Los ojos de Lonemoon brillaban. Estaba a punto de discutir el plan en detalle, cuando escuchó algo detrás de él, como si algo se hacía pedazos. El rayo de luz que había iluminado el cielo toda la noche de repente había desaparecido.
—¡Pequeño An! —exclamó Bao Feiping, corriendo hacia su hijo. Se acercó rápidamente y lo agarró antes de que cayera al suelo—. ¿Cómo estás? ¿Estás bien?
Los ojos del niño pestañearon mientras se abrían. Luego respondió con una voz débil:
—Padre.
Bao Yi se apresuró a unirse al grupo.
—Pequeño An…
—Abuelo.
Bao Feiping rápidamente comprobó el pulso de su hijo. Después de unos segundos, dio un suspiro de alivio antes de dirigirse a Yi Qing:
—Gracias por toda su ayuda, Compañero Inmortal. Le estaremos agradecidos por siempre.
Yi Qing sacudió su cabeza y contestó:
