Las tardes lluviosas siempre fueron mis favoritas. Las calles de este pequeño pueblo se hundían en las corrientes de agua y las personas se refugiaban en lugares donde la lluvia no llegará.
Creó que sería el único chico de este pueblo al que verías estar sentado en el kiosco del parque con un clima así. El viento revoloteaba mi cabello y movia las hojas de mi cuaderno; en este pequeño cuaderno estaban mis bocetos y otras cosas.
El paisaje de mi alrededor lo había dibujado tantas veces que podría dibujarlo con los ojos cerrados. Cada árbol, cada flor, cada hoja.
Pero como toda historia, algo debía de cambiar. Mientras dibujaba un árbol que había perdido la mayoría de sus hojas debido al viento pude ver entre las gotas a una chica. Su cabello era oscuro y su piel blanca contrastaba con todo lo de alrededor.
—¡Hey! Puedes refugiarte aquí— Mi voz salió de forma natural, pero con un cierto miedo entre palabras. La chica miro hacia mi y solo sonrió sin decir ningúna palabra, sus ojos eran como dos pequeños diamantes azules. Brillaban aún con éste ambiente de tristeza. Lentamente caminó hacia mi dirección, debo de admitir que mis piernas me temblaban y mis manos sudaban un poco. No era de los chicos que se le facilitaba hablar con otros.
—Hola—Su voz era tranquila y un poco aniñada.
—H~hola. Mi~mi nombre es Erick.
La chica sacudía su vestido rojo tratando de quitar el exceso de agua.
—Eva.
—¿Eva?
—Eva, ese es mi nombre.
—¡Oh! Mucho gusto, nunca te había visto ¿Vienes de visita?
—Si, algo así. Me quedaré con mi abuela un tiempo, supongo que tenemos la misma edad. Tengo 16 ¿Y tú?
Eva se sentó en la banca frente a mi, su vestido estaba algo arrugado pero parecía no darle importancia. De uno de sus bolsillos saco un listón negro y ató su cabello.
—Si, ¡si! Tengo 16 también. ¿Estudiaras aquí?
—Eam, creó que si. Según mis padres, un ambiente más tranquilo me ayudara con mis estudios— Su mirada se perdía mientras hablaba.
La conversación se había acabado. Ella seguía con la mirada perdida y yo por costumbre comencé a dibujar, pero algo diferente; acostumbraba a dibujar paisajes, pero esta era la primera vez, la primera vez que dibujaba a una persona.
Mi mano se movia totalmente al natural, como si la hubiera dibujado un centenar de veces.
—¿Qué haces?— Eva acerco su rostro a mi mientras traba de ver mi cuaderno.
—N~nada— Cerré mi cuaderno de golpe. No quería ver su reacción al saber que un extraño la estaba dibujando.
Sus ojos se afiliaron con duda. Quién diría que esté día todo iba a cambiar en mi vida.