—Yo también quiero ir... —le costó enderezarse.
—Te hice un gran favor —Sheng Yize le dio una nalgadita y le tiró hacia atrás—. Ahora tu prioridad debería ser hacerme compañía en la cama.
De hecho, no quería que An Xiaxia fuera al centro de detención. Pese a que había movido algunos hilos para que Papá An tuviera una estadía relativamente cómoda, aun así no sería una escena agradable. De igual manera la alteraría ver a su padre encerrado.
—Pero estoy preocupada por papá... —dijo An Xiaxia con frustración, envuelta en sus brazos. Levantó la vista de pronto—. Mi hermano lo hizo sonar tan mal ayer cuando regresó y pensé que de seguro papá iría a la cárcel. ¿Pero cómo supiste de inmediato que... lo liberarían?
—Porque tú eres una tontita y yo soy brillante —dijo sonriendo. Ella no tenía idea de lo que estaba hablando e hizo un puchero.
—Está bien, ¡no me digas!