Era un frío día de enero, al abrir sus ojos pudo sentir los estragos de la noche anterior. Las imágenes de cuanto había bebido se hacían presentes cada que parpadeaba.
Natasha había nacido en Rusia, en una familia de las altas esferas de la sociedad. Su padre un magnate joyero siempre había cumplido los caprichos de su amada hija, por otro lado, su madre al ver que su hija iba en el camión de la perdición había planeado un viaje para que hija pusiera los pies sobre la tierra.
El gran plan consistía regalarle unas vacaciones a Japón, donde haría que perdiera contacto con la familia, se quedaría sin dinero y tendría que conseguir un trabajo para regresar a su país. Esté plan estaba detallado a la perfección y aunque el marido estaba inconforme, terminó accediendo por el bien de Natsh como la llamaba de cariño.
Cuando Natsh pudo al fin incorporarse de la cama y ver lo desbordando de su habitación, se levantó a tomar un baño que la relajará de todo lo vívido en la fiesta anterior, entraron las mucamas a ordenar y como entraron, salieron sin ningún ruido.
Al salir de la reconfortante ducha, Natash se observó en el espejo de cuerpo completo su espectacular figura, su piel blanca como la nieve y su cabello en contraste negro como el carbón era una belleza andando; ella sabía de esto y sabía como usarlo a sí favor.
Termino de alistarse y al bajar al comedor sus padres estaban esperándola para darle la gran sorpresa de sus vacaciones por Japón.