Claramente, Wang Baole los tenía aterrorizados. Fue por eso que no aparecieron hasta ahora. Los cuatro lloraban espantados. Luego, tras recordar a ese horrible y espantoso hombre le molestaba el sonido de los llantos, se taparon inmediatamente la boca con las manos.
Solo uno de ellos, a pesar de estar igual de aterrado, reunió el coraje para avanzar. Se paró frente a Wang Baole, se puso de rodillas y le hizo una reverencia a Wang Baole. Luego sacó una botella de píldoras que emanaba un aire de descomposición, pero que seguía relativamente bien preservada, y la colocó frente a Wang Baole. Hizo otra reverencia. Una voz indistinguible salió flotando desde el interior de su forma espiritual.
—Por favor... devuélvenos... a nuestra madre...