Sangre. La tierra estaba cubierta en sangre de un rojo tan intenso que dañaba sus ojos. Teñía el área de la cumbre de la montaña en rojo. Los cadáveres de sus compañeros, miembros de la secta, yacían dispersos por el suelo. Algunos de ellos eran nuevos discípulos, otros eran sus tíos-maestros de Alma Naciente, unos eran incluso mayores de Formación de Alma. Todos yacían sin vida, con sus ojos abiertos, como si hubieran visto algo aterrador antes de morir.
Su secta entera había sido masacrada.
Su cuerpo entero se puso helado y su mente estaba completamente en blanco al ver aquella impensable postal sacada del infierno.
—¿Eh? Hay otro —de repente, sonó una voz escalofriante.