Después de la reprimenda de Gordito, todos bajaron sus cabezas, pero el descontento en sus ojos todavía estaba presente. Gordito obviamente no tenía el don de la palabra que podía lavar cerebros el Conejo. Zi Yu no pudo evitar seguir refunfuñando en voz baja:
—Pero no tenía que tratar a la Hermana Zhi Lin de esa ma…
—¡Zi Yu!
La aludida levantó su cabeza inmediatamente, todavía muy resentida.
—Todo habría estado bien si solo el Maestro Hui Ze nos hubiera guiado, ni siquiera era necesario que ella viniera.
En lugar de eso se convirtió en una carga.
—Tú… —Hui Ze estaba a punto de responderle.
—Gordito —pero Shen Ying de repente habló, volteando para mirarlo, no había ni una pizca de cólera por haber sido ofendida, en cambio, inclinó su cabeza y dijo con una mirada solemne—: Tus estándares docentes son bastante más bajos comparados con los de Padre Niu, ¿eh? Incluso mi popularidad ha caído.