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Chapter 3 - CAPÍTULO III | AYSEL

Era uno de las últimas adquisiciones de Kyrian, lo había encontrado en la sección sobre Artes Antiguas, y se habían llevado una decepción al descubrir que todas sus hojas se encontraban en blanco, todas menos la última, escrita en runas Mudr.

Aysel no tenía ni la más remota idea sobre el significado de aquellas cuatro palabras, pero había reconocido el dibujo debajo de ellas. Era una réplica exacta del que reposaba sobre la piel de su muñeca.

Kyran, que, aparentemente, era un experto en runas Mudr había asegurado que se trataba de una fórmula de limpieza, pero se había negado a probarlo con ella alegando que no sabían realmente qué efecto podía tener. Aysel había aceptado a regañadientes y le había hecho prometer que si no encontraban nada más lo usarían.

Había pasado un mes y se habían limitado a tratar de despertar su marca probando diferentes maneras, para que Kyran pudiese anclarla fuera de ella, asociarla a algo nuevo, dejando a Aysel libre. No había funcionado.

—De ningún modo— Ky ya estaba negando antes de que ella terminara— . Todo lo que se de los Mudr es que eran un pueblo salvaje y sangriento, no me voy a ofrecer voluntario a algo que no...

—Kyran— lo interrumpió en voz baja—. Me queda poco más de dos semanas antes de que vengan a por mi y nos estamos quedando sin opciones. Se que puede ser peligroso, pero no...no puede ser peor que lo que me puede pasar si voy con ellos.

El silencio se posó sobre ellos. Ky se pasó una mano por el cabello dejándolo alborotado y clavó la vista en ella.

—No estoy de acuerdo...pero es tu decisión— acabó diciendo—. Si llegas a notar algo, cualquier sensación rara o molesta, me paras. Aunque tengas que hacerlo golpearme para ello.

— Me parece perfecto...lo de golpearte— dijo Aysel, pero lo que pretendía ser una sonrisa tranquilizadora acabó desmoronándose al pensar que aquello entrañaba riesgos también para el. En cualquier momento la fórmula podría volverse en su contra y solo los dioses sabían qué tan peligroso era eso.

Kyran parecía haber seguido el hilo de sus pensamientos porque negó con la cabeza.

—A mi no me va a pasar nada, es una fórmula lateral. No te preocupes.

No tenía demasiado conocimiento sobre Essentia, la magia de los magos del Enclave, pero si alcanzaba a entender que una fórmula lateral, a diferencia de una íntegra, solo afectaba al sujeto sobre el que se proyectaba, no al que la manipulaba. Al menos le quedaba la seguridad de que si algo iba mal no iba a arrastrar le con ella.

Kyran se había levantado y rebuscaba en uno de los estantes situados cerca del tapiz de la entrada.

—De acuerdo —dijo Aysel incorporándose—. ¿Tengo que hacer algo más antes de que lo intentes?— dejó la copa encima de la mesa y se acercó a Kyran.

Él dejó de rebuscar y giró la cabeza para lanzarle una mirada divertido.

—Mmm...Podrías empezar por desvestirte —. Volvió a girarse y continuó rebuscando entre los los botes de vidrio.

Una Aysel confundida le devolvía la mirada desde el centro de la habitación.

—No veo para qué serviría es... — se interrumpió antes de formular su pregunta y sacudió la cabeza — Eres imposible.

Se dejó caer encima de uno de los cojines al lado de la chimenea con los brazos cruzados.

—En serio, hace mucho calor aquí dentro. No queremos que te sofoques— dijo Kyran sentándose a su lado.

Una de sus piernas piernas rozaba directamente con la suya, desde tan cerca, le llegaba claramente ese aroma cálido desorientandola por un segundo. Se preguntó si era alguna clase de fragancia, o algún aroma directamente ligado a él, en todo caso, podía estar así sentada allí a su lado, envuelta por ese aroma indefinidamente.

Allí estaba de nuevo, esa sensación de calma interrumpida tan sólo por la suave sensación de exaltación que la embargaba al estar cerca de él. Esa certeza de que el mundo entero podía desmoronarse y ella estaría bien mientras ese joven de ojos color miel siguiera sin apartar la vista de la suya.

Esa ilusión, esa esperanza sin fundamento...nunca duraba mucho. La realidad siempre terminaba por asomarse tras ese escudo de fantasía que su mente construía al estar cerca de Kyran. Punzadas frías como la tarde de invierno de fuera derribaron poco a poco el escudo hasta destruirlo por completo.

Y tras él estaba la cruda verdad, ella era una Shaer, una chica con una amenaza sobre su cabeza, una posesión de algún desconocido que ni siquiera conocía, y el único motivo por el que Kyran había accedido a mantener contacto con ella era para saldar una deuda. Para devolverle el favor que ella le hizo al salvarle la vida esa noche hace tantos meses. El único motivo por el que ella estaba allí era para buscar una salida, y él la estaba ayudando. Nada más.

Inconscientemente se había alejado de él, ya no notaba la suave presión de su pierna sobre la suya. Levantó la mirada que tenía clavada en el suelo, seguía mirándola.

—¿Estás bien? Sabes que no pretendía incomodarte, yo...

Oh, por los dioses. Ahora creía que la molestaban sus falsas insinuaciones. Parecía preocupado, de verdad. La preocupación que mostraría un amigo a otro.

¿Era eso lo que eran ellos? ¿Amigos?

La palabra dejaba un regusto agridulce en sus pensamientos.

—No. Claro que no. Son solo los nervios. Deberíamos empezar, cuanto antes mejor.

Kyran la miró un segundo y no supo si la creía o no, pero asintió con la cabeza.

—Dame la mano— dijo mientras desenrosca la tapa de un pequeño frasco con líquido transparente—. Esto es un focalizador, lo usan los sanadores para enfocar la fórmula en una sola parte del cuerpo. No queremos que se extienda por dónde no debe.

Ella no estaba prestando atención, no cuando él sostenía su mano entre las suyas con gentileza para inspeccionar su marca. Parte de ella quería retirar la mano y apartarse de su contacto, pero la otra, la dominante estaba demasiado turbada para pensar en algo más que no fuera lo bien que se sentía el tacto de su piel contra la suya.

Y era tan solo un roce, no significaba nada, pero joder, si solo con rozar la piel se sentía así, no podía imaginar lo que desencadenaría una caricia intencionada, un beso...Sus ojos traidores se deslizaron hacia la boca carnosa de Kyran, crispada en una mueca de concentración. No se dio cuenta de que había estado observándole embobada sin decir nada hasta que él levantó la mirada de su marca y la miró enarcando las cejas.

— ¿Disfrutando de las vistas? Me han dicho que la luz del fuego me hace más apuesto todavía, no te culpo.

Por los dioses, no podía ser más egocéntrico. Y lo peor era que estaba en lo cierto. Tenía un rostro de rasgos elegantes y regulares, el cabello y los ojos castaños propios de  la gente del sur, la nariz recta, pómulos prominentes y una boca que incitaba a cosas en las que más le valía no pensar.

Quizás a Kyran le sobrase atractivo, pero él mismo lo sabía perfectamente, así que ella no iba a ser la que lo admitiese. 

—Tienes un moco en la nariz— replicó con indiferencia.

Eso debería servir como lección de humildad. Disfrutó del brillo de sorpresa que cruzó sus ojos, soltó su mano y se llevó un pañuelo a la cara para limpiarse el moco inexistente.

—Mucho mejor ahora— rió Aysel y Ky la miró con desconfianza—. Puedes continuar.

