La bola negra con forma de huevo continuó frotando la cara de Li Yao. Era suave, gordo y cálido, como el fondo rosa de un bebé. Al ver que Pequeño negro, que lo había estado acompañando desde su infancia, ahora renace en una forma completamente nueva, Li Yao se llenó de sentimientos encontrados, casi derramando lágrimas de alegría.
—Excelente, Pequeño negro. ¡Entonces, tu verdadera identidad no es una espada voladora sino un huevo!
La puntiaguda cola de Pequeño negro se agitó con insatisfacción, como si dijera:
—¡No soy un huevo!
—Entonces, ¿qué eres exactamente? ¡Nunca había visto un equipo tan mágico!
Li Yao no pudo sentirse más extraño. Extendió uno de sus dedos y pinchó a Pequeño negro. Nunca antes había visto un material tan extraño. Incluso el "metal líquido" no fue suficiente para describir una diez milésima parte de las cualidades de Pequeño negro.