Alice
Todo lo ocurrido me parecía irreal y todavía no podía acabar de creer que no estuviera soñando. Tal vez yo era Alice en el país de las maravillas y no me había dado cuenta, quizá había entrado en la madriguera de un conejo y había caído al vacío hasta llegar a este extraño mundo o quizá tan solo se me había ido la cabeza y confundía la ficción con la fantasía, igual que Alice en el cuento.
Resignada, me quedé observando al muchacho que afirmaba ser Eros, el Dios del amor, y suspiré. Estaba visiblemente confundida, ya que no era la primera vez que aparecían extrañas imágenes en mi cabeza, como si en algún instante hubiera vivido esos momentos que constantemente hacían esmero en torturarme. Igual que cuando había traspasado la barrera o incluso cuando había disparado una flecha directa al centro, sentí un escalofrío al no saber qué me estaba pasando. "¿Quién era o, mejor dicho, quién había sido?" me pregunté recordando las palabras que Eros me había susurrado en la cabeza hacía tan solo unos breves minutos. Ahora, más que nunca, necesitaba responder esa pregunta, ya que uno de mis mayores temores siempre había sido poder perder la cabeza. Solo imaginar que pudiera dejar de pensar razonablemente y me convirtiera en alguien totalmente diferente, hacía que mi piel se pusiera de gallina... ¿Porque si no disponemos de nuestra razón, quiénes somos realmente? Seres vacíos tal vez.
En ese momento, me sentía como si hubiera olvidado algo realmente importante, algo que había pasado a estar en mi inconsciente pero que en algún momento había formado parte de mi consciencia, y habría estado encantada de que me hicieran un psicoanálisis, a pesar de que ello supusiera sacar a la luz la parte más oscura de mi inconsciente. ¿Cómo conseguiría saber por qué me estaba pasando aquello? ¿Quién había sido?
Eros y su sonrisa me alejaron de aquellos pensamientos sin sentido, para sumergirme de nuevo en una extraña realidad en la que los Dioses existían, igual que los poderes sobrenaturales y los alienígenas. Pero volver a la realidad no calmó mi consciencia para nada, mejor dicho, me puso más nerviosa.
Como si pudiera leerme el pensamiento, Eros hizo una pequeña mueca y me dijo intentando relajarme:
- Sé que tienes muchas cosas para asimilar, pero no puedes rendirte, al menos no ahora después de todo lo que has vivido y todo lo que te queda por vivir. Eres fuerte, Alice, y estoy seguro de que el destino tiene un plan maravilloso para ti, sino no estarías aquí.
Al escuchar aquellas palabras, quise gritarle que no me ayudaría a resolver mis dudas existenciales con más palabras enrevesadas y con un doble sentido que no conseguía vislumbrar.
- No entiendo de lo que hablas. Mi vida no puede haber sido más horrible... - murmuré con el semblante algo triste.
- La vida no tiene que ser siempre feliz, el dolor es necesario para poder gozar de un buen momento. Son sensaciones opuestas, pero una no existiría sin la otra. – explicó esbozando una triste sonrisa al acabar y sin desviar su atención de mí por un momento.
- Pero yo jamás he sido feliz. – sentencié y me di cuenta de lo mucho que dolían aquellas palabras. Sentí que mi frío corazón se helaba un poco más y mi vista empezó a nublarse para dar lugar a un par de lágrimas.
- ¿Estás segura de eso? – preguntó retóricamente.
A continuación, de la mano de Eros apareció una imagen que recordaba a la perfección. En ella, Skay me abrazaba con calidez, mi cuerpo pequeño se encontraba totalmente rodeado por sus fuertes brazos y no pude evitar que me embriagara una oleada de calor en el mismo instante que recordé al chico.
- ¿Es esto obra tuya? ¿Provocaste que me abrazara? – pregunté de repente, enfadada al pensar que uno de mis únicos momentos de felicidad hubiera sido tan solo un simple juego para un Dios.
Sin embargo, Eros sonrió ante mi acusación y negó con la cabeza, mientras me observaba con sus ojos azules y brillantes, con determinación.
- Existen hilos entre los diferentes seres, que los unen o los separan en un momento determinado, de diferentes colores, materiales y rigidez. Unos son muy frágiles y se rompen con tan solo un soplo de aire, una decisión equivocada o tal vez incluso haber cambiado una ruta habitual de camino al trabajo. Otros, en cambio, son imposibles de romper y pueden conducir a un destino fatal o a uno tan increíble que ni siquiera puedas soñar. Yo no tengo el poder de modificar ese destino, porque es inevitable. Por eso, no puedo cortar el hilo rojo que te une a Skay, ni tampoco puedo hacer nada que implique cambiar vuestro destino. – explicó seguidamente y yo lo escuché con atención, intentando no perderme ni hacer ninguna expresión que reflejara mis pensamientos.
¿Hacía falta decir que tampoco creía en el destino y que todo aquello no hacía más que aumentar la fantasía que se estaba creando en mi cabeza?
- ¿Intentas hacerme creer que estoy destinada a Skay y que estoy atada a él mediante un hilo de color rojo como si de un par de zapatos nos tratáramos? – pregunté, algo fuera de mí, con los nervios a flor de piel. - ¿Es esta tu forma de enamorar a las personas? ¿Meterles pensamientos en la cabeza para que piensen que tienen un alma gemela o algo por el estilo?
- Abre tu mente, ve más allá de donde tus ojos son capaces de llegar. Los humanos te han cerrado la mente y te han hecho mucho daño estos últimos quince años. Pero tú no eres humana, eres mejor. – espetó Eros, intentando hacerme cambiar de opinión.
- Todo esto está siendo muy difícil. Díme por favor qué tengo que hacer ahora. ¿Ver a mi padre resolverá mis dudas existenciales? ¿Acaso no las puedes resolver tú? Sabes mucho más de lo que dices... lo sé por la manera en cómo hablas. – dije con un tono de súplica en la voz.
- No puedo explicarte la verdad, Alice. Eres mi amiga y me gustaría realmente poder hablar de muchas cosas contigo, pero no puedo, ya que tendría terribles consecuencias. ¡Tu cabeza podría explotar literalmente si te dijera la verdad con palabras! Eso es algo que debes ser capaz de ver y sentir únicamente tú. No es fácil recordar, es probable que tu memoria jamás regrese, pero no por eso debes rendirte. Alice, debes ir a ver a tu padre, solo así serás capaz de continuar tu camino.