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—Pero… Solo el Rey demonio sabe dónde está su bóveda. No seríamos capaces de encontrarla aun si lo intentáramos.
—¡Alguien más sabe dónde está! —contestó Shen Ying.
Lonemoon la miró algo confundido. De repente, sus ojos se ensancharon.
—¡Yu Hong! —así es, los demás no podían saberlo, pero Yu Hong sí. Negrito ya pensaba en casarse con Yu Hong. No había razón por la que habría entregado la dote también—. Voy a llamarla.
Con esto, Lonemoon se levantó y fue al pasillo de al lado. Un momento después, arrastró a una dolida Yu Hong al cuarto. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera estado llorando sola.