Los ojos del Dragón Negro se salían de su cabeza. Inconscientemente, cerró su boca y tragó los relámpagos que iba a escupir. Pero era demasiado tarde para devolverse y demasiado tarde para detenerse. Con un rugido fuerte, el dragón chocó con el suelo, desarraigando los árboles a su paso, como un tren descarrilado.
Shen Ying escuchó todo el ruido y vio como los árboles formaban una línea en el aire, y luego volvían a tierra. De lejos, se podrían oír sonidos de crujidos viniendo del cuerpo del dragón negro, el sonido de algo rompiéndose.
—¿Oye, sigues vivo? —Shen Ying tomó una rama y tocó el cuerpo del dragón. Su cabeza seguía sepultada bajo tierra. ¿Por qué actuaba como un pangolín? ¿Tenía los huesos rotos?
Shen Ying miró más de cerca al dragón y preguntó:
—¿Eres el gusano largo del Director? —ahora se veía más rudo, pero todavía podía ser delicioso.