A pesar de que las voces de los invitados en los alrededores no eran fuertes, Jia Ruidao y sus tres aprendices todavía podían oírlos con claridad. La misma expresión se podía ver en sus caras. Especialmente para Jia Yelei, su hermoso rostro agraciado se había vuelto escarlata de ira.
Tang Xiu caminó hacia el lado de Jia Yelei y habló con ligereza: —Si ni siquiera puedes soportar tal vergüenza y humillación, no caminarás demasiado lejos en tu vida. Bien podríamos admitir nuestra derrota y perder en la casa de apuestas hoy.
La ira que ardía en el interior de Jia Yelei se apagó como si la hubieran extinguido por completo con aguas heladas. La esperanza que tenía ahora era que Tang Xiu recuperara todo y vengara sus resentimientos. Si Tang Xiu perdiera en la casa de apuestas hoy, entonces habrían mordido la bala y perdido todas sus esperanzas.
—Maestro Tang, por favor tranquilízate. Haré lo que digas— Jia Yelei respondió e hizo una reverencia.
