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El grupo se quedó de pie del otro lado de la puerta, horrorizado. Los gritos adentro se volvían más y más fuertes. Se escuchó levemente un ruido como si algo rodara en el piso. Finalmente, apretaron sus dientes y decidieron entrar.
El interior del palacio estaba hecho un desastre. Las mesas y las sillas dispersas en el suelo. Jing Qi ya había rodado fuera de la cama. Ya no parecía a un niño ridículamente tonto como antes. En cambio, transpiraba por todas partes. Su vientre enorme estaba diez veces más grande que hace unos días. También lucía terriblemente miserable, sus ojos estaban inyectados de sangre, como si estuviera perdiendo el juicio por el dolor. Una y otra vez, golpeaba su cuerpo contra la pared.