Yi Feng estaba a punto de preguntarle a Shen Ying sobre aquello cuando de repente una luz incandescente iluminó el cielo. El cuerpo de Bai Ze emitió una luz cegadora que, como los rayos de un sol ardiente, disipó la oscuridad que los rodeaba de manera instantánea. El pecho de Yi Feng se relajó, ya que la presión del aura había desaparecido.
La luz del cuerpo de Bai Ze se volvía más y más intensa, hasta que comenzó a transformarse de una manera sorprendente. Su cuerpo, que vestía trajes blancos como la nieve, se convirtió en el de una bestia enorme. Su piel era del blanco más puro y tenía un cuerno brillante en su cabeza. Tomó un impulso con sus patas y saltó directamente hacia el wyrm negro en el cielo.
—¡Oh, esa es la pelusa blanca! —exclamó Shen Ying al mirar boquiabierta a la gran bestia blanca en el cielo.
—… —Yi Feng la miró extrañado. ¿Qué demonios era una pelusa? Al ver que no había caso con seguir ocultando el tema, le explicó: