La habitación estaba ahora en penumbra; necesitaría encender una lámpara si quería conocer el contenido de la carta de Brougham. Darcy se levantó, encendió la lámpara que estaba junto a la cama y tomó la misiva de su amigo, mientras se volvía a acomodar en la silla.
15 de enero de 1812
Erewile House
Grosvenor Square
Londres
Darcy,
Perdóname por usar tu papel de cartas, viejo amigo, pero la señorita Darcy acaba de leerme tu carta y enseguida supe que tenía que escribirte. Has ido a caer en un nido de víboras, amigo mío, porque es imposible reunir entre nuestros antiguos compañeros de universidad una colección más grande de bellacos, bribones e idiotas que los que están en casa de Sayre para ese supuesto «reencuentro». He hecho algunas averiguaciones en la ciudad después de tu partida y me he enterado de que Sayre esta en una situación realmente difícil, en una palabra, está abrumado por las deudas, pero sus acreedores están extrañamente tranquilos. La única razón que pude encontrar para que se hayan abstenido de denunciarlo ante las autoridades es el rumor de una supuesta herencia que recibiría a través de la boda de una hermana.
¿Has oído mencionar alguna vez la existencia de una hermana cuando estábamos en la universidad? ¡Porque yo no! Anda con cuidado, amigo mío, ¡porque en Norwycke está pasando algo muy sospechoso! Yo te aconsejaría que regresaras a Londres enseguida.
La señorita Darcy está bien y también debo añadir que está preciosa. ¡Qué buen trabajo has hecho al educarla, viejo amigo! Presiento que tendrá una temporada muy exitosa el año próximo, pero que muy pocos de los jóvenes de la ciudad le van a interesar, si es que le interesa alguno. La van a matar de aburrimiento o mortificación con sus modales e intereses «masculinos».
Sean cuales sean tus razones para ir a Norwycke, escucha mi consejo, Darcy, regresa a casa.
Dy
P. D. A propósito, ¿por qué permitiste que tu primo le propusiera matrimonio a Felicia? Ella todavía está decidida a conseguirte a ti, ¡ya lo sabes!
Después de lanzar una maldición, Darcy arrugó el papel y lo arrojó al fuego.
—¡Dime algo que yo no sepa! —Mirase a donde mirase, en todas partes encontraba el mismo mensaje. ¡Marcharse de Norwycke! Pero no podía irse. No sólo se lo impedían las leyes de la cortesía, sino que el tiempo también estaba en su contra. El reloj de la habitación dio las cuatro, y con la última campanada, se oyó un golpe en la puerta del vestidor.
—¿Desea usted algo antes de bajar a tomar el té, señor Darcy? —Fletcher hizo una reverencia una vez que el caballero lo autorizó a entrar.
—Bueno, la verdad es que sí, Fletcher —contestó el caballero con tono sarcástico—. ¡Hágame un favor y trate de detener esa nieve!
—¿La nieve, señor? —La expresión intrigada de Fletcher se transformó en una actitud de preocupación—. ¡Sus cartas, señor Darcy! ¡Espero que no haya pasado algo malo!
—¡No en Londres, no! Todo lo malo está sucediendo exactamente donde nosotros estamos. —Se rió con cinismo—. Incluso lord Brougham me anima a marcharme de aquí a la mayor brevedad porque, utilizo sus propias palabras, «he ido a caer en un nido de víboras».
—¡Una acertada descripción, señor! —asintió Fletcher.
—Sí, bueno… no me puedo marchar enseguida ¿o sí? ¡Esta maldita nieve! —Se dirigió hacia la ventaba, donde Fletcher se reunió con él para levantar ambos la mirada al cielo.
—Bueno —dijo el ayuda de cámara, suspirando al tiempo que se retiraba de la ventana—. No puedo hacer más por el tiempo que lo que puede hacer cualquier mortal, es decir, rezar a la providencia para que deje de nevar. —Darcy gruñó al oír sus palabras—. ¿Va a bajar a tomar el té, señor?
—Sí, supongo que tengo que hacerlo. —Darcy imitó el suspiro de Fletcher—. De momento no necesito nada. —Miró a su ayuda de cámara desde la puerta, pero de pronto se detuvo en el umbral, alertado por algo que había olvidado—. Excepto recomendarle que se cuide cuando baje al piso de la servidumbre. Cuando nos interrumpió en la galería, la vieja le lanzó una mirada asesina. Teniendo en cuenta mi imprudente comportamiento, ella seguramente lo culpa a usted del hecho de que su señora haya perdido la oportunidad de hacerse con mi apellido y mi fortuna.
—Lo haré, señor —contestó Fletcher con seriedad—, y usted, señor Darcy, también debe tener cuidado. Porque cuando la dama se dé cuenta de que ha perdido el juego, presiento que usted también estará en peligro.