—¡Maes... tra, vete... rápido!
—Pequeña... Pequeña Ying...
Los dos utilizaron sus última energías que aún tenían en sus cuerpos para llamar a la niña que estaba debajo de ellos. Pronto, ni siquiera pudieron hablar. La sangre fresca continuó fluyendo de sus cuerpos.
—¡Tú eres la siguiente! —el hombre se rio mientras se enfrentaba a Shen Ying una vez más.
Los dos se pusieron increíblemente ansiosos, pero ya no les quedaba más poder ni para luchar.
—Maestra, date prisa...
Shen Ying los miró a ambos y luego a sus propias manos cubiertas de sangre. Empezó a temblar vigorosamente cuando su respiración se volvió dificultosa. Parecía como si estuviera a punto de quebrarse en cualquier momento. Las emociones que había estado enterrando amenazaron con explotar.
Después de todo, sólo tenía tres años. Sólo sabía hacer una cosa.
Con todo lo que tenía, sin retener nada, empezó... ¡a llorar!
—Wahhhhh ahhh ahhh...
