Lonemoon se sentía cada vez más confundido al mirar a la otra «administradora». Vestía ropa de casa y pantuflas. Sostenía una consola de juego en sus manos y apretaba botones en ella rápidamente. Apretaba sus dientes mientras blasfemaba por lo bajo.
—El que destruyó nuestra torre al medio se acerca. ¡Despierta, detenlo!
—¿Por qué son todos andan separados? ¡Júntense aquí!
—El Gran Dragón salió, el Gran Dragón salió. Vayan y róbenlo ahora. ¿Fatty, qué haces? ¡Ve con todo, con todo!
—¿Mierda santa, para qué me llevan? ¡Acaso saben cómo jugar este juego!
El grupo se sentó silenciosamente en el sofá por la media hora, pero ella no se detuvo. En cambio, se veía cada vez más absorta en el juego, como si hubiera olvidado completamente que había cuatro invitados justo al lado de ella.