Cuatro horas más tarde.
El Barco de Diez direcciones finalmente dejó los Cielos más allá del Cielo y se dirigió en dirección al país de Chong Zhen.
—¡Oye! —Lonemoon le dio un codazo al montón de ropa acurrucado en un asiento, comiendo fruta—. ¿Qué pasó contigo? No parecías ser tú misma, perdonaste a Chen Ge y su discípula así de fácil —¿era acaso tan magnánima hacia la gente que le molestaba?
—¿Por qué no los debería perdonar? —Shen Ying lo miró con recelo—. ¿Qué hizo mal?
—Acaso hace falta decirlo… —la miró como si hubiera comenzado uno de sus episodios de Alzheimer.
—¿Qué hizo él?
—… —Lonemoon de repente se detuvo a pensar. Al parecer Chen Ge en verdad no había hecho nada malo. De hecho, se llevó una paliza de parte de Lonemoon y Yi Qing sin motivo alguno—. ¿Y Hui Ling?… esa mocosa… Pensé que no la soportabas.
—¿Quién dice que no la soportaba?