Puerto Rojo, País H…
Varios soldados estaban muy quietos, saludando en cada esquina apenas Sei pasaba a su lado. Él era como un rey formidable, respetado y honrado por todos. Y, para los habitantes del País H, él realmente era como su rey escondido en las sombras.
Zaki, que ya estaba esperando dentro, se apresuró para recibirlo con una sonrisa. Sin embargo, apenas Sei vio su hombro vendado, su rostro se oscureció.
Al notar su expresión, Zaki lo rodeó con una mano y sonrió con picardía.
—Es solo un rasguño, nada más, ¿okey? Por cierto, espero que no hayas dejado exhausta a tu esposa otra vez anoche. ¿La dejaste durmiendo? —preguntó y las orejas se Sei se pusieron rojas.
—Yo… No la dejé exhausta —respondió y la sonrisa de Zaki se hizo aún más grande.
—Oh… No me digas que sólo lo hicieron una vez anoche —dijo para molestarlo mientras seguían caminando.