Con sus ojos penetrantes, Tang Xiu pudo decir que el gran perro amarillo había sido drogado. Dada su condición actual, por no hablar de la lucha contra el feroz perro de pelea, incluso un pequeño pequinés podría matarlo.
"¡Vamos chicos!"
Tang Xiu le dio unas palmaditas en el hombro a Yue Kai y se volvió para caminar hacia la camioneta. Un juego de peleas de perros no era más que una cosa trivial que no le interesaba en absoluto, tan sin sentido como ver a un niño orinar en el barro.
Yuan Chuling miraba fijamente al gran perro amarillo que fue mordido hasta la muerte en la jaula de hierro. La incredulidad era evidente en sus ojos, porque nunca imaginó que este juego terminaría de esa manera.
"¡3 millones!"
Han Sen, que estaba rodeado por más de diez jóvenes, fue hacia Yuan Chuling y enganchó su dedo. Miró complacientemente con regodeo a Yuan Chuling, como si estuviera mirando a un payaso.