Le extendió la mano borrando de su cara cualquier expresión que pudiese poner en evidencia sus pensamientos. Y esa vez no retiró la vista cuando los dedos de él empapados en esa sustancia que llamó focalizador recorrieron su piel siguiendo los trazos que conformaban el triángulo estrecho y alargado. Al terminar, la tinta negra del dibujo brillaba al estar mojada en esa sustancia brillante, semejante al agua, pero de consistencia más aceitosa , dejaba un rastro frío allí donde se aplicaba.

Kyran la miró con la duda latente en sus pupilas, y ella asintió en silencio, confiando en que proyectara más seguridad de la que poseía en realidad.

Lo vio cerrar los ojos mientras sujetaba su muñeca con firmeza. Empezó a murmurar en silencio algo que ella no alcanzaba a comprender supuso que serían las palabras del libro.

Al principio pensó que fuera lo que fuera esa fórmula no estaba funcionando, hasta que noto la zona calentarse. El líquido brillante empezó a evaporarse poco a poco, dejando un cosquilleo latente allí donde desaparecía. La sensación se agudizaba hasta convertirse en un picor ardiente que se introducía dentro de la piel dejándola con la sensación de tener la sangre burbujeando en las venas.

Aysel sintió unas ganas irrefrenables de apartar la mano y acabar con eso, recordó las palabras que Kyran había dicho sobre frenarlo si llegaba a notar alguna molestia, iba a hacérselo saber cuando un brillo rojizo llamó su atención.

El dibujo parecía lava incrustada en su piel, no quedaba rastro del negro profundo de antes, y se movía y fluía con vida propia. Aysel aguantó la respiración hasta que un dolor punzante le recorrió la marca por entero. Un grito ahogado se escapó por su garganta, suficiente para Kyran que soltó las manos de la chica de golpe.

—¿Estás bien?

Aysel no hizo caso del tono de alarma en la voz del joven. Tenía la vista clavada en su piel. La marca candente seguía ardiendo, pero parecía ir disminuyendo con cada respiración agitada que daba. Y no fue el color lo que la alarmó sino el hecho de que estaba desapareciendo. No, mas bien parecía hundirse, como su su piel fuera un océano y la marca un barco naufrago. La piel se cerraba allí donde el dibujo había estado, hasta que ya no quedó nada a la vista.

Por primera vez en años, su muñeca estaba despejada, sin trazos de tinta que ocultar. Pero no se sentía diferente, no, porque aunque era incapaz de verla la seguía notando, fundida en sus venas, invisible, pero más presente que nunca.

Sea lo que fuere lo que acababan de hacer, no había eliminado la marca. Seguía allí fundida en sus venas, extendiéndose hasta los huesos, sin intención de separarse de ella. Una sanguijuela latiendo al mismo ritmo que lo hacía su corazón.

Le bastó echar un vistazo a Kyrian, con una expresión confusa en su rostro y la mandíbula contraída para darse cuenta de que el tampoco pensaba que lo habían conseguido.

— Aysel...— la voz de Kyran parecía provenir de muy lejos—. ¿Estás bien?

Se había acercado a ella, la preocupación brillando clara en sus pupilas.

Aysel iba a responder que sí, quería tranquilizarlo, decirle que estaba todo perfecto, movió los labios pero ningún sonido acabo saliendo de su boca. El mero esfuerzo de intentar hablar se le hacía demasiado grande y los parpados pesaban tanto...sería todo más fácil si los cerraba, despacio, hasta que la habitación y Kyran desaparecieron de su vista. Sus pensamientos se arremolinaban, confusos en la cabeza. Una tormenta de imágenes y palabras a los que no encontraba ningún sentido. Se sumergió en ellos sin tratar de comprenderlos, hundiéndose en la negrura de su mente con cada respiración.

Alguien estaba sacudiendo sus hombros, sosteniendo su rostro entre las manos. Una voz cálida repetía su nombre una y otra vez. Eso fue lo último que escuchó antes de desaparecer por completo.

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