—Estuve once décadas de mi vida en el cielo, si es que esto se le puede llamar vida.— se señaló a sí misma, con clara molestia e indignación—. Sin embargo, experimenté la desgracia. ¿Crees que ahora, estando en lo más oscuro, podré ver un poco de eso? Sueñas.
—Tu pecado es justificable, podrías volver al cielo si así quisieras.
—¿Un pecado justo? ¿Volver al cielo? No mandas sobre El Gran Supremo, él nos hechó, ninguna persona hecha de pecado puede entrar al cielo.
—El Gran Supremo lo hizo posible, Andre. ¡Ahora todos pueden llegar al cielo!— ella me miró con asco, juzgando mi "patética" emoción.
—Eres ingenuo como para creer semejante estúpidez— burló, dando vueltas a su alrededor—. Piérdete, ángel.
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«¿Sabes que eres muy especial, verdad? Pronto entenderás porqué hago todo esto.»