Una hermosa mezcla de música con una triste voz, pero al mismo tiempo tranquilizadora hasta el alma, sonaba dentro de la silenciosa habitación. Estaba casi amaneciendo y justo cuando la canción le atraviesa el alma, la luz de la luna también atravesaba el vidrio de las ventanas.
Sei, en ese momento, ya estaba congelado al oír la melodía como si un rayo lo hubiera golpeado. Le volvieron momentos de recuerdos donde fue la última canción que su madre le tocó años atrás, provocando que lentamente apretara su puño fuerte antes que intensamente cubriera sus orejas con sus palmas, tratando de callar todos los recuerdos anteriores.