—Ustedes… —Hui Ling comenzaba a inquietarse. Ya había tratado de hacer uso de la reputación de su maestro, pero a esta gente ni siquiera le importó mostrar un poco de respeto e insistió en arrebatarle la bandera. Mientras más pensaba en ello, más se enojaba. Esta gente no sabía lo que era bueno para ellos, eran tan irritantes como su maestra de secta de apellido Shen—. No quieren negociar cortésmente. Quiero ver qué tan hábiles son.
Cuando habló, agitó su mano y una seda roja enorme apareció en sus manos. Era un arma inmortal de grado superior. Había un abundante Qi inmortal alrededor del arma, y estaba cubierto de remanentes de hechicería. Con un movimiento rápido y ligero, la seda roja se enredó en el filo de la espada de Feng Ying. Hui Ling la sacudió, dejando hasta la espada inmortal en manos de Feng Ying en caos.
—¡Feng Ying! —Qi Chengyu estaba en shock. Voló rápidamente para apoyarlo.