Al llegar al hospital pudimos ver a Ives esperándonos en la puerta principal con algunos guardias de seguridad.
- Es un gusto verle. - Sonrió Ives al ver a mi madre quien respondió con una leve sonrisa.
- Los médicos lograron estabilizarlo, tendrá una cirugía hoy por la noche. -
Todos suspiramos aliviados de que la crisis hubiera sido controlada. Tomamos el ascensos en silencio y una vez que llegamos al piso en donde se encontraba, Ives nos guio hasta llegar con mi abuelo. Aún dormido seguía viéndose imponente, pero su tez demostraba que estaba enfermo.
- Despertará en unos minutos. - Dijo una enfermera que se acercó a nosotros.
- Gracias. - Susurró mi madre viendo la mano de mi abuelo.
- Creo que será mejor que solo haya pocas personas en la habitación. - Sugirió Louis, todos se marcharon a excepción de mi madre y yo.
Ambas estábamos en silencio, observando a mi abuelo, lucia bastante tranquilo. Escuche sollozar a mi madre sobre la mano del abuelo.
- Lamento todo esto, padre. - Decía una y otra vez en voz baja.
Mi corazón se apretujaba pero sabia que mi madre necesitaba desahogarse, así que solo espere a que se calmara y ella me dejara acercarme cuando estuviese lista.
- No llores, este viejo aun no muere. - Respondió una voz grave, ambas levantamos el rostro y lo vimos sonreír mientras acariciaba toscamente el cabello de mi madre.
- Hola, hija. - Mi madre de inmediato lo abrazo cuidadosamente.
"¿Así era tener una familia?" Pensé mientras caminaba hacia el pasillo para dar aviso de que había despertado.
Después de una revisión, parecía estar bien de salud. Había algo de gente en la habitación pero nadie hablaba, excepto mi madre y mi abuelo. Tenían tantas cosas que contarse.
Al llegar la hora de la cirugía, estuvimos ansiosos, no era una operación tan sencilla, pero él estaba en buenas manos.
Las horas transcurrieron, caminábamos un rato en circulos y tomábamos asiento. Estuvimos toda la noche en vela, esperando a que saliera mi abuelo. Nos pusimos nerviosos al ver que más doctores entraban a la sala de operaciones. Justo cuando nuestro corazón ya no aguantaba más se abrieron las puertas de la sala.
- ¿Familia de Sr. Gerard Durand, cierto? - Pregunto el cirujano, mi madre y yo asentimos.
- Hubo complicaciones durante la operación pero por fortuna tuvimos éxito. El día de hoy estará en Cuidados intensivos, mañana ya estará en su habitación. Podrán verlo en unas horas. -
Todos agradecimos al doctor, quien poco después se marcho. Al fin pudimos respirar aliviados, nos repartimos ciertos turnos para cuidar y estar con mi abuelo. Los días pasaron hasta que se convirtieron en semanas. El juicio estaba pospuesto porque mi abuelo estaba indispuesto para declarar, pero por fortuna ya no tardó mucho en salir del hospital.
Mi madre se estaba quedando en casa del abuelo, junto con sus hermanos y sobrinos. Yo iba a diario para verles, era raro el tener a más gente a la cuál llamar familia, pero me gustaba, eran bastante amables.
"Recuerda que te veo a las 3 en el centro comercial" - Mamá
Leí el mensaje, le di un mordisco a un sándwich mientras continuaba ordenando los libros en la biblioteca. Una vez que terminé, caminé hasta mi escritorio y me senté. Suspiré y abrí uno de los cajones, había un sobre guinda, era de la corte, el juicio sería en un par de días. Estaba lista para terminar esto. Por fin sería libre después de una vida escondida de The Rose.
- Llegué. - Dijo Tom sacándome de mi mundo. - Deberías irte ya, hay demasiado trafico.
- Lo haré, no quiero dejarlas esperando. - Me levante y tras darle un beso en la mejilla a mi adorable primo, me puse en marcha.
Y justo como lo había dicho Tom, había una inmensidad de autos por el centro de la ciudad. Estaba a unas cuadras del centro comercial, así que pague el taxi y me fui caminando.
El sol estaba en su máximo esplendor, por lo que decidí refugiarme en una cafetería, les dije en donde me encontraba y pasé a pedir una malteada y un postre. Estaba en el mostrador, esperando pacientemente.
- Su orden está lista. Gracias por comprar. - Sonrió la cajera tras darme mi pedido.
- Gracias. - Sonreí de vuelta y me alejé lentamente llevando la bandeja en mis manos hasta una mesa que se encontraba en el fondo.
- Déjeme ayudarle. - Se ofreció un hombre, quien tomó la bandeja rápidamente. Lo seguí, al ver que mi pedido estaba en la mesa sonreí. Era bastante torpe y no quería tirarlo.
- Muchas gracias. - Sonreí a aquel señor. Sin embargo al intercambiar miradas ambos nos quedamos en completo silencio.
- Aaron. - Una voz familiar se escuchó tras de mí.
- Mía. - Respondió casi sin aliento aquel desconocido de ojos verdes.