—¡Lan Hua! —Lan Yu fue el primero en levantarse. Aunque no le quedaran fuerzas, todavía miraba a su hermano con furia—. No has cambiado. ¡Todavía eres cruel y despreciable! —¡hasta había enlistado gente para ayudarlo!
—¿Cómo es que soy cruel y despreciable? —la cólera de Lan Hua también había alcanzado un punto de ebullición. Como a ninguno le quedaba energía para luchar, sólo podían seguir enfrentándose de manera verbal—. ¿No fuiste tú el que me engañó para convertirme en un demonio?
—¿Y qué si fue así? —Lan Yu estaba más enojado—. Lo que me hiciste fue aún peor. No te lo perdonaré, aunque mueras mil veces. ¡Nunca te debí dejar ir!
—¿Qué hice? —Lan Hua le devolvió la mirada amenazante—. Eres mi único hermano, te ayudé en tu entrenamiento de cultivación, y hasta te dejé gobernar el reino de Yun Zhe. ¿Qué hice mal?
—¿Qué hiciste? ¡Tienes la cara de preguntarme! —resopló Lan Yu—. Sabes muy bien lo que hiciste.
—¡Dime! ¿Qué hice?
