya no tiene intenciones de dialogar, desde el principio era su propósito cuando vino aquí –Aseguro la semihumana.
—Vaya, cuanta insolencia, ¡Jajaja!, ¿te opones a mis órdenes?, ¡es equivalente a faltarle el respeto al mismísimo Muhaqdad Yusuf en persona! –El arrogante lugarteniente se levantó de su cojín manteniendo su orgullosa mueca sonriente y mirando a la semihumana con los brazos cruzados — ¡Los que se opongan serán considerados insurgentes y la pena por tal ofensa es la muerte!.
— ¡Tu muere primero entonces! –Clamo Namida arremetiendo contra el lugarteniente.
Con fortalecimiento, tanto su cuerpo y sable recibieron los aumentos físicos del mana, y con un hábil movimiento apunto a la cabeza del hombre, pero este reacciona a tiempo para cubrirse con uno de sus brazos. Para sorpresa de la semihumana, la hoja de su arma no atraviesa la piel de Omayat, incluso al impactar en la extremidad, oye con claridad como si hubiera acertado contra una superficie dura de metal.
— ¡Jajajaja!, ¡estúpida!, soy Omayat Kzur "El Luchador Inquebrantable" –Afirmo el lugarteniente —¡Ni las lanzas o las hachas pueden atravesar la dureza de mi piel!, ¡tiembla ante mi imponente armadura natural y abrumadora fuerza!.
La cabeza de chacal es tomada del cuello por el fornido hombre y acto seguido arrojada con notable fuerza para dar de espalda contra una gruesa pared que levanta considerable cantidad de polvillo. Quedando ella ante tal impacto recibido, totalmente inconsciente.
— ¡Namida! –Exclamo la propietaria con intranquilidad.
La firme calma de Amida finalmente había sido perturbada y su rostro se cierne de incertidumbre, la agresión perpetrada por el lugarteniente motivo a los guardias a ponerse hostil contra el fornido hombre.
— ¡La Protectora Namida ha sido agredida!.
—¡Protejan a la señora a toda costa!.
—¡No se apoderaran del Corazón del Oasis!.
Con la moral en alta, los guardias se lanzaron a atacar sin pensar a Omayat Kzur, quien por su parte no se molestó en responder tal agresión, pues sus soldados se ocuparon de tratar con ellos.
— ¡Protejan a nuestro honorable lugarteniente!, ¡por la gloria del Muhaqdad Yusuf y su señor Muer Afigad! –Exclamo uno de los soldados de Omayat Kzur.
La batalla entre los soldados del lugarteniente y los guardias del Corazón del Oasis se libró sin misericordia alguna, los sirvientes por temor de resultar heridos, se alejaron lo suficiente para presenciar tal violento evento. Aunque el número de combatientes en ambos lados era igual (dos docenas), la victoria ya estaba determinada para la fuerzas del lugarteniente, sus armas eran de mejor calidad al estar encantadas con magia.
Las hojas de los sables estaban dotado de un mejorado filo y mayor destreza para el usuario por el encantamiento mágico atribuido a estas, las flechas utilizadas por los arcos encantados brindaban a los proyectiles mayor fuerza de penetración que la flecha promedio. Los báculos que eran usados por los mejores adiestrados a la magia en la fila, tenían la habilidad de invocar rápidamente y lanzar potentes proyectiles de mana que atravesaba fácilmente el hierro.
Los guardias sufrieron una aplastante derrota con la muerte definitiva de cada uno, consiguiendo únicamente herir a un soldado y matar a dos de las fuerzas del lugarteniente. Eso debido a que los combatientes que asistían a Omayat Kzur, solo poseían escasas protecciones ligeras, que le hicieron vulnerables a los arqueros enemigos, de allí los responsable de herir a sus guerreros.
—"Esto… no tenía que ocurrir de esta manera… "–Pensó Amira observando con pesar a sus fallecidos hombres.
— Amira Yuzquell –El lugarteniente cito su nombre llamando su atención —Ha sido una noche verdaderamente nefasta, ¡cuánta insolencia he tenido que soportar y mi Muhaqdad sin duda no pasara por alto tal ofensa contra sus palabras! –Aclaro el fornido luchador —Sin embargo… soy alguien piadoso, podría hablar con mi Muhaqdad para convencerle de que no tome represalia contra ti y tu gente, por supuesto todo con una condición.
Omayat Kzur se acercó hasta Amira para tomarla de su barbilla con una mano y luego lamer su cara con indecencia.
—No hay hombre en Quíatar que no fantasee con pasar toda una noche contigo, prepararas un lujoso cuarto para los dos con una gran cama, ¡y luego hare toda clase de perversión con tu cuerpo hasta quedar satisfecho! –Fue la condición establecida por el lugarteniente con una repugnante sonrisa pervertida.
Una demanda lasciva por la vida de sus sirvientes, esclavos y el bienestar general de todo el Corazón del Oasis, Amira temblaba del horror, aceptar tal trato a su persona la perturbaba desde lo más recóndito de su ser. Pero rechazarlo, significaría que sus seres queridos y todo lo que había jurado proteger de aquel establecimiento, pagaran cruelmente las consecuencias.
— Maestro Omayat Kzur, ¿podemos los muchachos jugar con estas bellezas? –Uno de los soldados del lugarteniente pregunto reteniendo contra su voluntad a una de las sirvientas.
— ¿Qué clase de persona no recompensaría adecuadamente a sus hombres por su arduo trabajo?, ¡Jajaja!, ¡claro que pueden divertirse con ellas!, solo procuren no matarlas o dejarlas con heridas permanentes, tales bellezas merecen ser tratadas gentilmente –Su superior les concedió tal barbárico permiso.
Amira estaba por protestar ante tal inaudito petición aprobada por el lugarteniente, pero Omayat Kzur sujeto sus mejillas con una mano, silenciando toda palabra de su boca, siendo obligada a observar como sus sirvientas eran violentamente tratadas por los soldados y manoseadas sin pudor alguno. Sintiéndote totalmente impotente de la atroz situación que ocurría a su alrededor, la propietaria empezó a lagrimear, lamentándose ser tan débil, lamentándose no poder socorrer a su gente.
¡SLAM!...
El sonido de una puerta abriéndose violentamente de golpe resuena en todo el salón, los soldados hicieron a un lado a las sirvientas centrando toda su atención en la procedencia de aquel sospechoso ruido, con sus armas preparadas y en total alerta. Omayat Kzur aparto a Amira, con toda su atención y vista fija también de donde provenía tal inesperado sonido.
Tanto el lugarteniente como los soldados se encontraron entonces que quien habría abierto la puerta con tal sacudida eran dos individuos, dos jóvenes ghrayb. Rozuel Drayt y Riha Sharpsteel, quienes irrumpieron cesando sus pasos con sus respetivas armas apuntándoles en alto.
— ¿Quiénes son esos chiquillos?, esas apariencias… no son de este reino –Concluyo Omayat Kzur.
— ¡No sé qué demonios has dicho!, pero te conviene no entrometerte en nuestro camino –Rozuel le declaro haciéndole un gesto con su arma para indicarle que se apartara.
— ¡Jajajaja!, no entiendo una sola palabra de lo que dijo, los ghrayb no me interesan en absoluto, de hecho, los considero un estorbo, ¡maten a esos dos! –Ordeno el lugarteniente a sus hombres.
Sus soldados con diligencia obedecen al mandato de su superior, cargando hostilmente contra los dos ghrayb…
Continuara…