Los sollozos de Su Xiaomo se vieron interrumpidos.
—¿Cómo me acabas de llamar?
—Señora... ¡Tuvo una vida tan difícil! ¡Me rompe el corazón de solo escucharla! —los dos chicos no podían dejar de llorar.
—¡Púdrete! —dio vuelta la mesa—. ¡Si me vuelves a decir señora, te romperé las piernas!
—Hum... ¿Oba-san[1]?
Su Xiaomo enloqueció. Les pateó el trasero sin piedad, tanto que An Xiaxia no podía animarse a verlo. Desvió la mirada. Su teléfono comenzó a sonar en su bolsillo. Lo sacó y vio que era de Sheng Yize.
—¿Aló? —le contestó, sobresaltada.
—¿Por qué sigues despierta? —hoy, su profunda y gentil voz era particularmente agradable.
—Hum... Estoy...
—Espera, ¿por qué hay tanto ruido?
—¡Estoy viendo una película! —los gritos de Su Xiaomo y las voces suplicantes de los dos chicos llenaban la habitación y rápidamente encontró una excusa.
Salió con prisa y se quedó en el pasillo. Ja, ja, por fin había silencio aquí.