Cuando sus labios se abrieron para respirar aire, la cara de Davi estaba enrojecida hasta el cuello. No esperaba que Sei la besara intensamente, incluso cuando su secretaria y su hermano seguían en la misma habitación, mirando.
Mientras Davi seguía intentando estabilizar su respiración, Sei volvió a acercar su cara, pero alegremente, Davi cogió su cara antes de que sus labios volviesen a chocar.
—S... Sei... —Dijo Davi y el hombre la miró.
—Tus labios son como una droga. Creo que ya soy adicto. —Contestó con una voz sexy y Davi sólo pudo quedarse boquiabierta y antes de que ella pudiera reaccionar, Sei ya la estaba besando de nuevo. Sus besos fueron un poco bruscos esta vez, como si fuera una bestia hambrienta que finalmente encontró algo de comida para devorar.