—Maestra…
—¡Chef! —saludó Shen Ying para luego lanzar el árbol al agua. Jalando a los dos hombres junto con ella, brincó al río—. ¡Haz partir el bote, vamos, vamos, vamos!
—Maestra, ¿qué pasó?
—¡Ugh!
Antes de que Shen Ying pudiera explicar más, Lonemoon, que se sostenía en el tronco del árbol, comenzó a vomitar hasta sus tripas. Aprendió por primera vez que, además del mareo en avión, el mareo en bote y el mareo de movimiento, también había mareo de carrera. Esa idiota de Shen Ying había corrido demasiado rápido.
—¡No hay tiempo para explicar, rema, rápido! —lo apresuró Shen Ying.
A pesar de su desconcierto, Yi Qing obedientemente conjuró un sello de viento. Inmediatamente los tres flotaron hacia el centro del río. Estando de pie encima del tronco del árbol, finalmente alcanzaron el centro del río.
De repente oyeron un rugido desde la orilla del río:
—¡Deténganse, bribones!
